tag:blogger.com,1999:blog-78033407724383896552024-03-19T07:41:45.535-03:00Así es la vidaMicaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.comBlogger145125tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-42444381114761589162023-07-18T17:38:00.002-03:002023-07-18T17:38:08.218-03:00Ya va a llegar<p><br /></p><span id="docs-internal-guid-8dc67a4e-7fff-1263-95a4-772003fe206c"><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;">24 de noviembre de 2011. El día anterior habíamos terminado el último año del secundario y para celebrar, con algunas chicas del curso, decidimos ir a la fiesta de egresados de uno de los colegios que había ido con nosotros a Bariloche. Nos juntamos a hacer previa en lo de una de ellas. Comenzamos a tomar y a contar anécdotas de lo que había sucedido a lo largo del año. Llegado un instante de la noche, el alcohol ya había hecho de las suyas y completamente desinhibidas y, sin ningún motivo, nos sacamos las remeras para quedarnos en corpiño. Sin embargo, cuando estábamos en pleno momento de libertad femenina, los remises que habíamos pedido para trasladarnos de Florida a San Martín (donde era la fiesta) tocaron el timbre. Nos cambiamos rápido y bajamos. Antes de subir, acordamos que volveríamos todas juntas ya que la zona no era para andar solas. </span></span></p><span style="color: #741b47;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;">Cuando llegamos a la fiesta, nos terminamos separando. Yo terminé solo con dos amigas, pero aún así la pasamos muy bien. Bailamos mucho, hicimos sociales y cómo todavía éramos muy jóvenes nos quedamos hasta que cerró el boliche y nos echaron a todos. El problema comenzó cuando buscamos al resto del grupo y no encontramos a nadie. Enviar un Whatsapp no era una opción porque todavía no existía. Entonces, de repente, nos encontramos las tres en el medio de San Martín sin saber dónde estábamos paradas a las seis de la mañana porque los celulares de esa época no tenían Internet y no se solía llevar la guía T al boliche.</span></span></p><span style="color: #741b47;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;">Nos acercamos a una remisería que había en la esquina, pero claramente no había ni un solo auto. Aclaro que Uber tampoco existía. Nos quedamos paradas, con el primer sol de la mañana dándonos en la cara, sin saber qué hacer. Hasta que por fin alguien nos indicó que el 161 (que pasaba por mi casa), paraba en la otra esquina. Esperamos un buen rato hasta que finalmente llegó y nos subimos. Pasamos por toda la zona de fábricas, vimos subir a los que iban a trabajar y dimos mil vueltas hasta que por fin llegamos a una zona que conocía. </span></span></p><span style="color: #741b47;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;">Viajamos un poco más hasta que llegué a mi parada y me bajé. Mis amigas debían seguir unas diez cuadras más hasta Avenida Maipú donde tenían que tomarse los colectivos que las llevaban hasta Olivos y Munro. Yo por algún motivo que desconozco hasta el día de hoy, me bajé del colectivo y fui corriendo tres cuadras desde la parada a mi casa. Me puse el pijama y directamente morí de cansancio ya que eran como las siete de la mañana. Una o dos horas después siento que suena el celular. Era la mamá de mi mejor amiga que me preguntaba si sabía dónde estaba su hija porque todavía no había llegado. Yo muy dormida y todavía un poco borracha, no entendía mucho qué estaba pasando. Le respondí que ya iba a llegar y me volví a dormir (qué amiga, ¿no?). </span></span></p><span style="color: #741b47;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;">Al rato me desperté de nuevo y caí en la cuenta de la situación. La llamé desesperada a mi amiga, que por suerte ya estaba sana y salva en su casa, y me enteré de todo lo que le había sucedido. Resulta que cuando se subió a su colectivo, tenía pocas monedas (no, la SUBE tampoco estaba en auge en ese momento) y le pidió al chofer $1,10, cuando para llegar a su casa necesitaba un boleto de $1,25. Como en su cabeza el chofer la iba a descubrir y la iba a bajar del bondi, se hizo la dormida, pero claramente después de la noche que habíamos pasado se quedó dormida de verdad y cuando se despertó, estaba en el medio de Villa Adelina. Y ella, en vez de avisarle al chofer, decidió bajarse en el medio de la nada. Monedas para tomarse un colectivo de vuelta no tenía y como siempre le pasaba, estaba sin saldo en el celular para llamar a sus papás. Por suerte, no pasó mucho tiempo hasta que su papá la ubicó y la fue a buscar. Y obviamente, como toda situación que podría haber terminado mal, pero terminó bien, se convirtió en una anécdota de la que nos reímos hasta el día de hoy y la frase “ya va a llegar” quedó inmortalizada para toda la vida. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #741b47;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG3NGNmqLNTv_UYayb_xruxpJzRCv2QujRegqkGWKIYUsWXshy0aSuXjlh3-D_YpA3nXQylVjnnByw0C0ER0Na3W9EWHoLSkwLN5PfB3jfA6hjoiKrBhsuIviDtXbGrjZbdtjt4vq42K10jv0dNaq5ggfwBh8TELkP6SjSK4c4Qwf9WVDsgGYJ4TWafo-9/s5948/ant-rozetsky-lr9vo8mNvrc-unsplash.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3347" data-original-width="5948" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG3NGNmqLNTv_UYayb_xruxpJzRCv2QujRegqkGWKIYUsWXshy0aSuXjlh3-D_YpA3nXQylVjnnByw0C0ER0Na3W9EWHoLSkwLN5PfB3jfA6hjoiKrBhsuIviDtXbGrjZbdtjt4vq42K10jv0dNaq5ggfwBh8TELkP6SjSK4c4Qwf9WVDsgGYJ4TWafo-9/w400-h225/ant-rozetsky-lr9vo8mNvrc-unsplash.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #741b47;"><br /></span></span><p></p><p> </p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-4579598167192836872023-06-07T17:50:00.001-03:002023-06-07T17:50:02.132-03:00Eduardo, vení a bucar a Juan Cruz - El final<p><b><span style="color: #b45f06;">La banda</span></b></p><span id="docs-internal-guid-4c5e8cf6-7fff-100e-d573-b5c0983354a3"><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;">Me llamo Gustavo y me dedico a la música hace treinta años. Siempre soñé con consagrarme y que todos me conozcan, pero los que estamos metidos en este mundo sabemos como solo muy pocos son los que llegan. Estuve en muchas bandas, toqué en bares, en teatros chicos, en eventos y, solo de hobbie, en algunas plazas porteñas. Aquel domingo me levanté temprano, me hice unos mates, leí el diario y después de almorzar nos juntamos con la banda en San Telmo para animar un poco a los turistas. Acomodamos todos los instrumentos sin apuro y empezamos con algunas canciones del Flaco, fuimos pasando por diferentes artistas: Charly, Fito, Pappo. Los clásicos que a todos les gustan. Además, cuando ya teníamos a la gente cautivada, tocamos algunos temas propios que fueron bien recibidos. La gorra se iba llenando de a poco, aunque nosotros tocábamos más por placer que por la plata. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;">En un momento vi a lo lejos a un nene llorando. Una pareja se le acercó y después de hablar unos minutos con él, el hombre lo subió a los hombros y todos empezaron a aplaudir como si estuvieran en la playa. Me daba mucha pena porque el nene no paraba de llorar. Me hizo acordar a una vez que de pibe me perdí. Es desesperante no saber donde están tus papás. Por lo tanto, le hice una seña al flaco para que se acercara con el chico y le pregunté cómo se llamaba y a quién estaba buscando. “Me llamo Juan Cruz y mi papá se llama Eduardo, me respondió entre sollozos. Y entonces mis dedos empezaron a tocar las cuerdas de mi guitarra sin un rumbo fijo. Salieron los primeros acordes y empecé a cantar “Eduardo, vení a busca a Juan Cruz”. No sé cómo me salió ese ritmo, pero la banda lo enganchó al toque y todos los que nos estaban mirando empezaron a corear la canción. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;">Al cabo de unos diez minutos apareció el padre. Se acercó hasta el escenario riéndose, andá a saber de qué. Tal vez eran los nervios por tanta exposición. Finalmente se abrazaron y se fueron de la mano. Mientras tanto el público no paraba de aplaudir. Cuando terminó el día, volví a casa y el teléfono empezó a explotar de mensajes. Resulta que alguien había filmado todo la situación de la canción para encontrar al padre del pibe y se volvió viral. No había persona que no cantara “Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”. No lo podía creer. Igualmente lo mejor pasó al día siguiente. Como el video llegó hasta la televisión, nos llamaron de varios canales para hacernos entrevistas. También firmamos un contrato para que nuestro tema sea la melodía de una publicidad de Anaflex y nuestros temas empezaron a tener un montón de reproducciones en Spotify. Yo no sé cómo habrá terminado la historia de Eduardo y Juan Cruz. Probablemente la madre del chico lo haya terminado castrando al padre cuando se enteró, pero en lo que respecta a nosotros, nos volvimos un éxito. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihgi8BOya4LpIwg0UBX2uY0aCjLS9UksgcOawXFf1_O6czUqxtwnvuIft50-SQp2f4DUstCLVMY7U_T4f5GlCZTtZbGmXe73jiO3AZzlLE2CHUMAcLpS-mmcR8tjAYqNhLTYsu8DHxKt-hjzKQuDFQa5roAVlJRazPsuxq-t7-6KT9gXsYr-Hjo7D0Kw/s1280/guitar-756326_1280.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="850" data-original-width="1280" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihgi8BOya4LpIwg0UBX2uY0aCjLS9UksgcOawXFf1_O6czUqxtwnvuIft50-SQp2f4DUstCLVMY7U_T4f5GlCZTtZbGmXe73jiO3AZzlLE2CHUMAcLpS-mmcR8tjAYqNhLTYsu8DHxKt-hjzKQuDFQa5roAVlJRazPsuxq-t7-6KT9gXsYr-Hjo7D0Kw/w400-h266/guitar-756326_1280.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space-collapse: preserve;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-45039561471952593142023-05-29T19:39:00.003-03:002023-05-29T19:45:51.881-03:00Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz II<p><span><span style="color: #e69138;"> </span><span style="color: #b45f06; font-family: Arial; font-size: 11pt; font-weight: 700; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Eduardo</span></span></p><span id="docs-internal-guid-a512d0aa-7fff-9841-5bcf-a91739bcd5fd"><span style="color: #b45f06;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Yo sé que muchos padres me van a entender porque ser padre no es fácil y mucho menos ser padre separado. Aquel fin de semana mis intenciones fueron las mejores. Sabía que mi hijo no estaba pasando un buen momento a raíz de la separación de sus papás y por eso se me ocurrió llevarlo a pasar el día del niño a Buenos Aires porque sabía que él deseaba mucho conocer el Obelisco. El sábado salió todo fantástico. Paseamos por Palermo y Recoleta y por supuesto terminamos comiendo una pizza de Guerrín con el Obelisco de fondo. Me acuerdo de que le pregunté si al final Ramiro tenía razón y era mucho mejor que el Monumento a la Bandera. Me contestó que era diferente. Que como estructura el Monumento a la Bandera le ganaba por goleada. Que no se podía comparar un palo con punta con un conjunto de cemento que desde el cielo formaba un barco. Pero que lo que tenía de especial el Obelisco era toda la mística de alrededor. Las luces, la gente caminado, los autos, los edificios. El conjunto era una obra de arte. Claramente lo dijo con palabras de un niño de diez años, pero básicamente el concepto fue ese. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">A la noche nos dormimos ni bien tocamos la almohada, estábamos muertos. Al día siguiente nos levantamos temprano y fuimos hasta La Boca. Recorrimos Caminito, le mostré la Bombonera y nos mandamos terrible milanesa a la napolitana con papas fritas. Después de descansar un rato, nos fuimos a San Telmo. Quizás no era un plan muy divertido para un nene, pero yo amo las antigüedades y no hay mejor lugar para verlas que en San Telmo. Nos metimos en el mercado aunque estaba lleno de gente y me enamoré de cada cosa que vi. Sin embargo, se robó mi corazón una lámpara que era igual a una que tenía en mi casa cuando era chico y que había pertenecido a mi abuela. No la quería, la necesitaba y estaba dispuesto a pagar cualquier cosa por ella. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Me empecé a acercar al puesto con Juan Cruz, pero había tanta gente que me lo aplastaban al pobre pibe. Por lo tanto, le pedí que se quedara parado al lado de una columna que había por ahí y donde lo podía ver desde cualquier ángulo. Finalmente llegué al puesto y pregunté el precio de la lámpara. Doce mil pesos. Ni lo dudé. Saqué mi tarjeta y se la pagué de un saque. Me fui embobado mirando mi lámpara. Y no, no es que me lo olvidé a Juan Cruz. Fueron unos segundos de distracción nomás. Si alguno de acá es padre saben que esas cosas pasan. A todos en algún momento les pasó que se distrajeron y cuando volvieron en sí el pibe estaba metido en el barro hasta el cuello o comiendo la comida del perro. Somos humanos y no hay un manual sobre cómo ejercer la paternidad. Así que la cosa se pone difícil a veces. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">La cuestión es que fueron unos segundos de distracción. Unos pasitos que dí demás, pero me di cuenta al toque que me faltaba mi hijo. Lo que pasa es que cuando me dí vuelta para buscarlo en la columna donde lo había dejado, él ya no estaba. El corazón se me subió a la boca y casi se me salió del cuerpo. Se me cortó la respiración cuando vi esa columna vacía. Empecé a mirar para todos lados y a gritar el nombre de Juan Cruz. Le pregunté a todo el mundo si lo habían visto y nada. Me empecé a reir. Algunas personas cuando están nerviosas se van por el inodoro, otra se ponen a llorar desesperadamente. Bueno, yo cuando me pongo nervioso me rio. He llegado a reirme a carcajadas en situaciones terribles. Es algo que no puedo controlar. Me senté en un banco y me agarré la cabeza. No podía creer que había perdido a mi hijo. Traté de calmarme para poder pensar mejor y encontrar una manera de encontrarlo. Por un momento se me cruzó por la cabeza que alguien lo podía haber raptado. El corazón se me frenó por un segundo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">De repente empecé a escuchar música y aplausos. Pensé que era un simple show en la plaza, pero de a poco pude distinguir la letra. “Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”, entonaban con un ritmo rockero. No podía ser, aunque tampoco podía ser tanta coincidencia. Me paré sin darme cuenta que había dejado la lámpara en el banco, y me acerqué despacito hasta donde estaba todo el alboroto. A lo lejos pide ver que había un nene en los hombros de un hombre y que todo el mundo estaba coreando “Eduardo, vení buscar a Juan Cruz”. Me empecé a reir otra vez de los nervios. Me acerqué un poco más y ya no cabían dudas, el que estaba en los hombros de aquel hombre era Juan Cruz. Me acerqué riendome, no podía controlarlo, y le di un abrazo a mi hijo. Le agradecí a todos por haberlo encontrado y nos fuimos rápido porque me daba mucha vergüenza la situación que estaba viviendo. Juan Cruz no me decía nada, me miraba con odio, pero sin decir una palabra. De repente veo el banco donde estaba sentado y la lámpara que seguía ahí. Corrí hacia ella y la agarré. Solo bastó tocarla para largarme a llorar. No sabía cómo pedirle perdón a mi hijo por haberlo perdido. Por suerte el chico se apiadó de mí y me dio unas palmadas en la espalda. “No te preocupes, pa. Olvidémonos de esto. Comprame algo rico para comer en compensación y asunto terminado”. Me hizo reir, la extorsión no podía faltar. Le pedí que por favor no le dijera nada a su madre. Que lo ocurrido fuera un secreto nuestro. También le prometí que, además de comprarle algo rico, le iba a comprar el jueguito de play que me había pedido por haberle hecho pasar un mal momento. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">A eso de las seis llegamos de nuevo al hotel. Yo me había quedado sin batería, entonces enchufé el teléfono para ver si me había llegado algún mensaje. QUINCE LLAMADAS PERDIDAS DE MI EX TENÍA. Resulta que alguien había filmado la situación en la plaza donde todos coreaban nuestro nombres y se había hecho viral en cuestión de minutos. La madre de Juan Cruz casi me mató. No sé todo lo que me dijo. Nunca la había escuchado tan enojada. La quise ablandar diciéndole que ella una vez también lo había perdido en la plaza unos años atrás, pero me retrucó diciendo que a ella nadie le había compuesto una canción ni habían hecho un video que se viralizó por todo el país. En eso tenía razón. Le iba a decir que en ese momento no existían los celulares con cámara, pero me pareció mejor quedarme callado. Cuando volvimos a Rosario, tuve que escucharla de nuevo, pero en persona. Y no solo a ella, el lunes me tuve que bancar a todos mis compañeros del trabajo cantándome sin parar “Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”. La letra era tan pegadiza que al final del día hasta yo la tarareaba. Por suerte la tortura duró solo un par de semanas, hasta que otro video se hizo viral y se olvidaron de mí. Bah, olvidarse es un decir, porque hasta el día de hoy, esa sigue siendo la anécdota estrella de cada juntada. Lo único bueno de todo esto es que, después de mucho tiempo de estar enojada conmigo, la mamá de Juan Cruz aflojó y logré conquistarla de nuevo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #e69138;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWUZFbtnMqMuXBmhd0mj_53DNnt8eUreO3gPxncJyOkqYUtEGhR_Fa-MmWYg0DOnwbjtbA4PFsgywnV-C8UP7kACNiVX2nbYr4Pn-Tjzf4jOn5mjzfnqInCf9OxxQAATPhtuHWOi3aP1QwhfMR_PZ_lhjPAAD3SklplT_XfUXiKbNYHjgZgHR6LbMTmA/s1280/kerosene-lamp-gb1efb1f45_1280.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="848" data-original-width="1280" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWUZFbtnMqMuXBmhd0mj_53DNnt8eUreO3gPxncJyOkqYUtEGhR_Fa-MmWYg0DOnwbjtbA4PFsgywnV-C8UP7kACNiVX2nbYr4Pn-Tjzf4jOn5mjzfnqInCf9OxxQAATPhtuHWOi3aP1QwhfMR_PZ_lhjPAAD3SklplT_XfUXiKbNYHjgZgHR6LbMTmA/w400-h265/kerosene-lamp-gb1efb1f45_1280.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #e69138;"><br /></span></span><p></p><br />Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-1470685677352134022023-05-21T22:18:00.003-03:002023-05-21T22:18:47.020-03:00Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz I<p> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-weight: 700; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Juan Cruz</span></span></p><span id="docs-internal-guid-5ed96286-7fff-f73b-5a24-acb715d2abac"><span style="color: #b45f06;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Todos tienen algún recuerdo de la infancia que los marcó de por vida. Ese recuerdo que no importa los años que pasen, siempre se va a contar en las reuniones familiares y te va hacer dar ganar de meterte en el baño y no salir hasta que hayan terminado. Bueno, yo no solo tengo uno, sino que tengo uno icónico que no solo lo recuerda mi familia sino toda la Argentina. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Resulta que cuando tenía diez años mis viejos se separaron. Si bien se separaron en buenos términos y no hubo ningún problema al respecto, no dejó de ser una situación bastante angustiante para mí. Creo que uno nunca está preparado para que sus papás se separen. La cuestión es que para levantarme el ánimo, mi papá decidió llevarme a Buenos Aires (nosotros somos de Rosario) a pasar el Día del Niño porque yo siempre hinchaba con conocer el Obelisco porque Ramiro, un compañero del colegio que venía de allá, decía que era mucho mejor que el Monumento a la Bandera. Salimos el sábado temprano para pasar todo el fin de semana. Luego de unas horas de viaje, llegamos a un hotel que quedaba por Palermo. Ese día recorrimos por ahí, pasamos por Recoleta y obviamente terminamos comiendo una pizza en Guerrín con el Obelisco de fondo. Fue un día increíble. Lástima que no puedo decir lo mismo del día siguiente. Bah, al principio arrancó todo bárbaro. Nos fuimos hasta La Boca, recorrimos Caminito. Nos comimos una milanesa increíble y conocimos La Bombonera. Después a mi papá se le ocurrió ir a San Telmo. Tiene una obsesión por los objetos viejos. Así que el Mercado de San Telmo fue una parada obligatoria. Me acuerdo que me dijo que tuviera mucho cuidado con mis cosas porque robaban mucho por ahí. JA. Qué lindo hubiera sido si él hubiera tomado su propio consejo. ¿Pueden creer el tipo me perdió? Sí, como están leyendo. ME PER DIÓ. Y encima lo peor que es el día de hoy que sigue diciendo que yo me fui. Pero no. Lo que pasó es que íbamos por los pasillos del mercado. Estaba lleno de gente y creo que hasta estaban los fantasmas, dueños de todas esas antigüedades.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"> En un momento, mi papá vio una lámpara horrible en uno de los puestos, pero había tantas personas que era un poco difícil llegar hasta ella. Me pidió que me quedara un minuto parado donde estaba que iba a preguntar el precio. Y eso hice. Me quedé ahí y no le saqué la vista de encima. Vi como se acercaba al puesto esquivando gente. Vi cómo le preguntaba el precio de la lámpara. Vi como sacaba la billetera y le pagaba. Y vi como se iba del puesto admirando lo que acababa de comprar. Suspiré y lo seguí. Le pegué el grito, pero ni bola. Estaba tan embobado con su nueva adquisición que se había olvidado completamente de mí. Empecé a caminar más rápido para alcanzarlo, pero había tanta gente que lo perdí de vista. Lamentablemente mi viejo no es un tipo alto como para encontrarlo fácil por lo que terminé perdiéndolo de vista. Obviamente me envolvió la desesperación. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Estaba perdido en un lugar que no conocía, en una ciudad que no era la mía y sin celular porque en esa época todavía no tenía uno. Me largué a llorar como si no hubiera un mañana. Porque podría haberme guardado las lágrimas, pero desde chiquito mi mamá me enseñó que los hombres sí lloran y yo en ese momento necesitaba llorar con mucha fuerza. Bastaron solo unos minutos de llanto para que un matrimonio se me acercara a preguntarme qué me pasaba. Les conté que había perdido a mi papá y luego de describirlo lo comenzamos a buscar por la plaza principal. Nada. Como pasaba el tiempo y no aparecía, el señor que estaba conmigo me levantó en sus hombros y empezó a aplaudir como si estuviera en la playa. El resto de la plaza lo siguió. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;">Mi papá siguió sin aparecer. ¿Dónde se había metido? De a poco empecé a perder las esperanzas de encontrarlo. Ya me veía en un orfanato solo y muerto de hambre. Me puse a llorar peor. Entonces, el cantante que estaba musicalizando la tarde paró todo y me preguntó cómo me llamaba yo y cómo se llamaba mi papá. No sé cómo hizo, pero en dos segundos se armó un tema que terminó siendo el hit del año: “Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”. Lo van a encontrar en Youtube si lo buscan. También van a ver cómo medio San Telmo la cantaba y mi papá, que andá a saber dónde estaba (porque nunca me supe dónde se había metido), no aparecía. Después de como diez o quince minutos apareció riendose y me abrazó. Obviamente hubo una ovación del público y la banda se consagró por temón. Yo, por mi parte, me sentía muy enojado. Era su único hijo, ¿cómo me iba a perder así? Solo se me pasó el enojo cuando después de salir de la muchedumbre mi papá se largó a llorar con la lámpara que se había comprado en la mano. Me pidió perdón y me abrazó de nuevo. Yo lo abracé más fuerte porque sabía que en realidad había sido todo un desborde por lo que sentíamos a causa de la separación. Cuando nos calmamos, fuimos a tomar un helado y me pidió que por favor no le contara nada a mi mamá. Que fuera un secreto entre nosotros. Obviamente mi video se hizo viral y antes de que llegáramos al hotel mi papá tenía quince llamadas perdidas de mi mamá. No sé todo lo que le habrá dicho, pero perdonar lo terminó perdonando porque hoy en día, después de quince años están juntos otra vez. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkpun5fAdA7t0C2KycMNr5oTPSTlf0SxhdRK--gDwtAJfkdQEcw_hBIfCVMsy5AzUdym2V6Ua3frXJ3Ef3o2SxV9feZCgRrBSkjlWLMMqJFm7mXoK2YkxL7zpwN-7dnKhst6Rm6tjwZxT_7JJUBCO2OMDfsknwhUrm2bWn2SXO7TbX4NHKWwHA60HLiw/s1920/buenos-aires-g387b8b88d_1920.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1440" data-original-width="1920" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkpun5fAdA7t0C2KycMNr5oTPSTlf0SxhdRK--gDwtAJfkdQEcw_hBIfCVMsy5AzUdym2V6Ua3frXJ3Ef3o2SxV9feZCgRrBSkjlWLMMqJFm7mXoK2YkxL7zpwN-7dnKhst6Rm6tjwZxT_7JJUBCO2OMDfsknwhUrm2bWn2SXO7TbX4NHKWwHA60HLiw/w400-h300/buenos-aires-g387b8b88d_1920.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #b45f06;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-alternates: normal; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-51519603953604422982023-03-02T14:32:00.000-03:002023-03-02T14:32:05.711-03:00Coco, campeón del mundo - El final<p style="text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Caminamos hasta el subte (pasamos previamente por el kiosko a comprar cerveza y cigarrillos para Gaby). La calle era puro festejo. Todos cantando y vistiendo los colores de la bandera. Subimos al subte y los cantos siguieron durante todo el viaje. Aproveché que unas chicas se estaban pintando la cara y les pregunté si me pintaban a mí también. Por suerte dijeron que sí sin problemas. Nos bajamos en Callao porque la formación no llegaba hasta la 9 de Julio. De hecho creo que ese fue el último que salió. Si en Villa Urquiza había mucha gente, no se pueden imaginar lo que eran las calles del centro. Caminamos hasta que al fin llegamos. Había gente por todos lados, en la calle, en la vereda, en los árboles, arriba el techo del metrobus y hasta arriba de las lámparas. No sé por qué los argentinos tienen esa necesidad de subirse a lugares altos para festejar. Nos compramos una cerveza más, y nos quedamos mirando todo. Le dije a Gaby que era algo que no nos íbamos a olvidar más. Y espero que así sea. Nos quedamos ahí un buen rato y después nos desplazamos, no me acuerdo por qué. En el medio encontramos un grupo de chicas haciendo carpita para hacer pis. Gaby aprovechó la voleada. Yo no pude, aunque mi vejiga ya me estaba pidiendo liberación. Dimos la vuelta y llegamos al teatro Colón, al que le habían colgado una camiseta gigante de Argentina que decía “campeones”. Avanzamos por la 9 de julio, cantando y saltando. En el medio nos encontramos a un excompañero del colegio que nos dio un abrazo. A eso de las ocho le dije a Gaby que ya era hora de pegar la vuelta, pero no quiso. Le insistí un poco más y nada. Mi vejiga no iba aguantar mucho más. Por suerte en un momento me dijo si quería ir al MC a hacer pis. Le dije que sí, así que avanzamos un poco más hasta Corrientes. Era imposible cruzar para el otro lado. Entonces encaramos por la calle de los teatros en dirección a nuestra casa. Por mis adentros me alegré porque nos estábamos alejando, lo que significaba que ya era hora de volver, aunque esos no eran los planes de Gaby. Cuando se dio cuenta y se resignó, me dijo que hiciéramos la cola para entrar a una pizzería así podía hacer pis finalmente. Por suerte, si bien la cola era larguísima, iba superrápido. Por lo tanto, después de unos quince minutos de espera pude liberar la vejiga. Aprovechamos para comer algo ya que lo último que habíamos ingerido eran los quesos del mediodía. Lamentablemente solo aceptaban efectivo y nuestro capital era de quinientos pesos. Por lo tanto, solo pudimos comprar una porción de muzzarella para cada una. Suficiente para engañar el estómago por un rato. Salimos de la pizzería y comenzamos a caminar porque no había ningún medio de transporte. ¿Llegaríamos hasta Villa Urquiza? En el medio del camino me mensajeé con Silva, mi mejor amigo que también había ido a festejar, pero con el cual no pudimos encontrarnos en el Obelisco porque había tanta gente que no teníamos señal. Me dijo que estaba cerca de donde estábamos nosotras. Por lo tanto, decidimos esperarlo. Vino con otro compañero del colegio, que nos despidió en ese punto porque su familia lo estaba esperando. Caminamos, caminamos y caminamos. Yo ya estaba cansada, tenía sed y hambre así que lo llamé a Martín para que nos viniera a buscar. Me dijo que sigamos caminando por Corrientes, que en algún momento nos iba a cruzar. Eso hicimos. Mientras tanto Silva y Gaby hablaban de bandas y programas que les gustaba y de los cuáles yo no tenía ni idea de su existencia. A medida que nos alejábamos, la gente disminuía, pero la ciudad seguía con el mismo espíritu. Finalmente encontramos a Martín y a Galán en el camino. Lo abracé y le di un beso ya que no habíamos podido festejar juntos. Nos subimos al auto y decimos hacer un automac, pero cuando llegamos había una cola kilométrica de autos. Entonces nos fuimos a comer una pizza cerca de nuestro colegio. En la mesa se pusieron a hablar de lo que fue el mundial. Yo me hundí en mis pensamientos. Cuando terminó la cena, cada uno se fue para su casa. Lamentablemente al día siguiente no fue feriado como todos deseábamos, pero fue un día totalmente improductivo. Toda la Argentina se pasó mirando fotos y videos de lo que había sido el día anterior. Por suerte sí fue feriado al día siguiente porque llegaban los jugadores y al presidente le pareció que el pueblo se merecía salir a festejar con ellos. La idea del martes 20 de diciembre, era que la selección diera una vuelta por toda la ciudad arriba de un micro descapotable. Digo era, porque hubo tanta, pero tanta gente (5 millones de personas específicamente), que el micro solo pudo avanzar 20 kilómetros en cuatro horas. El equipo se terminó yendo en helicóptero a la AFA después de que dos flacos saltaran al micro desde un puente. Uno cayó adentro y el otro terminó en el asfalto. Lo mejor que quedó de ese día fueron los videos y los memes. Ver a semejante cantidad de gente fue impresionante. Ver a Scaloni borracho, muy gracioso. Los memes creo que nunca terminaría de mencionarlos, pero principalmente fueron sobre cómo se quemaron los jugadores por no haberse puesto protector solar. A eso de las cinco de la tarde la gente se empezó a desconcentrar y de a poco se terminaba la emoción de los últimos días. Cuando llegó la noche, Coco que todavía estaba en la Tierra, se sintió conforme por lo vivido y decidió que ya era hora de partir. Recorrió la casa una vez más, subió para darle un último beso a Gaby y se fue caminando despacito al paraíso de los perros. </span></span></p><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXglWInl3PCksHZqBEv94YUVvomh2aEO6raZdBOCqrvtOgNpQltW9fCaKM7lOHL1eG60Ot2JKAioGyIjsFJg2eob_UzErMoHLg61ctDaxak9oo7cTpoKTxUoBrGghiHYWSN2_ykAaFOxUpbAml2KRKPQ61TT_olVVSkcnoMbbMGE10RRq7R92RBaKx-g/s1600/IMG-20221126-WA0032.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1200" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXglWInl3PCksHZqBEv94YUVvomh2aEO6raZdBOCqrvtOgNpQltW9fCaKM7lOHL1eG60Ot2JKAioGyIjsFJg2eob_UzErMoHLg61ctDaxak9oo7cTpoKTxUoBrGghiHYWSN2_ykAaFOxUpbAml2KRKPQ61TT_olVVSkcnoMbbMGE10RRq7R92RBaKx-g/w300-h400/IMG-20221126-WA0032.jpg" width="300" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-48364142321717776692023-02-26T23:07:00.003-03:002023-02-26T23:07:25.708-03:00Coco, campeón del mundo VI<p style="text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Antes de ir a lo de Gaby pasamos por el chino con Martín. La cola para la caja era kilométrica, pero logramos llegar a tiempo a nuestras respectivas sedes. Cuando entré al departamento, se sintió un gran vacío. La falta de Coco se notaba demasiado. Saludé a los gatos, pero claramente no era lo mismo. Me faltaban esos ojos saltones pidiendo queso y ladrando sin parar. Traté de no pensar en él, metí las cervezas en el freezer y ayudé a Gaby a terminar de cortar los quesos.</span></span></p><span id="docs-internal-guid-2a704657-7fff-6dcf-5ae8-60ecbc311716"><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">Un ratito antes de las doce, ambos equipos se formaron en la puerta del estadio y salieron al campo de juego. Lali cantó nuestro himno y una francesa cantó la Marsellesa. Una vez terminada la ceremonia de presentación, los jugadores se prepararon y a las doce en punto sonó el pitido del árbitro. No abrí enseguida el libro. Primero comí nerviosamente todo lo que había en la mesa y tomé agua. El partido estaba siendo verdaderamente emocionante. Los jugadores estaban prendidos fuego. Se notaba que querían ganar. A los 23 minutos Messi metió el primer gol que vimos con el delay de siempre. Celebramos y abrí el libro para dejar de comer. Me puse a leer, pero fue demasiado difícil concentrarme. Sobre todo porque a los 36 minutos Di María hizo el segundo gol. El estadio estalló y me emocioné. A Gaby le empezaron a caer lágrimas y a mí también cuando la vi porque sabía que ese llanto no era por el partido. Traté de alentarla diciéndole que íbamos ganando porque no sabía si quería que la viera así o no. El partido siguió un rato más hasta que llegó el entretiempo. Esta vez no hubo cambio a mesa dulce por la hora que era, pero sí me serví un vaso de cerveza. Como siempre abrí Twitter y le empecé a mostrar a Gaby todos los memes divertidos que encontraba. El partido empezó nuevamente y me serví más cerveza. Los jugadores seguían con el fuego intacto, o por lo menos hasta el minuto 86 en el que Mbappé metió el primer gol para la selección francesa. Y encima la cosa no terminó ahí. A los dos minutos de ese gol, el maldito tortuga ninja metió el segundo. La selección quedó totalmente desestabilizada y nosotras sin poder creer lo que estaba pasando. Me tomé rápido la cerveza porque me di cuenta que en ningún otro partido había tomado alcohol. También me acosté nuevamente en el sillón y me puse a leer. No podíamos perder. Además mi vidente personal me había dicho unas horas antes que éramos campeones. Finalmente, el partido terminó 2 a 2, lo que significaba ir al alargue. Creo que hablo por toda la Argentina si digo que éramos un manojo de nervios. El partido inició nuevamente y a los 108 minutos Messi metió un segundo gol, solo que tardamos un poco en entender que habíamos marcado porque fue de esos goles que se hacen muy cerca del arco y había uno, que no era el arquero, metido adentro y la sacó. Aparte los gritos del edificio de enfrente no llegaron inmediatamente. Gaby se quedó congelada con la mano estirada y yo no paraba de preguntarle si había sido gol. Cuando reaccionó me contestó que sí y nos abrazamos. Gaby empezó a llorar nuevamente y la abracé más fuerte aún. Yo también lloré un poco. Qué cerca estábamos de la copa. Igualmente la alegría duró poco. A los diez minutos los franceses nos metieron otro gol. Íbamos empatados. La desesperación de todos era absoluta. Cuando lo enfocaban a Scaloni se notaba que le estaba por agarrar un infarto. Quería abrazarlo a él también. A los 102 minutos, cuando ya faltaban segundos para terminar el partido, Francia pateó al arco. La hinchada ya estaba lista para meterse en la cancha para celebrar, pero el Dibu estiró su pierna y la sacó. Festejamos como si hubiéramos ganado, aunque en realidad nos estábamos yendo a penales. Lamenté haberme puesto el short que tenía. La última vez que me lo había puesto fue cuando llegamos a penales con Holanda en cuartos de final, pero quise usarlo igual porque si ganábamos e íbamos al Obelisco iba a ser más cómodo que un vestido.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;"><br /></span></span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">Comenzó el tiempo de penales. El primero en patear fue Mbappé. Gol, pero por muy poquito. Messi fue el segundo.Gol. El tercero fue el número 20 de Francia. Dibu lo atajó y el estadio se volvió loco, al igual que él. El cuarto fue Dybala. Gol. Qué cerquita estábamos por Dios. El quinto en patear fue el 8 de Francia que le erró. ¿Cuánto faltaba para ganar? Paredes pateó el sexto e hizo gol. ¿Cómo era que todavía no estábamos festejando? El séptimo fue para la selección francesa. Antes de patear, el Dibu se hizo el vivo y terminó con una amarilla, pero eso lo vimos después, en la repetición. Gol. Quedaba un gol más. Si Montiel lo metía, éramos campeones del mundo. Todos los jugadores estaban abrazados y el resto del mundo paralizado. ¿Finalmente se rompería la maldición y levantaríamos la copa? Los segundos que tardó en patear esa pelota fueron eternos, pero valieron la pena. Esa pelota entró y por primera vez en mi vida vi a Argentina campeón del mundo. Los jugadores y el cuerpo técnico entraron inmediatamente a la cancha. Con Gaby nos abrazamos nuevamente y empezamos a llorar. La emoción era infinita. Miro el video para recordar y me vuelvo a emocionar. Reíamos y llorábamos en loop. La cámara enfocaba a la tribuna y estaban todos igual. No lo podíamos creer. Fui a agarrar más cerveza. Ahora sí era momento de festejar. Gaby la llamó a Nati que estaba en Salta. Estaba igual de emocionada que nosotras. Éramos campeones del mundo. Nos quedamos mirando la tele. Cada segundo tratábamos de guardarlo en nuestra memoria. Queríamos salir corriendo a festejar, pero no podíamos no ver a Messi levantar la copa. Nos servimos más cerveza. Primero les dieron las medallas a los franceses. Después le dieron el premio al Dibu por ser el mejor arquero. Pueden googlear fotos de ese momento. Después le dieron un premio a Enzo Fernández por ser el más joven y uno a Mbappé por ser el goleador. Por último, Messi fue a buscar su premio del mejor jugador del mundial. Una vez que lo recibió, se acercó a la copa y le dio un beso. Luego de las fotos, comenzaron a llamar de a uno a los jugadores argentinos para darles sus medallas. Messi fue el último. En ese momento se le acercó el rey (o no sé qué era de Qatar) y le puso una túnica que es una señal de respeto por haber conseguido la victoria. Una vez puesta la túnica, estiró los brazos para poder recibir la tan deseada copa. La besó y fue caminando hacia el resto del equipo como haciendo saltitos agachado. Cuando llegó, se puso en el medio de sus compañeros y finalmente levantó la copa que tanto le costó conseguir. Era una imagen más emocionante que la otra. Vimos un rato más los festejos y decidimos ir a festejar nosotras al Obelisco.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;"><br /></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjft5F5Mu2ICRGHpp1kZLU0on3vKndmbMC86AaZC7-lDnc-uf4izu6EiUntsgZYXXNDYg6FP7H9-2HwO595-SCFJkOo2HM0W7QHMf6_vsxhROJwlakpp-JMqYS1yzc-NsQG79RMEumW2SO2M32pOFV4n6hUM-GsDQWF5dShNtDAufQw_wxeRDYg96yjjg/s4160/IMG_20221218_154349571.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3120" data-original-width="4160" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjft5F5Mu2ICRGHpp1kZLU0on3vKndmbMC86AaZC7-lDnc-uf4izu6EiUntsgZYXXNDYg6FP7H9-2HwO595-SCFJkOo2HM0W7QHMf6_vsxhROJwlakpp-JMqYS1yzc-NsQG79RMEumW2SO2M32pOFV4n6hUM-GsDQWF5dShNtDAufQw_wxeRDYg96yjjg/w400-h300/IMG_20221218_154349571.jpg" width="400" /></a></div><br /> </span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-82655386390766353822023-02-12T21:31:00.001-03:002023-02-12T21:31:13.405-03:00Coco, campeón del mundo V<p><span style="color: #0b5394;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Se podrán imaginar que luego de saber que estábamos en la final de la copa del mundo y a dos semanas de terminar el año, nadie quería trabajar. Solo se pensaba en eso y eso era la excusa para comer mal, para tomar durante la semana y para salir. Lo único que importaba era la Scaloneta. Nati y Gaby aprovecharon esos cuatro días para irse a Mar del Plata. Mientras tanto, yo me quedé trabajando como podía y contando los días para el domingo. Ese viernes, cuando cerré la computadora y por fin podía manijear tranquila, organicé el resto de lo que quedaba del día ya que Martín se iba y por lo tanto iba a tener una cita conmigo misma. Pensaba ir a misa, luego pedir algo rico para comer y tomar algo mientras miraba la tele. Sin embargo, cuando me estaba preparando para ir, me llegó un mensaje de mis compañeros de trabajo que decía que se estaban yendo de after a Maldini, bar que queda muy cerca de mi casa. Entonces, cambié de rumbo. Me vestí y me fui para allá. A eso de las doce, cuando estaba bailando y tomando con mis compañeros, me llegó un mensaje de Nati preguntándome si estaba. Le dije que sí, que estaba en Maldini y me respondió que ellas estaban de vuelta en Buenos Aires porque había pasado algo horrible. Coco se había muerto. Me quedé helada. Yo que tuve perros toda la vida y ya había pasado por ese triste momento. Sabía lo que se sentía: era como perder una parte tuya. Nos consolamos pensando que en realidad Coco tenía más edad de la que aparentaba y que se había muerto de viejo. Tal vez un poco antes de lo previsto por su enfermedad y lo que había vivido antes de que Gaby lo adoptara. Al día siguiente fuimos a merendar con todo mi grupo de amigos para distraerla un poco y el domingo fui a su casa para mirar la final. Nati volaba así que solo éramos ella y yo. A eso de las 11 de la mañana mandó una foto al grupo en la que se veía a su gato robar un quesito. “Ya tomó la posta de la cábala de robar quesitos”, puso. Pero la verdad es que no fue Jullian el ladrón. Se dice que cuando una persona muere tarda un tiempo en subir al cielo, sobre todo cuando le quedaron asuntos pendientes acá en la Tierra. Yo creo que con los perros pasa igual. Coco había sido nuestra cábala viviente durante todo el mundial y no podía no ver la final. Por eso, yo creo que ese día estuvo con nosotras: se metió por un segundo en el cuerpo de Jullian y se robó el quesito para demostrar que estaba ahí. </span></span></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlwtQOleZZdxyTFfopW-psOmT7oA6-oOarWiVUAjZ2ODp2jgsCCdEtM7JA50mJfBJ5CNh0AgkzlOiR2spEmoCF82iMgE3IzrR5Nunt5C_bqX-C4dF7yYW88qGYMAB-VlNlx2SXmEbUdLBRyWmIMXfeoPEhY_W7EXdV0SVPEUm_imc5YoaLzl3P6fyyWQ/s1600/WhatsApp%20Image%202023-01-01%20at%2020.42.02.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlwtQOleZZdxyTFfopW-psOmT7oA6-oOarWiVUAjZ2ODp2jgsCCdEtM7JA50mJfBJ5CNh0AgkzlOiR2spEmoCF82iMgE3IzrR5Nunt5C_bqX-C4dF7yYW88qGYMAB-VlNlx2SXmEbUdLBRyWmIMXfeoPEhY_W7EXdV0SVPEUm_imc5YoaLzl3P6fyyWQ/w400-h300/WhatsApp%20Image%202023-01-01%20at%2020.42.02.jpeg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-80667702495433918622023-02-02T11:19:00.002-03:002023-02-02T11:19:17.349-03:00Coco, campeón del mundo IV<p><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">El martes 13 de diciembre se jugó la semifinal del mundial. Para ese entonces, ya me conocía a todos los jugadores del equipo y, gracias a las redes sociales, pudieron mostrar un lado humano que hizo que el pueblo argentino los amara aun más. Dibu era el sex symbol del equipo. Tenía 30 años, hablaba perfecto inglés, una sonrisa encantadora y encima iba al psicólogo. Scaloni también se había vuelto muy popular entre las mujeres. El famoso “Qué hombre” y al que todas querían abrazar porque se notaba que aunque siempre trataba de mantener la mente frío, por dentro se estaba muriendo de nervios y presión. El Papu Gómez ya nos había conquistado con sus pasos de baile durante la copa América, pero lo terminamos de amar cuando en un stream que hizo el Kun Aguero mostró que se había hecho el corto de Beckam. Desde ese entonces hasta llegaron a poner su foto en la página de Wikipedia de aquel jugador. Además, se lo reconocía por el amor que le demostraba a su mujer y su familia. Dybala era el que siempre esperábamos que entrara al campo de juego, pero siempre se terminaba quedando en el banco de suplentes. Enzo Fernández era el de la dentadura rara. Julián Álvarez se volvió una joven promesa del fútbol ya que logró meter como tres goles durante el torneo. Rodrigo de Paul, el más controversial por todo el escándalo entre su ex mujer y Tini, su actual novia. Tagliafico, el pibe de los talentos ocultos. No solo jugaba bien al fútbol sino también sabía bailar y cantar muy bien. Mac Allister, uno de mis favoritos: el colorado con risa de delfín. Messi, que simplemente era Messi y el Kun, que en realidad no era parte del equipo por un problema cardíaco que había tenido, pero que siempre estaba ahí metido. Obviamente me faltan jugadores, pero quise nombrar a los más populares.</span></span></p><span id="docs-internal-guid-e2ff77cb-7fff-cf14-db3d-ba355d606fea"><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">Volviendo a aquel día, como el partido cayó día de semana, lo vi sola en casa (con Galán). Como siempre me puse un vestido de la gama de los azules, mi perfume de la suerte y a Galán su remera de Argentina. Le mandé un mensaje a mi vidente: “¿Somos finalistas?”,”Obvio”, me respondió. Cuando terminé de trabajar, me senté en el sillón (esta vez sin la compu del trabajo) y al lado coloqué al “libro cábala”. Antes de comenzar el partido mandamos al grupo nuestras fotos. Yo desde mi casa, Nati a punto de despegar porque ese día volaba (es azafata) y Gaby también en su casa con cerveza, quesitos y Coco. Obviamente. Luego el himno, el silbato del árbitro sonó y el partido comenzó. Les voy a ser sincera. No les puedo contar nada acerca de este partido porque esta vez sí me puse a leer y al no tener a Gaby gritando al lado, lo único que recuerdo bien es que faltando quince minutos, Scaloni metió en la cancha a los tres jugadores que todavía no habían hecho ni un minuto en el torneo. Creo que con ese gesto, las mujeres lo terminaron de amar. Ese día le ganamos 3 a 0 a los subcampeones de Rusia 2018. Cuando terminó el partido, empezaron a sonar bocinazos sin parar. Ya había gente que estaba celebrando en el Obelisco y medio Villa Luro ya estaba en lo de la abuela lalala. Estábamos en la final otra vez. Íbamos a tener revancha después de perder en Brasil en 2014. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiysR9OPkeRSU9MaaEJyhgu9QtiPTWACN7CxWgOuWq1eBe9a8u1q0SDjM8046U0uhER0nla9tDYLbsoQ37QmlKnxotM9J2AIZ1OIOr8B3sX8RhbgvQ3p4J5W7rBmvGZ4Z2UcS8Z5YaXtWbsqpjZVG3qXNQ_NoyIzYUK13W_eGePKLQIXS7JM737Kyj4zw/s2592/IMG_20221213_175835748_BURST000_COVER_TOP.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2592" data-original-width="1944" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiysR9OPkeRSU9MaaEJyhgu9QtiPTWACN7CxWgOuWq1eBe9a8u1q0SDjM8046U0uhER0nla9tDYLbsoQ37QmlKnxotM9J2AIZ1OIOr8B3sX8RhbgvQ3p4J5W7rBmvGZ4Z2UcS8Z5YaXtWbsqpjZVG3qXNQ_NoyIzYUK13W_eGePKLQIXS7JM737Kyj4zw/w300-h400/IMG_20221213_175835748_BURST000_COVER_TOP.jpg" width="300" /></a></div><br /><span style="color: #0b5394;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-70121255968774552202023-01-22T22:44:00.004-03:002023-01-22T22:45:11.554-03:00Coco, campeón del mundo III<p><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">El viernes 9 de diciembre se jugó el partido más picante del mundial. Si todavía alguien no se había subido a la Scaloneta, ese fue el momento. Justo cayó feriado, por lo que nos reunimos religiosamente en lo de Gaby. Ese día hacía muchísimo calor y la casa no tenía aire. Entonces decidí ponerme un short y un top. Azul, obviamente. También me puse mi perfume de la suerte como en todos las ocasiones. El partido era a las cuatro nuevamente. Cociné mi budín de limón y esta vez Nati me pasó a buscar, por lo tanto, no hubo adicionales dulces. Llegamos y como siempre el queso ya estaba listo para ser cortado y Coco bien atento por si caía algo. Nati cortó todo y la ayudé a poner todo sobre la mesa. Gaby se abrió su cerveza y nosotras tomamos agua, al igual que en el resto de los partidos. Por suerte esta vez teníamos un ventilador. </span></span></p><p><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Sonó el himno y me emocioné. Qué lindo que es nuestro himno che. Coco como siempre fue a ladrar al balcón, como si anunciara que el partido debía empezar y nadie podía hacer otra cosa que no fuera mirarlo. Sonó el pitido y arrancó. Miré un rato y como no pasaba nada, abrí el libro de la suerte. Me puse a leer y mientras tanto escuchaba a Gaby gritar. Como les dije fue un partido picante. Mucho golpe, mucho insulto. El árbitro cobraba cualquier cosa y encima no sé por qué teníamos al mundo en contra. (Salvo Bangladesh, que por algún motivo desconocido nos amaba). </span></span></p><p><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">A los 35 minutos metimos el primer gol. Obviamente lo escuchamos con delay, pero aún así se festejó. Coco hizo su gran jugada distractiva y esta vez logró robar una papa con la habilidad de un cachorro. También se fue a ladrar al balcón, pero no para festejar su gol, sino su triunfo. Fuimos al entretiempo y aproveché para cambiar la mesa salada por la dulce. También abrimos Twitter para compartirnos los memes que encontrábamos. Para ese entonces yo ya conocía a prácticamente todo el plantel, por lo que los memes eran todavía más divertidos. Gaby se sirvió otra cerveza más. Nosotras seguimos con el agua. Arrancó el segundo tiempo. La cosa se ponía cada vez más picante, pero no se entendía bien por qué. El cielo estaba cada vez más nublado porque estaba anunciado una lluvia que nunca llegaba. Comí budín y me puse a leer. Por eso básicamente no puedo dar detalles sobre el partido. Igual no se preocupen, personas del futuro que lean este relato, que para eso está Youtube. </span></span></p><p><span style="color: #0b5394; font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">A los 73 minutos del segundo tiempo, Messi hizo un gol de penal y festejó haciéndole “El Topo Gigio” al técnico holandés. A los 90 minutos, el árbitro adicionó diez más. Gaby se quejó y Coco ladró nuevamente. Gaby lo calmó. A los 83 minutos, Holanda hizo su primer gol y unos minutos después marcó el segundo. Teníamos un gran equipo, pero parecía que cada vez que nos metían un gol, era un poco complicado recuperarse. Terminamos yendo al alargue. Cuando se dio el pitido final no solo no se había convertido ningún gol, sino que además el árbitro le había sacado tarjeta amarilla hasta el público. El equipo se preparó para los penales y todos los argentinos para sufrir. Estábamos viviendo la misma situación que en Brasil 2014, solo que aquella vez, el sufrimiento había sido en semifinales. </span></p><p><span style="color: #0b5394; font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Cuando los dos equipos se dispusieron para comenzar con la ronda de penales, Nati se volvió a sentar en la silla y Gaby en el sillón conmigo. Yo abrí el libro.. No tienen una idea lo que es leer con tanta tensión. El primer penal lo pateó Holanda (me niego a decir Países Bajos). Escuchamos los festejos de los vecinos y nos quedamos tranquilas: penal errado. El segundo fue de Messi que muy hábilmente esperó a que el arquero se tirara para patear. Gol. El tercero Holanda lo erró nuevamente y todos cruzamos los dedos. Yo no paraba de leer. El cuarto penal lo pateó Paredes. Gol. Cada vez estábamos más cerca. Solo nos faltaba un poquito más. Lamentablemente el quinto penal, nuestro rival logró hacerle un gol al Dibu. Nos preocupamos, pero no tanto. Veníamos ganando y sabíamos que nuestro arquero estaba muy preparado psicológicamente ya que luego de la derrota con Arabia Saudita había declarado que habló con su psicólogo sobre cómo fortalecerse. (Por eso a lo largo del mundial se volvió un sex symbol. Hoy en día a las mujeres nos gustan los hombres que cuidan su salud mental). El sexto penal de la noche lo pateó Montiel. Gol. Las cámaras enfocaban a la tribuna y se veía a la gente llorar. ¿Cómo no iba hacerlo si estábamos tan cerca de nuestro objetivo? El séptimo penal también fue gol para Holanda. Los nervios aumentaron aunque mi vidente ya me había dicho que éramos semifinalistas. El octavo gol lo pateó Enzo Fernández. Lo tiró para afuera. ¿Acaso era necesario sufrir tanto? (De hecho para escribir este relato estoy mirando la repetición de esta parte del partido y estoy sufriendo nuevamente). El siguiente penal, Holanda lo metió adentro. Nos quedaba un tiro más que iba a patear Lautaro Martinez. Si lo metía, pasábamos a semis. Si le erraba o se lo atajaba, la cosa seguía. Cuando en nuestra tele estaba a punto de patear, se escucharon los gritos del edificio de enfrente. Éramos semifinalistas. Vimos el gol y celebramos. La ilusión no se extinguía. Los jugadores fueron a abrazar a Lautaro, mientras que Messi se desvió y se tiró encima del Dibu, el verdadero héroe del partido. El festejo duró poco. El equipo holandés se metió en el campo de juego y todos empezaron a pelear. Después de que los separaron, finalmente los jugadores pudieron celebrar con su público. </span></p><p><span style="color: #0b5394; font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Igualmente la cosa no terminó ahí. Lo más épico de ese partido fue lo que vino después. Resulta que le estaban por hacer una entrevista a Messi y antes de comenzar la cámara filmó mientras le decía a alguien “Que mirá, bobo. Andá pa yá”. Esa frase épica tardó 24 horas en estar en cuadernos, remeras, tazas y demás objetos. Por esa frase algunos medios dijeron que por fin Messi había sacado su lado maradonniano, que era lo que faltaba como jugador. Otros lo tildaron de “vulgar”. La verdad que si era vulgar o no, daba igual porque lo que importaba era que esa frase ya había quedado inmortalizada para la eternidad. Y para finalizar un día lleno de mística, se largó una tormenta increíble.</span></p><p><span style="color: #0b5394; font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></p><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifhQ-PrOVJyKanUvZaswLH8ImJijdtJ40rMpDlNVWnMCHvJBRefhZ7PGim40ZbjTcBrH_HmXYtU8F2ZYaQDpPCBYAXtqgZwlYp1nX59jx14dcTnbM_0Job6Eg4nW2Ml5Ot25UZ9Ot-t_h2qv7jS7Su79eg2o7OOrn-oQOZlHfkdLgmdqkyE7o-Y2oeCg/s1440/BX3PYOQ2EJHJ3EHMTBTZRCN6X4.webp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="811" data-original-width="1440" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifhQ-PrOVJyKanUvZaswLH8ImJijdtJ40rMpDlNVWnMCHvJBRefhZ7PGim40ZbjTcBrH_HmXYtU8F2ZYaQDpPCBYAXtqgZwlYp1nX59jx14dcTnbM_0Job6Eg4nW2Ml5Ot25UZ9Ot-t_h2qv7jS7Su79eg2o7OOrn-oQOZlHfkdLgmdqkyE7o-Y2oeCg/w400-h225/BX3PYOQ2EJHJ3EHMTBTZRCN6X4.webp" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-51525785106222932522023-01-15T23:13:00.001-03:002023-01-16T10:45:43.517-03:00Coco, campeón del mundo II<p><span style="color: #0b5394;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El tercer partido fue contra Polonia. Fue un martes a las cuatro de la tarde, por lo que no nos pudimos juntar para verlo. Yo lo vi sola en casa. Bah, lo vi con Galán, mi perro, que muy interesado no se veía. Este era un partido decisivo. Si perdíamos: </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Siamo Fuori</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> de la copa. Si ganábamos, quedábamos primeros del grupo y jugábamos contra Australia en octavos de final. Si otro de los equipos del grupo (que no me acuerdo cuál era) tenía determinado resultado, Argentina quedaba segundo y tenía que jugar el próximo partido con Francia, el último campeón del mundo y equipo que nos había dejado afuera en Rusia 2018. Cuando prendí la tele, el partido ya había empezado. Me senté en el sillón con la compu del trabajo y me dejé el “libro cábala” bien cerquita. Antes de empezar mandé una foto de Galán con su camiseta de Argentina y Gaby una de Coco con sus ojos saltones bien atento a los quesitos que estaban sobre la mesa. Esta vez no leí, pero sí aproveché que nadie me iba a molestar para hacer algunas cosas del trabajo que llevaban tiempo, pero no necesitaban de mi atención. En un momento me fui para la cocina y escuché que los vecinos gritaron gol. Corrí hasta el living, miré la repetición y agradecí que estaba sola porque sino sabía que “por cábala” me iba a tener que quedar el resto del partido en la cocina. El partido continuó y al cabo de un rato Argentina metió el segundo y último gol que lo dejó primero en su grupo y con el pase a octavos de final. Muchos fueron a festejar al Obelisco y muchos otros se reunieron en las esquinas de los barrios. Entre esas esquinas, surgió al Abuela lalala. De a poco la fiebre mundialista fue invadiendo a todos y cada vez se hacía más grande, como una bola de nieve. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-d6010c7a-7fff-2725-b98f-895b88315364"><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">El partido de octavos de final lo vi en Córdoba. Justo ese fin de semana me había ido para allá porque uno de mis compañeros del taller literario nos había invitado a su casa (la casa protagonista de “Asomados al pozo”). Me acuerdo de que cuando me armaba la mochila, me di cuenta de que en todos los partidos que había visto me había puesto un vestido de la gama de los azules. Entonces me guardé otro vestido celeste que tenía para ponerme exclusivamente para ver el partido. Llegamos allá el mismo sábado que se disputaban los octavos. Yo había dormido solo dos horas porque el avión salió a las siete y media de la mañana y previamente había ido a la fiesta de fin de año de mi trabajo. No podía más con mi vida y deseaba más dormir que mirar el partido, pero a la vez sentía que no podía dejar de verlo. Un ratito antes de las cuatro salimos para el restaurant que el dueño de la casa había elegido como sede. Cuando estaba de camino, me di cuenta de que me había olvidado el libro, pero ya no teníamos tiempo de volver. Igualmente me sentía tranquila porque tenía puesta mi otra cábala. Además, como en los partidos anteriores, le había mandado un mensaje a la mejor amiga de Martín, que es vidente. Siempre era un mensaje corto. “¿Ganamos”? y ella me contestaba “obvio”. No preguntaba más. Si bien me gustaba tener la tranquilidad de saber que ganábamos o perdíamos, prefería vivir el partido igual que el resto. Cuando llegamos al lugar, pedimos una docena de empanadas y cerveza. Mientras esperábamos que empezara el partido, mis amigas me mandaron la foto de ellas, sentadas cada una en su lugar. También me dijeron que no me olvidara el libro y les mentí diciéndoles que ya lo tenía conmigo, aunque en realidad estaba descansando sobre la mesita de luz. El partido comenzó y le pregunté a Martín qué pasaba si alguno metía gol en contra. “Se cuenta como gol para el otro equipo”, me respondió y volvimos a mirar hacia el televisor. Me puse a observar a mi alrededor. Todos se veían tan felices. Aunque sea una persona a la que no le gusta el fútbol es imposible no admitir que es un deporte que une. Casi llegando al final del primer tiempo Messi metió el primer gol de la tarde. El restaurant se llenó de gritos de festejo. Le di un beso a Martín. Ese fue el primer y último partido que vimos juntos de todo el mundial. Durante el entretiempo me mensajeé con las chicas. Coco ya se había robado el quesito de cábala así que íbamos bien. Empezó el segundo tiempo y el segundo gol no tardó en llegar. Julián Álvarez, quien se volvería una importante figura del mundial, fue el que lo hizo. La emoción era total. Estábamos a solo unos pasitos de pasar a cuartos. Lamentablemente no pudimos irnos sin goles. En el minuto 77 Enzo Fernández hizo un gol en contra. “Fue por tu pregunta mufa”, me dijo Martín, pero yo sabía que íbamos a ganar, por lo que no le di mucha importancia a su comentario. Finalmente ganamos y pasamos a cuartos de final. Automáticamente entré a Twitter y a Instagram para ver los memes y los comentarios del partido. Creo en este mundial las redes sociales fueron clave para manijear a todo el pueblo argentino. Una vez más, muchos se fueron a festejar al Obelisco y muchos otros con la abuela lalala. Nadie lo quería decir, pero todos pensábamos lo mismo. La Scaloneta estaba imparable y hasta no tener la copa en sus manos, no se iba a detener. </span></span></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWRA-T58v3TBLG2clvHf5_jqq0ffpe801FPVLLwC5w17qyn8nIasEk0m7Fit9ZQYL2upzU5E1p271grR7my9Ninxxwb5KncvuTxNdflAP89OMnJd15xXj17rO70Y3dcPBMKia_z5D09TEBqSmMyh2ZpUqIKnrykuk8NHZkOlmoQ_aJ5aGfklzfftsRxQ/s4160/IMG_20221213_162634409.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4160" data-original-width="3120" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWRA-T58v3TBLG2clvHf5_jqq0ffpe801FPVLLwC5w17qyn8nIasEk0m7Fit9ZQYL2upzU5E1p271grR7my9Ninxxwb5KncvuTxNdflAP89OMnJd15xXj17rO70Y3dcPBMKia_z5D09TEBqSmMyh2ZpUqIKnrykuk8NHZkOlmoQ_aJ5aGfklzfftsRxQ/w300-h400/IMG_20221213_162634409.jpg" width="300" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-19837784458626793352023-01-11T22:30:00.003-03:002023-01-11T22:30:15.246-03:00Coco, campeón del mundo I<p><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">En Argentina el 2022 comenzó como siempre, con inflación, inestabilidad económica, inseguridad y pobreza. Pero a diferencia de otros años, también comenzó con una gran ilusión. La selección de fútbol venía de ser campeona de América y en noviembre se disputaba la copa del mundo. Todo el mundo tenía puesta las fichas en “La Scaloneta” y la esperanza aumentó aún más cuando en junio ganaron La Finalissima ante Italia. Si bien en todos los mundiales el pueblo argentino pretendía consagrarse, esta vez se sentía diferente por dos motivos: en primer lugar, porque probablemente sería el último mundial de Messi y solo le faltaba esa copa para declararse como el mejor jugador de fútbol de la historia. Y en segundo lugar, parecía que la maldición que acechaba a la selección desde el el 86 se había roto, luego de que los campeones de ese año finalmente regresaran a agradecerle a la virgen de Tilcara por el título obtenido. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-d0314ec3-7fff-7b9e-30eb-2a01d2057a78"><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">A medida que pasaba los meses, la expectativa aumentaba. La selección estaba imparable y se empezó a formar una mística inigualable. La gente empezó a notar coincidencias con el 86: países que no clasificaban desde ese año, colores de la ropa de los futbolistas, resultados de partidos, etc. Todo indicaba que seríamos campeones. </span></span></p><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Finalmente el 20 de noviembre comenzó el mundial en Qatar. Argentina fue uno de los primeros en competir. Jugábamos contra Arabia Saudita. Supuestamente un equipo fácil de vencer. Por la diferencia horaria nos tocó a las siete de la mañana. Yo no lo vi. No me levantaba a esa hora para trabajar y menos lo haría para ver un partido de fútbol. Cuando me desperté, me llamó la atención que no me hubiera despertado antes por los gritos de gol. Fui hasta el living para constatar el resultado y la cara de Martín lo dijo todo. Habíamos perdido 2 a 1. Aparentemente habíamos hecho más goles, pero los anularon por </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">offside</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">. Nadie entendía nada y lo que era peor, si llegábamos a perder otro partido, nos quedábamos fuera del mundial. Igualmente había una esperanza. En el 86 también habíamos perdido el primer partido. </span></span></p><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Los tres días que nos separaron de la siguiente fecha fueron de tensión total. Hasta yo que no le doy mucha bola al fútbol estaba nerviosa. El sábado 26 de noviembre, a eso de las tres, me tomé el tren y me fui hasta Villa Urquiza a la casa de Gaby, una de mis amigas. Como el partido era a las cuatro, cociné un budín de limón y compré medialunas y cookies. Ese día hacía mucho calor por lo que me puse un vestido celeste. Cuando llegué a la casa de mi amiga, saludé a sus gatos y a Coco, su perro. Al rato llegó Nati, otra de las chicas con muchos quesos y snacks y se puso a preparar la picada. Mientras tanto, Coco, que sufría problemas intestinales y por lo cual no podía comer ni un solo quesito, la miraba muy atento con sus ojos saltones e intimidantes. Yo no sé si me hubiera podido resistir ante esa mirada, pero Nati fue infranqueable. El partido estaba por empezar así que dispusimos la picada sobre la mesa ratona y nos sentamos cada una en un lugar diferente: yo me recosté en el sillón, la dueña de la casa se sentó en el piso y la tercera optó por una silla porque el día anterior de había quemado toda la espalda con el sol. Sonó el himno y comenzó el partido. Coco se acostó al lado de la mesa, pero cada tanto salía al balcón a ladrar. Parecía como si estuviera en la hinchada. La verdad que el primer tiempo no fue nada emocionante. Por lo que Nati se puso a revisar la biblioteca de la Gaby y sacó un par de libros. Me interesó el de “El fin del amor” de Tamara Tenembaum y se lo pedí. Me puse a leer las primeras páginas y fuimos al entretiempo. Aproveché para cambiar la mesa salada por la dulce y nos pusimos a mirar los tweets sobre el partido. ¡Cómo nos acompañaron las redes sociales durante todo el mundial! Pasado los minutos de descanso, volvió a sonar el pitido y la pelota comenzó a moverse nuevamente. Yo abrí mi libro otra vez y después de un rato, escuchamos a los vecinos gritar. Presté atención a la tele. Con unos segundos de delay llegó nuestro primer gol. Lo gritamos igual aunque ya nos lo había </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">spoileado.</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Mientras tanto, Coco aprovechó la distracción para abalanzarse muy hábilmente sobre la mesa y tratar de robarse algo de comida. Logró saborear un pedacito de cookie, pero ante nuestro grito de “¡No!” lo terminó escupiendo. Luego se fue al balcón a ladrar, como si estuviera festejando. El partido continuó y nos dimos cuenta que mientras estaba el libro abierto, el partido para Argentina era favorable. Por lo tanto, Gaby me obligó a ponerme a leer nuevamente. No me acuerdo cuánto pasó hasta el segundo gol, pero también lo gritamos con delay y festejamos cuando el partido finalizó y el marcador mostró el 2-0 que dejaba, por lo menos hasta el siguiente partido, a Argentina dentro del campeonato. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #0b5394;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #0b5394;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_gPdQdlC6icx-enuwMVpIBK3IBvBb4GX8_3AidXI3HHcnfnuo4ik7VNcqqNOEsyhrYCHWT8MXWIVq7SPwjwwJtz9QMVPUxX0jNFy7pFVc_I7CpKHx6xJUp7KrqVXjZNRd0heH0ja4mrAdOcrQS-QaACVYc9sOEhafHH0uRnErZCHIS_ZCEUPKUefsEA/s1600/IMG-20221126-WA0034.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1200" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_gPdQdlC6icx-enuwMVpIBK3IBvBb4GX8_3AidXI3HHcnfnuo4ik7VNcqqNOEsyhrYCHWT8MXWIVq7SPwjwwJtz9QMVPUxX0jNFy7pFVc_I7CpKHx6xJUp7KrqVXjZNRd0heH0ja4mrAdOcrQS-QaACVYc9sOEhafHH0uRnErZCHIS_ZCEUPKUefsEA/w300-h400/IMG-20221126-WA0034.jpg" width="300" /></a></span></div><span style="color: #0b5394;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-77837617562002192192022-09-13T22:50:00.002-03:002022-09-13T22:50:28.116-03:00La rebelión de los chelos<p style="text-align: justify;"><span style="color: #a64d79;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Un día Alfredo, un jubilado de 77 años, viajaba en el tren Mitre. Adelante tenía a dos chicos de unos veinte años que conversaban muy animados sobre la cita que había tenido uno de ellos la noche anterior. En un momento, el que contaba la historia dijo: “Y terminamos en el telo, pero fue malísimo”. Cuando dijo eso, Alfredo abrió los dos ojos como huevos y puso su mejor cara de indignación. No podía creerlo. Estuvo a punto de decirle que era un insolente, pero se contuvo. Se bajó en la estación Florida y caminó las cuatro cuadras que había hasta su casa. Abrió la puerta de un portazo y su mujer, Noemí, que estaba sentada en el living escuchando la radio, le preguntó qué había pasado. “No tengo tiempo de contarte, tengo que llamar a los muchachos”. “¿Dónde está mi libreta?”, le preguntó. Como ya conocía a su marido hacía más de cincuenta años, simplemente le contestó y siguió tejiendo para su primer bisnieto. Cuando terminó de hacer las llamadas correspondientes, Alfredo le pidió a su mujer que preparara unas pizzas porque a la noche iban a recibir a sus excompañeros de la filarmónica de Buenos Aires, orquesta en la que trabajó toda su vida tocando el chelo. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-91985548-7fff-2f8a-37ab-787902497378"><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #a64d79;">A la noche, luego de comer y tomar, los músicos se fueron al garage donde solían ponerse a tocar como en los viejos tiempos. Sin embargo, esta vez no tocaron ninguna pieza. Alfredo habló en voz baja, pero firme: “Tenemos que hacer algo grande, pero vamos a tener que buscar refuerzos porque con nosotros solos no basta. Necesitamos chelos, muchos chelos”. Desde ese momento hasta que se fueron, empezaron a cranear lo que iba a suceder el 18 de noviembre. Se habían propuesto tardar quince días en convocar a todos los músicos y un mes para ensayar. Si bien la mayoría hacía años que no tocaba más allá de las cuatro paredes de su casa, la chispa no se había apagado. Era solo una cuestión de aceitar los engranajes. Los que podían se juntaban martes y viernes en la casa de Alfredo y el resto se unía a través de zoom. Ya todos los nietos les habían explicado a sus abuelos cómo usarlo así que la distancia no era un impedimento. A veces los viernes se quedaban hasta las tres de la mañana. Igual la música la cortaban antes porque no querían que los vecinos se quejaran. Después simplemente se quedaban charlando, tomando unas cervezas y hablando de sus momentos de gloria. La verdad que algunos no entendían bien por qué Alfredo se había empeñado tanto en querer hacer lo que iban a hacer, pero la pasaban tan bien practicando que no les importaba. Cuando faltaba una semana para el gran día, Jorge, uno de los violinistas, consiguió que les prestaran el Colón para ensayar todos juntos. A medida que llegaban al teatro, iban pasando de a grupitos por la puerta de atrás. Con cada paso que daban hacia el interior del lugar, el pecho se les inflaba un poco más. Si bien habían tocado miles de veces ahí, cada vez que entraban era como si fuera la primera vez. Se acomodaron en sus lugares y afinaron sus instrumentos. A más de uno se le cayó una lágrima cuando imaginaron todas esas sillas vacías llenas, como cada vez que hacían un concierto. Hugo, el director de la orquesta se puso en posición y dio la señal para empezar. Comenzaron los violines, luego se sumaron chelos y continuaron los otros instrumentos. Alfredo cerró sus ojos y sonrió de satisfacción por lo que estaba viviendo y por lo que sabía que estaba por venir. Cuando terminó el ensayo, todos aplaudieron y sonreían como si no lo hubieran hecho en años. Para celebrar, decidieron ir a comer al Palacio de la pizza, como en los viejos tiempos. Cuando llegaron, saludaron al pizzero que conocían de hacía años y de a uno encararon para el fondo. La gente que estaba comiendo no podía creer el desfile de chelos que estaba presenciando. Luego de varias pizzas y un infaltable brindis, cada uno partió para su casa a descansar. </span></span></p><span style="color: #a64d79;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #a64d79;">El 15 de noviembre Alfredo salió de la cama de un salto. Casi que no pudo desayunar de la emoción y ansiedad que tenía. Se bañó, se lavó los dientes, se perfumó y se puso su traje aunque todavía faltaba más de una hora para salir de su casa. Luego sacó el chelo del estuche y se puso a afinar las cuerdas. Su esposa lo miraba de lejos y no podía creer cómo amaba ese hombre después de tantos años. Hasta sintió un poco de cosquillas en la panza cuando él la descubrió espiándolo, le sonrió y le tiró un beso. A las diez de la mañana, su hijo los pasó a buscar, cargaron el chelo como pudieron y se fueron para Plaza de Mayo. De a poco comenzaron a llegar todos los músicos y la gente se empezó a acumular para ver qué era lo que iba a suceder. Muchos de los que estaban ahí jamás habían visto semejante cantidad de instrumentos en su vida. Lo que más llamaba la atención era la cantidad de chelos. Algunos se preguntaban cómo era que una persona de repente se levanta y quiere aprender a tocar ese instrumento gigantesco. Cuando comenzaron a llegar los móviles de los noticieros, los músicos terminaron de acomodarse y el director, luego de hacer una reverencia hacia el público, dio la instrucción para empezar. Tocaron un tema tras otro durante media hora. Fue algo simplemente magnífico. Solo bastaba con cerrar un segundo los ojos para que la piel se pusiera como la de una gallina. La ovación del público duró media hora más. Fue realmente un espectáculo increíble, que se transmitió casi como una cadena nacional y cuyo recuerdo quedó por años. Para los músicos también fue un momento único. Volver a tocar en público hizo llorar a más de uno. Pero el más emocionado de todos fue Alfredo, que cuando le preguntaron por qué había organizado semejante espectáculo gratuito, contestó que hacía un mes y medio atrás iba en el tren Mitre y escuchó decir a un chico de unos veinte años que había escuchado tocar un chelo, pero que había sido malísimo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #a64d79;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLZTfFoCVbS86Dex1zn7uPMwsKsJ5ndaAsMvo3sbsscXRAvi0eZrgAnaX1LEWYOG9FWafdPXiyB9IQtZZO0sbtPBLDRW8mtJo6i377UVIprwdBP3ekSZzyUK6A73JO_p7dzvN0Lh7l_2_blm46Xzbb6V3AhWtqbjTR8jFVTrOyvBY8T3aCx0WW9ehLoQ/s3888/manny-becerra-8toEPksNNNk-unsplash.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2592" data-original-width="3888" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLZTfFoCVbS86Dex1zn7uPMwsKsJ5ndaAsMvo3sbsscXRAvi0eZrgAnaX1LEWYOG9FWafdPXiyB9IQtZZO0sbtPBLDRW8mtJo6i377UVIprwdBP3ekSZzyUK6A73JO_p7dzvN0Lh7l_2_blm46Xzbb6V3AhWtqbjTR8jFVTrOyvBY8T3aCx0WW9ehLoQ/w400-h266/manny-becerra-8toEPksNNNk-unsplash.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #a64d79;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-70423262199270060762022-08-07T22:50:00.006-03:002022-08-07T23:13:09.687-03:00Un Travesti en mi Balcón<p><span style="color: #0b5394;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">En la película “Un cuento chino”, el personaje de Darín tenía un álbum en el que pegaba noticias del diario que eran absurdas, de esas que cuando las leés no podés creer que hayan podido ser ciertas. Bueno, la historia que les voy a contar iría de cabeza a ese álbum porque, cuando la lean, seguramente piensen que todo es un invento, pero no. Esta historia es completamente real. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-272f62f7-7fff-a307-dadc-9c56ef271e9f"><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">Con mi esposa vivimos en un edificio que tiene seis pisos. Nosotros vivimos en el quinto y arriba teníamos (digo “teníamos” porque gracias a Dios ya se mudó) el vecino que nadie desearía tener. El problema no era que no saludaba o que ponía música fuerte. Ojalá hubiera sido eso. Hasta hubiéramos preferido que se la pasara cocinando pescado frito todo el día. Pero no. El tipo era un drogadicto y un violento. Cuando el olor a marihuana se empezaba a sentir y escuchábamos sonar su timbre, ya sabíamos que íbamos a tener que llamar a la policía. Vivía solo, pero cada tanto lo visitaba su novia. Cuando lo hacía, al cabo de hora, hora y media, el volumen de la música empezaba a subir y con ella los gritos de ambos que comenzaban a pelearse. Cuando ya empezaban a escucharse golpes en los muebles y el llanto de ella, llamábamos a la policía. El tema es que ella no quería denunciarlo, entonces como llegaban, se iban. Aunque por lo menos el clima mermaba. Nos daba miedo hasta cruzarlo en el ascensor: ¿qué podría llegar a hacernos si se enteraba de que éramos nosotros los que hacíamos el llamado? Charlamos sobre la situación miles de veces en las reuniones de consorcio, pero lamentablemente no podíamos hacer nada. El flaco era propietario. O sea, intocable. Por lo tanto, no nos quedó otra que evitarlo y estar atentos ante cualquier pelea que pudiera llegar a tener con su novia. </span></span></p><span style="color: #0b5394;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.8; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #0b5394;">Una noche estábamos cenando con mi mujer cuando empezamos a sentir el olor a marihuana. Resoplamos sabiendo lo que nos esperaba. Al rato se escuchó el timbre y a él bajar. Tratamos de no darle importancia y terminamos nuestra comida. Miramos un rato la tele y a eso de las doce nos fuimos a acostar: al otro día había que trabajar. Arriba los ruidos eran mínimos, así que supusimos que andaban en buenos términos y nos dormimos pensando que por primera vez no nos iba a visitar la policía. Error. A eso de las tres de la mañana nos levantó un ruido muy fuerte. Parecía como si se hubiera caído algo, pero muy cerca nuestro. De repente empezamos a escuchar unos gemidos. “¿Escuchás eso?”, me dijo mi esposa. “Si”, le contesté. “Parece como si fuera acá”. Los gemidos se oían cada vez más fuertes y más cerca. “Andá a fijarte”, me ordenó. Salí despacio de la habitación y me asomé de a poco al living, con miedo, aunque sabía que era imposible que se hubiera metido alguien a robar a un quinto piso sin antes pasar por el resto de los departamentos. Cuando miré para el balcón, pegué un grito ahogado. Había un bulto moviéndose dificultosamente. Una vez que distinguí que era una persona, me acerqué casi corriendo. Entre las sombras había una mujer únicamente en bombacha y la baranda estaba toda abollada. ¿Cómo pudo haber caído del balcón de arriba? Entré corriendo y le ordené a mi esposa que llamara inmediatamente a la ambulancia y a la policía. Manoteé la manta que solíamos tener sobre el acolchado y volví para el balcón. Cuando me acerqué para colocársela encima, justo abrió una pierna y vi como los testículos se le escapaban de la tanga roja. Me congelé por un segundo y pensé: “Okey. Tengo un trava en el balcón agonizando. Una situación normal que sucede todos los días”.· Los gemidos de dolor me hicieron volver en mí. Le puse la manta encima y mientras mi esposa hacía el llamado de emergencia, comencé a preguntarle a la chica su nombre y cómo había terminado en mi balcón. Me dijo que se llamaba Romina y que era trabajadora sexual. También me explicó que mi vecino se había puesto violento y como corrió riesgo su vida, no le quedó otra que tirarse. De repente apareció mi esposa para decirme que ya había hecho los llamados y se sorprendió tanto como yo cuando se encontró a Romina. No sabíamos qué hacer. No la queríamos mover por las dudas de que se hubiera lastimado alguna vértebra, pero a la vez nos daba cosa dejarla a la intemperie. Optamos por dejarla ahí. No queríamos correr el riesgo de que quedara paralítica. Tratamos de seguir hablándole para comprobar que estuviera bien, pero se notaba que había consumido drogas y no decía más que incoherencias. Por suerte la ambulancia no tardó mucho en llegar. Bajó mi mujer y subió con dos ambulancieros y un policía. Le pusieron un cuello ortopédico y la subieron a una camilla. No sé cómo iban a hacer para bajarla cinco pisos por escalera porque en el ascensor no entraba. Antes de que se terminaran de ir, mi mujer me gritó al oído: “agarrá ya la manta que se están llevando porque me la regaló mi abuela”. Que cosa increíble que son las mujeres. Podemos llegar a estar en el medio del apocalipsis, pero son capaces de reclamarte que no hiciste la cama. No me quedó otra que ir a manotearla. La pobre Romina quedó con todos sus atributos al aire. Igualmente lo peor fue que, cuando pensamos que la noche extraordinaria había terminado, el policía que todavía estaba en nuestro departamento nos dijo que teníamos que ir a declarar a la comisaría en ese mismo instante. Queríamos tirarnos nosotros por el balcón, pero caer directamente al asfalto. Luego de estar dos horas declarando de que no teníamos idea de quién era la persona que había caído en nuestro balcón y que nuestro vecino era capaz de cualquier cosa, volvimos agotados a las siete y media de la mañana. En media hora sonaba el despertador para irnos a trabajar. No había chance de faltar. ¿Qué clase de jefe creería que estuvimos toda la noche en vela porque un travesti había caído en nuestro balcón? Imposible. Igualmente lo contamos. Fue LA historia del día, de la semana y del mes. Cada vez que mencionábamos el tema, nuestro interlocutor abría los ojos como dos huevos y largaba una carcajada. Nosotros también nos reíamos. No podíamos creer qué nos había pasado. Igualmente cada vez que mirábamos la baranda abollada nos queríamos matar. Cuando hablamos con el seguro, nos dijeron que no podían hacer nada, que claramente no existía ningún seguro contra travestis que caen del cielo. En cuanto a Romina, nos enteramos de que salió ilesa de su intento de escape. Lo supimos porque a la semana volvió y rompió toda la entrada. Todavía no entendemos cómo hizo para no terminar estampada contra el piso. Definitivamente no era su día. Por mi parte tengo para decir que durante mucho tiempo pensé que tenía la mejor historia de la vida para contar y hacer reir a todo el mundo, pero un día leí el libro “Las malas” de Camila Sosa Villada. La historia se centra en un grupo de travestis que ejerce la prostitución. Entre ellas se encuentra la autora. A medida que pasan las páginas, uno se va a enterando de las atrocidades por las que tienen que pasar solo por nacer en el cuerpo equivocado. Leer ese libro me abrió mucho la cabeza. Me hizo pensar que tal vez las historias absurdas en realidad lo único que hacen es visibilizar un problema que no sabemos que existe. Si no se hubiera caído un travesti en mi balcón quizás nunca me hubiera llamado la atención el libro que leí y quizás nunca me hubiera dado cuenta de todo lo que había de fondo de mi pintoresca historia. Así que ya saben, si les ocurre algún hecho extraordinario, vayan un poco más allá de la anécdota, porque quizás detrás de todo eso, hay una persona o un grupo minoritario pidiendo ayuda a gritos. </span></span></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaMgHnUPL84tfD9jZQbFyK2T-mQn3Jm32XXvWr7T1-p3xtul0y8F9XHZP3s0SQT9y_jCssaicxovth2io0e42a2AzFcS0m8wz_ksNtSzvYkPQT0rMTGAHlCPMhdYqpDATZ_vhfAL3XNw0r0bMlJDZ7CbKkWri0MxJN0pp7hWheJ7bfzivXqEV01iirbg/s1920/balcony-gacb52a3d6_1920.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaMgHnUPL84tfD9jZQbFyK2T-mQn3Jm32XXvWr7T1-p3xtul0y8F9XHZP3s0SQT9y_jCssaicxovth2io0e42a2AzFcS0m8wz_ksNtSzvYkPQT0rMTGAHlCPMhdYqpDATZ_vhfAL3XNw0r0bMlJDZ7CbKkWri0MxJN0pp7hWheJ7bfzivXqEV01iirbg/w400-h266/balcony-gacb52a3d6_1920.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-40380324838304494622022-06-05T22:59:00.004-03:002022-06-06T15:27:05.723-03:00La pelea<p style="text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Cuando sonó el timbre que anunciaba la finalización de las clases, todos se levantaron apurados y encararon para la plaza que quedaba a cuatro cuadras del colegio. Lo hicieron con carpa porque no querían que ningún profesor ni directivo del colegio se enterara de lo que iba a ocurrir. Nadie quería que el show se arruinara. La bola se empezó a correr ni bien empezó el recreo de las nueve y diez y para cuando terminó a las nueve y veinte todo el secundario ya se había enterado y esperaban ansiosos que terminara el día. Diego y Lucas se iban a agarrar a las piñas. Lucas ya se la tenía jurada desde hacía rato. Nunca pudo superar que Diego le hubiera roto la nariz con la puerta del laboratorio de biología. Lo raro era que no se la hubiera cobrado antes. Nadie lo entendía. Sin embargo, ese día llegó. Al parecer Diego hizo un comentario que a Lucas no le cayó nada bien y esa fue la gota que rebalsó el vaso. “Te espero a la salida”, le dijo al oído mientras la profesora de matemática trataba de explicar qué eran los límites. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-c8efd243-7fff-337c-2f53-3bbb2a1222c2"><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Ya en la plaza se armó una ronda gigante alrededor de ellos dos. Algunos hinchaban por Lucas y otros por Diego. También se habían hecho algunas apuestas. El gordo Fermín de tercero cuarta fue el encargado de contabilizar todo. Dejaron sus mochilas, se sacaron los buzos y se acercaron al centro. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; font-weight: 700; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Te voy a romper todos los huesos, le gritó Diego. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Y yo te voy a dejar sin caminar por una semana, le retrucó Lucas mientras se le tiraba encima.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;"> Empezaron a forcejear y cayeron al suelo. Se tiraban de la ropa y revoleaban manotazos por todos lados. En un momento, Diego terminó arriba de Lucas y pasó lo inesperado. Cuando tuvo la oportunidad, le encajó un beso. Lucas lo empujó con todas sus fuerzas hasta que logró separarlo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">¿Qué estás haciendo, flaco? Vinimos a agarrarnos a piñas, no a hacer escenitas de amor, le dijo Lucas un tanto desconcertado. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Y bueno. Vos me dijiste que me ibas a dejar sin caminar por una semana. Pensé que me hablabas de otra cosa. No sé si me entendés, le contestó Lucas. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Pero qué decis, pedazo de maricón, gritó Lucas. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">De fondo algunos chiflaban y otros pedían silencio, pero todos estaban bien atentos a lo que estaba ocurriendo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Dale, no me digas que ahora te vas a venir a hacer el machito. Si todos saben que te ves con el de historia fuera del colegio, dijo indignado Diego. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">En primer lugar, yo no tengo absolutamente nada con el de historia. No sé por qué se empezó a correr ese rumor. Y en segundo lugar, yo no me hago el machito. Acá todos saben que yo no tengo ningún problema en decir que a mi me gustan los hombres. El problema es que vos no podés venir en el medio de una pelea y encajarme un chupón. ¿Qué te pensás? ¿Qué uno puede ir repartiendo besos por la vida así como así sin pedir permiso? Aparte yo tengo mucha bronca y esa bronca no se va con besos. Yo quiero romperte toda la cara, dijo Lucas casi quedándose sin aliento. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">¿Por qué guardás tanto rencor? Ya te expliqué mil veces que lo de la puerta fue un accidente. Yo solo quería hacerte un chiste para llamar tu atención y bueno, pasó lo que pasó. Pero te juro que no fue intencional. Además, no sé por qué te quejás tanto si te terminé haciendo un favor. Mirá que hermosa nariz tenés ahora. Decime si no te levantaste el doble de pibes desde que te operaron. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Lucas se miró la nariz en el reflejo de un auto. Mientras tanto, entre el público las apuestas habían cambiado. Ahora lo que se apostaba era si Lucas terminaba confesando su amor por Diego o si le terminaba dando la trompada que le tenía jurada hacía años. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Dale, Lu. Aflojá. ¿De verdad pensás que yo tengo ganas de romperte los huesos? Yo estoy acá solo porque pensé que si finalmente me dabas la piña que tanto querías darme, después íbamos a poder hacer las paces y empezar una nueva relación. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Lucas respiró profundamente y se acercó a Diego. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">A mi me gustás desde el primer día en que te vi. Por eso me enojé tanto cuando me rompiste la nariz. Porque pensé que me odiabas. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">No te odio para nada. Todo lo contrario. Y no puedo creer que desperdiciamos dos años por un malentendido. ¿Qué te parece si agarramos nuestras cosas y nos vamos a tomar un helado? Yo te invito. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Lucas lo miró en silencio por un minuto. El público se comía las uñas de los nervios hasta que finalmente le comió la boca de un beso. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"><span style="font-family: Arial; font-size: 12pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">─</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Dale, vamos, le respondió sonriendo. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Todos empezaron a aplaudir y chiflar. Todos menos los que habían perdido la apuesta.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;"><br /></span></span></p><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMygXOCgRlYk6yE_5iqZKXISMpeGmVHzGNti8rXZnBxiQl98J6JPGfCgRIg7FlYUBcoZYnFkyQrLDF0UkdKvJ_6M9W703RWswISJoLtUUQQw0T0iyTBUwk-TWbBbdIsLUKR6B3iyYuK9xN8i8ISmAC80BqMldfc8H2Pvzn5UDSXaG-QU7hkxDCFnVvUA/s1920/classroom-g2ae04a695_1920.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1372" data-original-width="1920" height="286" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMygXOCgRlYk6yE_5iqZKXISMpeGmVHzGNti8rXZnBxiQl98J6JPGfCgRIg7FlYUBcoZYnFkyQrLDF0UkdKvJ_6M9W703RWswISJoLtUUQQw0T0iyTBUwk-TWbBbdIsLUKR6B3iyYuK9xN8i8ISmAC80BqMldfc8H2Pvzn5UDSXaG-QU7hkxDCFnVvUA/w400-h286/classroom-g2ae04a695_1920.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-64339939267098218962022-03-28T23:31:00.002-03:002022-03-28T23:31:08.237-03:00PCR - El Final <p style="text-align: justify;"><span style="color: #bf9000;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Llegué al final del aeropuerto y vi el cartel verde que decía algo en inglés de cinco minutos. Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía leer bien. Entonces en mi cabeza, la que pensaba que el micro era un laboratorio ambulante, leyó que el micrito llegaba en cinco minutos. “ok”, me dije al principio, pero después caí en la cuenta de que era un cartel fijo el que estaba leyendo, por lo que era imposible que estuviera contando el tiempo de llegada. Estaba confundida, muy confundida, pero por suerte en ese momento llegó una chica alta y rubia. Le pregunté acerca del micrito en castellano y, para mi fortuna, me entendió. Seguro era alemana. Todos los alemanes que conocí sabían hablar castellano. Me explicó que el micrito lo que hacía era llevarte hasta el lugar donde hacían los PCR, que era a cinco minutos del aeropuerto. Una vez entendido todo, le empecé a contar mi drama y se compadeció de mí. El micrito llegó y cuando abrió las puertas, el chofer nos preguntó si teníamos turno. Le dije que no desesperadamente y conté nuevamente mi problema. Me calmó a la vez que me daba un papelito y me explicaba que debía entrar a esa página y sacar el turno. Finalmente arrancamos y yo me quedé sin el wifi del aeropuerto. Por lo tanto, no se me ocurrió otra cosa mejor que hacer que ir de punta a punta lamentándome porque no tenía Internet. Llegamos y nos recibió un chico vestido de ambo que nos preguntó si teníamos turno. Le expliqué mi situación y me llevó para dentro de la carpa gigante donde el wifi se me conectó automáticamente. Entré a la página y se me abrió un formulario para completar. Lo primero que había que poner era si te ibas a hacer un PCR o un antígenos. Y debajo aclaraba que el resultado del PCR podía llegar a tardar tres horas. Si eso ocurría, no solo iba a perder el avión, sino también 240 dólares. Pensé en la posibilidad de tirar la toalla y dejar ir mi vuelo. Por suerte otra parte de mi cerebro me dijo: “¡No! ¡No te des por vencida ni aún vencida!” Así que empecé a completar el formulario lo más rápido que pude. Al final me pedía una tarjeta de crédito. Puse todos los números, el código de seguridad y nada. Lo revisé todo para ver si me había equivocado en algún número, pero no. Intenté varias veces y nada. Entonces, me acerqué al chico del ambo y le pregunté si podía pagar en efectivo. Abrió los ojos como dos huevos. Se ve que Argentina es el único país donde es normal pagar con efectivo. Me dijo que si pagaba así, debía abonar la totalidad. Le dije que no había problema, aunque no entendía de qué otra manera podía pagarle si no era la totalidad. Titubeó un poco y se acercó otra a ver qué pasaba. Le explicamos y en un microsegundo me sacó la tarjeta de la mano y la pasó por un posnet. Luego, el chico me llevó hasta unas ventanillas. La que me atendió me volvió a pedir mis datos y cuando le dije mi apellido, vi que presionó las letras incorrectas. Lo único que me faltaba era perder el avión porque el mail no llegaba a destino. Se lo deletreé y le dije que mirara como estaba escrito en mi pasaporte. Después me dio una etiqueta y me ordenó que la revisara. La miré mil veces. No había chance de que hubiera algún dato erróneo que impidiera mi vuelo. Terminado ese trámite, me hicieron pasar a unos box, que era donde te sacaban la muestra. Le expliqué lo más rápido que pude mi situación a la chica que me iba a hacer el hisopado y le supliqué que me dieran el resultado lo más rápido posible. Se rió y me dijo que iba a hacer lo posible. Acto seguido, me hizo tirar la cabeza para atrás y me metió el hisopo sin preámbulos. Los nervios que debía tener que ni lo sentí. Nada que ver a mis dos traumáticos hisopados anteriores. Hecho el trámite, me fui para afuera a esperar el micrito. Cuando llegó, me subí y volví al aeropuerto. Al principio me senté en la entrada y me encontré con los brasileros de la fila.Me dijeron que estaban teniendo algunos problemas para abordar con su perro y yo les conté mi drama. Luego de un rato de charla, me dieron fuerzas y se despidieron. Yo me quería largar a llorar, pero no me salió ni una sola lágrima. Entonces, me puse a rezar. Prometí que si lograba abordar el vuelo, iba a ir cuatro veces a misa. Cuando terminé mi charla con Dios, abrí mi mail. Nada. Refresqué. Nada. Esperé unos minutos más. Nada. Miré el reloj. Ya eran las nueve de la mañana. Necesitaba que mi resultado llegara en los próximos diez minutos. Mientras tanto, me acerqué hacia los mostradores de Avianca. Miré mi celular de nuevo. Nada. Ya casi era la hora, pero me calmó ver que todavía había gente haciendo cola para el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">y hasta que no pasara el último, tenía oportunidad. Refresqué de nuevo. Nada. Para ganar tiempo, me acerqué a la chica que me había atendido y le consulté si debía hacer la declaración jurada de Argentina otra vez ya que en la anterior tenía cargado el PCR vencido. Como no estaba segura, me respondió que la hiciera de nuevo por las dudas. Comencé a cargar mis datos, a la vez que refrescaba mi mail y la fila del </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">seguía avanzando. Cuando llegué a una determinada parte del formulario, me saltó un cartel que decía que ya tenía mi DD.JJ. hecha. Por lo tanto, cerré la página y refresqué el mail una vez más. Bingo. A las nueve y veinte de la mañana, con una sola persona restante para cerrar el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in, ocurrió el milagro. </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Ahí estaba en la bandeja de entrada, el mail que me llevaría a Argentina. Lo abrí a toda velocidad y rogué para que el resultado fuera negativo. Si no, ahí tendría un problema mucho mayor. NEGATIVO. Festejé como si hubiera ganado un mundial. Me acerqué al mostrador victoriosa y la chica se alegró por mí. Hicimos todo el papelerío y fui corriendo para migraciones. Gracias a Dios no había nadie. Luego, me dirigí hacia la puerta de embarque, pero cuando llegué, vi que estaban todos muy sentados. Miré la hora y todavía faltaba un rato para abordar, así que aproveché para ir al baño y comprarme algo para comer. Mientras decidía qué comprarme, le dije algo al vendedor y me dijo “vos hablás castellano, no español. ¿De dónde sos?”, me preguntó. “Argentina”, le respondí y en cinco minutos le conté hasta que me iba a casar. Se mató de risa y hasta aceptó darme cambio de cincuenta dólares sin problemas cuando apenas había gastado siete en un juguito y un pedazo de budín sequísimo. ¿Por qué había tan mala pastelería en Costa Rica? Ya calmada,me senté, me dispuse a desayunar y a decirle a todos los que habían seguido el minuto a minuto de mi novela que finalmente iba a volver al país. Cuando terminé de comer, nos llamaron para subir al avión y luego de un par de horas, aterrizamos en Colombia. Como tenía dos horas de escala, lo primero que hice fue almorzar. El patio de comidas estaba llenísimo y me faltaban mis amigos de escala. Me compré una hamburguesa y busqué una mesa. Estaban todas ocupadas. Solo encontré un lugar en una barra que daba contra la pared, que aparentaba ser del local de comida colombiana, pero que no lo era. Me senté y me puse a revisar mis redes sociales mientras comía. Al cabo de un rato, tiré mi basura y me fui al </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">freeshop, </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Me compré unos chocolates. Me lo merecía después de tanto estrés. Cuando más o menos era la hora, fui para la puerta de embarque. Otra vez me volvieron a pedir todos los papeles, incluso el PCR, que esta vez estaba correctamente. Cuando vieron que estaba todo bien, me hicieron un garabato en la tarjeta de embarque. Llegó la hora de subir al segundo avión. Por fin me iba a casa. Viajar es hermoso, pero volver a casa no se compara con nada. No sé cómo hacen los nómades. Yo siempre necesito volver. Después de cinco horas más de vuelo, en las que no las pasé muy bien ya que me cambiaron de asiento y me mandaron al último que no se inclinaba, y encima no pude dormir nada, llegué a mi amada Buenos Aires. ¿Y pueden creer una cosa? Me hicieron hacer migraciones de forma digital. Nadie me pidió absolutamente ni un solo papel. Pero ya era tarde y estaba demasiado cansada como para enojarme. Agarré mi valija y salí al encuentro de mi novio que también había llegado. Le di un beso y lo abracé casi sin fuerzas. Nos subimos al auto y nos fuimos a casa. Lo único que queríamos era encontrarnos con Galán, nuestro perro. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #bf9000;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #bf9000;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQWwe5-7Ua9z0QvBNdkwzggoPZZ73dMUciwLj3XmlKET6JBTLkjbIQRZn0QyOE-UTxyaVKatFeAcJ0TwZY9FzDLHF--oAAAXfJmDEOC1SOTQKaTZ1OBgtuxDDM9-99FMJBmpSUS94r7I_hBI94YjNZIy-U4bjr_JhAJDj0xqCE37_hRbHMyGTFAFGc5w/s1920/covid-g47eacf1d5_1920.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQWwe5-7Ua9z0QvBNdkwzggoPZZ73dMUciwLj3XmlKET6JBTLkjbIQRZn0QyOE-UTxyaVKatFeAcJ0TwZY9FzDLHF--oAAAXfJmDEOC1SOTQKaTZ1OBgtuxDDM9-99FMJBmpSUS94r7I_hBI94YjNZIy-U4bjr_JhAJDj0xqCE37_hRbHMyGTFAFGc5w/w400-h266/covid-g47eacf1d5_1920.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="color: #bf9000;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-76440337478571429382022-03-20T22:26:00.000-03:002022-03-20T22:26:44.888-03:00PCR I<p style="text-align: justify;"><span style="color: #bf9000;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">El viaje a Costa Rica fue hermoso, pero también muy accidentado (se los cuento por si no leyeron ninguno de los relatos anteriores). Tanto a la ida como durante la estadía pasaron cosas y obviamente como dice la ley de Murphy: “si algo sale mal, puede salir peor”. Es por eso que la vuelta a casa también se vio afectada por imprevistos. Resulta que por el bendito Coronavirus, Argentina exigía la presentación de un PCR negativo para ingresar al país. Este debía hacerse como máximo 72 horas antes del vuelo. Por un error de cálculos, nosotros lo hicimos unas 96 horas antes. Lo peor de todo es que durante esos cuatro días, me di cuenta de lo que había pasado, pero en vez de accionar y hacerme otro, solo repetía sin cesar que no nos iban a dejar volar. Obviamente, Martín, despreocupado como siempre, no se hacía ningún problema al respecto e inventaba excusas por si le llegaban a decir algo. Finalmente, después de estar algunos días en una playa increíble, nos trasladamos hacia San José, la capital, ya que ahí se encontraba el aeropuerto. Llegamos un viernes al mediodía. Martín viajaba ese mismo día a la noche y yo recién al otro día a la mañana. Es por eso que reservamos una noche de hotel. Como cuando llegamos, la habitación que habíamos pagado no estaba disponible, nos dieron una suite increíble. Era gigante y la cama era de otro mundo. Sin embargo, estaba tan nerviosa por lo que podía llegar a suceder en el aeropuerto que no pude disfrutar de ninguna de todas esas comodidades. Mientras que esperábamos la hora en la que Martín debía partir para el aeropuerto, paseamos un rato por la ciudad y a la noche fuimos a un restaurante argentino que se encontraba frente al hotel. Nos sentamos en una mesa en el fondo del lugar y lo primero que nos pusieron fue la panera. ¡Cómo extrañaba comer pan! No entiendo por qué en otras partes del mundo se lo niegan a sus comensales. Yo me pedí un pastel de papas y Martín una milanesa ya que teníamos muchas ganas de volver a comer comida argentina. Sin embargo, cuando llegaron los platos, nos decepcionaron un poco. Tanto la milanesa como el pastel de papas estaban un tanto extranjerizados. Igualmente estaba muy rico todo, sobre todo después de pasar quince días comiendo “casaditos”. Cuando terminamos, volvimos al hotel ya que Martín debía terminar de preparar sus cosas. Para ese entonces yo era una bolita de nervios. Cuando llegó la hora, la combi que lo pasaba a buscar para llevarlo al aeropuerto, arribó al hotel. Bajamos juntos y nos despedimos. Le dije que me avisara si lo habían dejado pasar o no. Volví para la habitación gigantesca y traté de dormir. Imposible. No pude pegar un ojo hasta que me dijo “pasé”. Igualmente también me dijo que lo dejaron pasar porque justo le tocó una chica copada en el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in.</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> Adelanté la hora del despertador un poco más. Necesitaba estar con la mayor anticipación posible para tener tiempo en el caso de que no me dejaran pasar. La noche fue terrible. Casi que no pegué un ojo y me levanté toda transpirada de los nervios. Aunque me había bañado antes de acostarme, volví a hacerlo. Terminé de guardar las pocas cosas que me quedaban y revisé absolutamente toda la habitación para asegurarme de que no me olvidaba nada. Luego bajé hacia el hall principal. El conserje me ayudó a bajar la valija por la escalera. Anuncié que me iba y me senté a esperar la combi que me llevaría al aeropuerto. Me dijeron que tenía café si quería tomar mientras esperaba y también algo para comer. Ja. Si como con los nervios que tenía hubiera podido comer algo. Llegó el chofer. Era un hombre gordo y simpático. Me preguntó cómo había estado el viaje. Le conté un poco y también que Martín me había propuesto matrimonio. Ese fue su pie para hablarme de sus hijas. En esa charla me enteré que en Costa Rica la gente no convive antes de casarse y que es prácticamente un pecado no contraer matrimonio si salís con alguien. Cuando llegamos al aeropuerto, me despedí y entré a buscar donde estaban los mostradores de Avianca. Los encontré y vi que ya había un poco de fila, por lo que me puse detrás del último. Si o si necesitaba ser una de las primeras que atendieran por si tenía que resolver el tema del PCR. Delante mío había una pareja con un perro con el que me puse a jugar. Eran dos brasileños, pero que hablaban perfectamente castellano. Cuando se hizo la hora de empezar el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">, aparecieron los empleados de la aerolínea y empezaron a llamar. Los primeros fueron rápido, pero justo hubo un par que tuvieron problemas e hicieron que se retrasara todo. Tenía ganas de matarlos a todos. No les puedo explicar lo nerviosa que estaba. Finalmente me tocó mi turno. La chica que me atendió me pidió el pasaporte y todos los papeles. Miró todos en detalle y cuando llegó al PCR, se me vino la noche encima. “Este PCR está vencido”, me dijo en tono serio. “¿Cómo que está vencido?”, pregunté haciéndome la sorprendida y agregué “Si me lo hice el miércoles” (mentira, me lo había hecho el martes). “Si, pero hoy es sábado”, me respondió y empezó a contar con los dedos todos los días que habían pasado desde la fecha que aparecía en el papel. Me daban ganas de decirle: “Basta de contar, ya sé que está revencido”, pero en cambio le pregunté si no podía pasar igual. “Claro que no”, me respondió y me dijo que en el aeropuerto hacían test rápidos, que salían 240 dólares, pero que no me podía asegurar que el resultado estuviera antes de que partiera el vuelo. También me dijo que mi pasaje tenía posibilidad de cambio, así que si lo perdía, solo tenía que pagar la diferencia por el pasaje nuevo, pero no uno entero y que toda esa gestión se hacía de forma online. Caos y desesperación. De ninguna manera podía perder ese vuelo. No solo porque no quería pagar más sino porque si el trámite se hacía de forma online no me iba a ir nunca más de Costa Rica. Imagínense que para cambiar mi pasaje afectado por la pandemia estuve un mes comunicándome con la aerolínea todos los santos días. No, no y no. Yo no iba a perder ese vuelo. Le pregunté dónde era qué hacían los PCR. Mientras me hablaba mi mente estaba a mil, de manera que solo entendí que tenía que caminar hacia el final del aeropuerto, que iba a ver un cartel verde en forma de círculo y algo de un micro. Entonces, lo que mi mente entendió era que el PCR te lo hacían en un micro que era una especie de laboratorio ambulante. Muy coherente todo. Salí prácticamente corriendo hacia el exterior del aeropuerto, con mi valija a la que nunca le había podido arreglar la manija que me habían trabado a la ida. Me iba tropezando con ella, tratando de no perder el abrigo que llevaba en la mano y cargando la mochila de mano que pesaba ochenta mil kilos.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #bf9000;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #bf9000;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhEIwqTf-6KMNqUL3ShygxamlyhpTP7r2v7r11hSL6WKWG1EFRFiNLZoYdwdANh2PJZIJmgLwPbfBy3WWfdWL04nRvQ2qKXUT1xZdS51lj_aMrVSv7P4uSScWeHWAJIQbi8q5JEik76wLAfEa0PzozqzM8NIYAbMZ1dU3_XP1YmuO4qFGW1A46sgDUrOQ=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1279" data-original-width="1920" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhEIwqTf-6KMNqUL3ShygxamlyhpTP7r2v7r11hSL6WKWG1EFRFiNLZoYdwdANh2PJZIJmgLwPbfBy3WWfdWL04nRvQ2qKXUT1xZdS51lj_aMrVSv7P4uSScWeHWAJIQbi8q5JEik76wLAfEa0PzozqzM8NIYAbMZ1dU3_XP1YmuO4qFGW1A46sgDUrOQ=w400-h266" width="400" /></a></span></div><span style="color: #bf9000;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-39935309578271849322022-03-06T15:58:00.002-03:002022-03-06T15:58:09.754-03:00La Escala - El Final<p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Cuando me desperté, acomodé todo ya que después de desayunar debíamos ir al aeropuerto otra vez. Ana me tocó la puerta y bajamos al comedor. Estaba lleno de gente. Conseguimos una mesa y me dirigí hacia la parte dulce del buffet. Nunca voy a entender cómo la gente puede desayunar salchichas. Ya en la mesa le pregunté a Ana si había podido hacer el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">check in </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> y me dijo que sí. ¿Cómo podía ser que yo no? Y fue justo en ese momento que me acordé de que en la fila de Buenos Aires, el que se iba a vivir a Colombia, me dijo que cuando quiso hacer el check in no pudo porque le estaba poniendo tilde a su nombre. Inmediatamente saqué mi teléfono. Volví a entrar a la página de Avianca y escribí mi nombre completo sin la tilde en la é de Belén, mi segundo nombre. Santo remedio. En dos segundos tuve mi tarjeta de embarque y con el número de asiento que había puesto en el pase de salud de Costa Rica. Cuando terminamos de desayunar, nos fuimos a nuestras habitaciones y concordamos encontrarnos en el hall principal a las diez de la mañana para irnos juntas hasta el aeropuerto. Por lo tanto, a esa hora en punto estaba en el punto de encuentro. Devolvimos las llaves y nos encontramos con Simón, uno de los chicos del grupete, que se había quedado dormido el día anterior y se había perdido nuestra pequeña excursión por la ciudad. Le dijimos que fuera con nosotras al aeropuerto, que supuestamente la combi del hotel pasaba diez treinta, pero que si no aparecía nos íbamos a tomar un taxi. Por suerte apareció y nos ahorramos diez dólares. Era una combi muy pequeña y adentro éramos como ocho más las valijas. Por suerte era un viaje corto. Cuando bajamos, el chofer empezó a bajar todo el equipaje y de repente, quedó una valija sola y abandonada. Nos percatamos que era de una de las chicas que ya había encarado para la puerta. ¿Cómo te vas a olvidar de tu valija? Como si fuera algo chiquito y poco importante. Simón la corrió y le avisó. Mientras tanto yo me quedé firme al lado de las valijas para que nada les pasara. Cuando la chica se dio cuenta, todos se empezaron a reir. Pasamos y fuimos para el primer piso (o segundo como se dice en Colombia) El lugar estaba lleno de gente y había largas filas por todos lados. Basta de filas. No queríamos más filas. Nos acercamos a un hombre que tenía el uniforme de Avianca y nos ayudó a sacar los tickets para el equipaje. Luego de eso, nos fuimos para la fila del check in. El pobre Simón en realidad no tenía que despachar su valija, pero como él no había podido hacer ninguno de los trámites, tenía que ver qué era lo que sucedía en el mostrador. Mientras hacíamos la fila, seguimos charlando sobre nuestras vidas y observábamos cómo estaban vestidas todas las colombianas de la fila. Parecía que se iban a una fiesta más que a un viaje en avión. Tacos, lentejuelas, remeras abiertas, maquillaje, mucho maquillaje. Y nosotros, en jogging y zapatillas, como buenos argentinos. Si hay algo que me gusta de viajar, es poder identificar a los argentinos. Es tan fácil reconocernos. Luego de una hora de espera, llegó la hora de despachar las valijas. Otra vez me revisaron toda la documentación. Que cansador es viajar en medio de una pandemia. Por suerte mi gran miedo sobre las vacunas fue derribado. Si bien no tenía la vacuna permitida, sí tenía mi seguro de viaje por lo que podía ingresar al país sin problemas. Una vez hechos los trámites, me dirigí junto a Ana y Simón a migraciones. Otra fila eterna. Basta de filas. Ahí nos separamos ya que fuimos todos para diferentes ventanillas y en consecuencia, pasamos por distintos escáneres. Luego de pasar todas mis cosas y que estuviera todo bien, me senté en unas sillas que estaban ahí para ver si aparecían los otros dos. Esperé unos minutos, pero como no los vi, decidí ir para el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">freeshop. </span></span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #741b47;">Empecé a caminar y vi mi amado Victoria Secret. Estaba a punto de entrar, cuando escuché que me chistaban. Me di vuelta y me encontré con Ana y Simón. Quedamos en ir a comer algo ya que todavía faltaban dos horas para despegar, pero primero les pedí que me esperaran que necesitaba entrar a “mi paraíso”. Entonces, entré a Victoria Secret y me compré dos cremas con brillitos y un splash. Luego de mis compras nos dirigimos los tres hacia el patio de comidas. Estaba lleno de gente. Basta de gente. Simón decidió probar comida Colombiana, yo no me quise arriesgar antes de un vuelo y fui para Burger King. Por su parte, Ana quiso comer una ensalada. Odio las ensaladas. Mientras almorzábamos, Simón nos contó sobre su empresa de hongos. Hongos Blanc. Se los cuento nada más por si alguna vez se vuelve un empresario multimillonario. Para que sepan que yo pasé mi escala con él. Ana por su parte nos contó sobre sus juntadas clandestinas durante la cuarentena con los vecinos de la cuadra. Nos matamos de risa. Finalmente llegó al hora de embarcar. Nos acercamos hasta la puerta, pero no había indicios de que fuéramos a subir al avión. Esperamos una hora más. El viaje más interminable de la vida. Mientras nos llamaban por filas, me despedí de mis amigos de escala ya que estábamos todos sentados en lugares diferentes y no sabía si los vería al bajar. A mi me tocó estar al lado de dos colombianas muy emocionadas por viajar. Yo no podía más por mi vida. Lo único que quería en el mundo era llegar. Para colmo, quise poner una película para que se me pasaran rápido las dos horas de viaje, pero por motivos del covid no había entretenimiento. ¿Qué clase de excusa barata era esa? Enojada saqué mi libro y me puse a leer hasta que el avión aterrizó. </span></span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #741b47;">Empezaron a llamar por filas a bajar. En ese momento la vi a Ana y me dio su saludo final. Luego me tocó a mi. Bajé cansada y me dirigí hacia migraciones. Casi me morí cuando vi la fila que había. Me esperaba fácil una hora. Basta de filas. Basta de esperar. Por suerte me encontré con Simón y nos pusimos a charlar un rato. Resulta que él había pagado para estar en business, le sobrevendieron el asiento y encima como no había más lugar arriba del avión le tuvieron que despachar su carry on. Estaba que volaba de ira. La fila avanzaba, pero no llegaba nunca. Cuando me aburrí de hablar con Simón, me conecté al wifi del aeropuerto y me puse a ver redes sociales. También le contaba el minuto a minuto a Martín que me estaba esperando afuera hacía dos horas. Mientras tanto el ambiente estaba inundado de sonidos de pájaros. Si, habían puesto parlantes de los que salían sonidos de pájaros. La cintura no me daba más y los tics no paraban de salir de mi cuerpo. Necesitaba una cama urgente. De a poco la sala se empezó a vaciar. Ya éramos pocos los que quedábamos. Cuando ya estaba cerca de las casillas, empecé a observar a los que te pedían los documentos y a deducir quién me haría menos preguntas. Migraciones siempre me pone nerviosa, aunque no tengo motivos para que me detengan. Finalmente tocó mi turno. Le di todos los malditos papeles y me preguntaron de qué trabajaba. Le respondí todo y cuando puso el sellito en mi pasaporte me sentí un poco liberada. Fuimos con Simón a agarrar nuestras valijas ya que él había salido al mismo tiempo que yo. Eran casi las últimas que quedaban. Caminamos hasta la puerta de salida y el calor nos abrazó. Le pregunté si lo había ido a buscar su novia y me respondió que sí. Cuando divisé a mi novio, despedí a mi amigo de escala y fui a abrazarlo y a darle un beso. Sentía que no lo veía hace siglos. Le encajé la valija y fuimos hasta donde estaba nuestro auto alquilado. Todavía nos quedaban dos horas de viaje hasta nuestro primer destino: Manuel Antonio. Basta de viajar. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #741b47;"> </span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #741b47;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjlwbbQ8tIs4IWxqE9PChZN4XliHuwoOYPVWtgBVre__j4ZSl58fpWMSllbKj1sK0ZDWkCrB2Jmi5Nmjc1aHplHsBVVcYxG0NNGMx9n6GO4g0ozKkXKpc7VrtsVKzbLWy6g1KDBFpWnp6nixQrpQgcfhPHY2u5NtXfVbQKFVzB4K8GY5aW9oJBeKzt4Xw=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjlwbbQ8tIs4IWxqE9PChZN4XliHuwoOYPVWtgBVre__j4ZSl58fpWMSllbKj1sK0ZDWkCrB2Jmi5Nmjc1aHplHsBVVcYxG0NNGMx9n6GO4g0ozKkXKpc7VrtsVKzbLWy6g1KDBFpWnp6nixQrpQgcfhPHY2u5NtXfVbQKFVzB4K8GY5aW9oJBeKzt4Xw=w400-h266" width="400" /></a></span></div><span style="color: #741b47;"><br /></span><p></p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-61135448651377274262022-02-20T23:24:00.003-03:002022-02-20T23:24:36.797-03:00La Escala III<p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Cuando llegamos al hotel, entramos y otra vez tuvimos que hacer fila. Estábamos hartos de las filas. Mientras esperábamos, escuché cómo a unos del grupete de los que iban a República Dominicana les habían dado mal los vouchers y en vez de darle el hotel por dos noches, se la habían dado por una. Me dieron mucha lástima. No solo les habían encajado una escala de dos días sino que tenían que volver al aeropuerto a solucionar el problema que les habían generado los inoperantes de la aerolínea. Finalmente cuando me llegó mi turno me dieron mis vouchers para comer y la tarjeta de mi habitación. Subí hasta el sexto piso junto a mis compañeros de taxi y cuando abrí la puerta no lo podía creer. Era una habitación gigantesca, con dos camas de dos plazas cada una y una vista a la ciudad. Lo primero que hice fue sacarme el maldito barbijo y la riñonera con la plata. Después me tiré de cabeza a la cama. Creo que no existen las palabras adecuadas para describir la perfección de esa cama. Estuve un rato tirada hasta que se hizo la hora de almorzar y bajé a cambiar mi voucher de comida al restaurant. Cuando entré, la vi a Ana y a Simón, el chico que nos había pagado el taxi y que también iba para Costa Rica a ver a su novia. Me senté con ellos y luego se sumó otro de los chicos que se iba a República Dominicana. Nos pusimos a charlas de nuestras vidas y decidimos ir a pasear a la tarde para aprovechar nuestra estadía inesperada en Colombia. En ese momento me acordé de lo lindo que era viajar solo y poder hacer actividades con gente que hasta ese momento no sabías ni de su existencia. Después de comer, nos fuimos cada uno a su habitación. Necesitábamos dormir un poco. Yo me puse la alarma porque no quería quedarme dormida y perderme de conocer aunque sea un poco de Colombia. Fueron una o dos horas maravillosas de sueño. Cuando sonó la alarma, me estiré y salí de la cama un poco somnolienta. Abrí la valija y me puse un short porque parecía que había aumentado la temperatura y no quería morirme de calor. Bajé al hall central y todavía no había nadie. Me senté en uno de los sillones a esperar. Mientras tanto, veía como dos novias se sacaban fotos. Se ve que el hotel de cuatro estrellas también tenía salones para eventos. Después de esperar unos diez minutos bajó Ana y se sentó al lado mío. Nos pusimos a charlar y le ofrecí unas Melba. Yo siempre me llevó mis galletitas a los viajes por si no me llega a gustar lo que hay de comer en el lugar. Luego de media hora deducimos que los chicos se habían quedado dormidos y no se iban a sumar a la salida. Por lo tanto, nos tomamos un taxi en la puerta y nos fuimos para un parque que me había recomendado una compañera de trabajo que vivía ahí en Bogotá. Llegamos y arreglamos con el taxista que nos pasara a buscar en una hora y media. Antes de bajar nos advirtió que no nos metiéramos para adentro porque era peligroso. Luego de darle las gracias, bajamos y nos fuimos para el “parque” que en realidad era una plaza. Justo había una feria así que caminamos por los diferentes puestos y escuchamos un poco de la música que estaba tocando una banda sobre un escenario. Después le sugerí a Ana merendar algo y fuimos para Juan Valdés que estaba en una de las esquinas. Entramos y pedí un latte y una torta de chocolate que me ofrecieron calentar. Como me pareció raro calentar una torta, le dije que no, pero después me arrepentí un poco porque hubiera estado buena probarla caliente. El lugar estaba lleno de gente, pero igualmente encontramos una mesa para sentarnos en el patio exterior del lugar. Me puse a observar todo y me pareció muy loco estar ahí sentada, en un país en el que no pensaba estar, en frente de una desconocida, tomando un café que nunca tomo porque no me gusta y mostrándole las fotos de mi perro salchicha. Los viajes son mágicos. De eso no cabe duda. Cuando se cumplió la hora y media, fuimos hasta el lugar pactado con el chofer que nos iba a buscar. Nos subimos al auto y emprendimos la vuelta. Mientras recorríamos las calles, le empezamos a preguntar cosas sobre Colombia al conductor. Nos contó cuál era el árbol típico, cómo estaban con el Covid, qué otros lugares había para recorrer y algunas cosas más. Llegamos al hotel y otra vez nos separamos, para irnos cada una a su habitación, aunque al cabo de un rato Ana volvió a tocarme la puerta para pedirme ayuda con el check in que no pudimos hacer y con la televisión que tampoco le pude arreglar. La despedí y me fui a duchar. Una vez limpia, bajé a cenar, pero esta vez sola. En el comedor me encontré con uno de los chicos del grupete, el que iba a viajar a República Dominicana. Estaba comiendo con otras chicas por que me senté sola en otra mesa. Cuando el chico, cuyo nombre no me acuerdo me vio, me pidió disculpas por no haber ido a la salida y se excusó diciendo que se había quedado dormido. Comí en silencio y volví a subir a mi habitación. Puse la tele mientras intentaba hacer el check in, pero tampoco pude hacerlo. Maldita aerolínea. Como no había nada interesante en la tele, abrí mi compu y me dispuse a mirar el final de la serie </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">You, </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">sin importarme que la estaba viendo con mi novio. Cuando la terminé me puse a leer, para adecuarme al silencio de la inmensa habitación. Era la primera vez que dormía sin Martín y sin mi perro en mucho tiempo. Luego de un par de capítulos, mi cuerpo me pedía que cerrara los ojos de una vez por todas. Entonces fui al baño y dejé la luz prendida. También me aseguré de que el despertador estuviera puesto. Igualmente, como era de esperarse, me desperté a eso de las cinco de la mañana con el miedo de haberme quedado dormida. Intenté hacer el check in otra vez, pero no me dejó. Había algún dato erróneo, pero no me daba cuenta cuál. Me volví a dormir hasta que sonó la alarma. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #741b47;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhoMcMzz2OniKwUNVs_XQlietEE4BwK5ilSRj6T2VaFgzq-GMxDnB5MAKT4QkxKiplKU2FuVc4LfqyTs8dhql7k-Fxw5JUDWZxByzq2TNmEifJ8_DT8JM6Fr8CRmrMtus9mpKPH0N6931GoZOuc4gY6WUhwCGOfnsw7H399BJ3mFYNrHEesBxidDgVEzQ=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1445" data-original-width="1920" height="301" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhoMcMzz2OniKwUNVs_XQlietEE4BwK5ilSRj6T2VaFgzq-GMxDnB5MAKT4QkxKiplKU2FuVc4LfqyTs8dhql7k-Fxw5JUDWZxByzq2TNmEifJ8_DT8JM6Fr8CRmrMtus9mpKPH0N6931GoZOuc4gY6WUhwCGOfnsw7H399BJ3mFYNrHEesBxidDgVEzQ=w400-h301" width="400" /></a></span></div><span style="color: #741b47;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span></p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-42703568990794057082022-02-13T23:12:00.002-03:002022-02-13T23:12:24.625-03:00La Escala II<p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Cansada, muy cansada subí las escaleras eléctricas y me acerqué a la famosa puerta donde los viajeros se despiden de sus familiares y amigos. No había nadie y yo no tenía a nadie de quién despedirme porque Martín se había ido y mi papá se había ido del aeropuerto hacía horas. Saludé al policía que estaba ahí y encaré para donde te hacen pasar por el detector. Solo había una chica con su perrita y los policías que estaban hablando sobre una salida. A la chica la detuvieron porque llevaba una tijera en la mochila. Yo pasé como si nada. Después me fui para migraciones (¿o fue al revés?). Era increíble no ver ni a una sola persona. Ahí escuché el mejor sonido del mundo, el del sellito en el pasaporte. “Buen viaje”, me dijo el que estaba ahí y me fui para el </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">freeshop</span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> a descargar un poco de estrés mirando perfumes y chocolates que no me iba a comprar. Todavía faltaba un tiempo para subir al avión. Era como si el tiempo no pasara nunca. Me senté en un lugar, después me cambié, después fui al baño, me senté en otro lugar, hasta que por fin nos llamaron. Antes de subir al avión nos pidieron una vez más todos los papeles y nos advirtieron que solo se podía embarcar con determinados barbijos. Como tenía de sobra, le regalé uno al chico que estaba adelante en la fila y que tenía uno de los no permitidos. Caminé por el pasillo del placer, ese que te lleva hasta las vacaciones, a una experiencia única o a ver a esa persona que tanto querés. Saludé a las azafatas, busqué mi asiento del lado del pasillo, (porque una persona con piernas largas como yo necesita pasillo para no sentirse ahogada) y esperé al despegue. Después de eso no me acuerdo mucho. Creo que nos dieron algo de comer, pero prácticamente dormí las cinco horas que había de viaje hasta la escala. Aterrizamos a eso de las ocho de la mañana. Bajamos y ahí empezó todo. Me dirigí hacia migraciones ya que, como debía permanecer en el país, tenía que registrar mi visita. Mientras hacía la fila sentí nervios otra vez. Cuando pasé al mostrador me preguntaron el motivo de mi viaje y respondí que estaba de tránsito. Me pidieron el pasaje de Colombia a Costa Rica, que no tenía. Nerviosa, le expliqué que tenía habilitado el <i>check in</i> recién al otro día, pero la verdad que no me dieron mucha bola. Me sellaron el pasaporte y me dejaron ir. Busqué mi valija y me dispuse a buscar la oficina de Avianca hasta que vi a un hombre con la campera de la DIAN que es como si fuera la AFIP de Colombia. Ahí me acordé que antes de salir había que pasar por el escáner otra vez. Caminé hacia ese lugar, llena de tics porque el estrés suele aumentar mi Tourette. Cuando pasé por la puerta, el de la DIAN que había visto de lejos me frenó. Me preguntó si tenía algún tipo de tic y me contesté que tenía Tourette. Hizo un gesto con la boca como de lástima y me dijo que pensó que me estaba peleando con alguien por teléfono porque me había visto desde la otra punta moverme mucho. Me reí y le dije que solo eran tics. Me preguntó cuanta plata traía y cuando le dije la cifra se rió y me dejó pasar. Faltaba que me dijera “pasá, pobre”. El escáner dio todo bien así que cuando finalmente fui libre, me dispuse a buscar la oficina de Avianca. Le pregunté a uno que trabajaba en el aeropuerto. Me dijo que estaba en el segundo piso, pero cuando subí al ascensor resulta que había solo uno. ¿Por qué le decían segundo piso al primero? Ya arriba volví a preguntar. Está por allá, me señaló uno. ¿Dónde es allá? Hice una vista panorámica y vi unos mostradores de Avianca. Me acerqué hasta ahí. A todo esto me habían trabado la manija de la valija, por lo que maniobrar con ella era una verdadera pesadilla. Me acerqué y le pregunté a uno de Avianca adónde debía ir. Me mandó para un lado y de ese lado me mandaron para el otro. ¿Nadie podía compadecerse de mí acaso y darme una solución rápida? Finalmente llegué hasta la persona que me dio los vouchers del hotel y la comida. También me dijo que fuera hasta el estacionamiento donde encontraría una camioneta del hotel que me llevaría gratis hasta ahí. Bajé cansada, llena de tics, con dolor de espalda, harta del barbijo y con ganas de tirarme en una cama de una buena vez. Fui hasta el punto donde me dijeron que esperara. Pasaron cinco minutos y nada, quince minutos y nada. Ya se había empezado a acumular gente con la que me puse a hablar. Todos nos quejábamos. ¿Qué otra cosa íbamos a hacer después de la desastrosa experiencia que nos había brindado la aerolínea? Después me quedé charlando con Ana, una señora de Villa Ballester que había ido a visitar a su hermano. Me contó que un año ella viajaba para Costa Rica y otro él viajaba para Argentina, pero que con la pandemia hacía dos años que no se veían. También me contó que tenía la valija llena de dulce de leche y que no había podido llevar las tapas de empanadas por la imprevista escala de treinta horas. Entre charla y charla ya había pasado una hora de espera y algunos del grupo empezaron a tomarse taxis porque no querían esperar más. En eso se nos acerca un muchacho y nos pregunta si queríamos compartir un taxi hasta el hotel, que él lo iba a pagar. Con tal de no esperar más, le dijimos que si y nos subimos a uno de los tantos autos amarillos. Fueron tan solo diez minutos de viaje. Hubiéramos llegado caminando con todo lo que esperamos. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #741b47;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgN2mD3D37KsS9apfwQ52-Mp7nmlhWKNDouQz0kW3hc5IxAmkugIlh6XHhkErUZj0JmZNJfThKbNB0X8IoozDv26yNinxChbaUurTErW6qcKexLLiM8_OVfM-Lgb06Wqh3mzWsjW-aisVyJ5kOuBl6uqeveMttnFyn57Ax4A7F9AX7aAhNEX4hnYSqSQw=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1313" data-original-width="1920" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgN2mD3D37KsS9apfwQ52-Mp7nmlhWKNDouQz0kW3hc5IxAmkugIlh6XHhkErUZj0JmZNJfThKbNB0X8IoozDv26yNinxChbaUurTErW6qcKexLLiM8_OVfM-Lgb06Wqh3mzWsjW-aisVyJ5kOuBl6uqeveMttnFyn57Ax4A7F9AX7aAhNEX4hnYSqSQw=w400-h274" width="400" /></a></span></div><span style="color: #741b47;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-35210861156029786812022-02-06T22:39:00.003-03:002022-02-06T22:39:32.510-03:00La Escala I<p style="text-align: justify;"><span style="color: #741b47;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Cuando algo está enyetado, está enyetado. No hay vuelta que darle. Por ejemplo, mi viaje a Costa Rica lo estuvo desde el primer momento. Me acuerdo que cuando estuve a punto de sacar el pasaje, allá por 2019, decidí no hacerlo porque todavía no me habían efectivizado en el trabajo y no sabía que iba a ser de mi en el futuro. Luego, esa incertidumbre me salió cara porque cuando en enero me metí nuevamente para sacar mi boleto, el Gobierno había decidido poner veinte millones de impuestos a los viajeros, seguramente para pagarle el sueldo a todos los ñoquis que trabajan ahí. Por lo tanto, un pasaje que solo salía treinta y cinco mil pesos, me terminó costando cincuenta mil. No solo eso, a dos meses de viajar, a Dios se le ocurrió mandar una pandemia de Coronavirus por lo que mi viaje fue rotundamente suspendido. La historia de la pandemia ya todos la saben, así que vamos a hacer una elipsis hasta un año y medio después.</span></span></p><span id="docs-internal-guid-0c96fee1-7fff-7607-96ad-2c67a9051e8f"><span style="color: #741b47;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">Nervios, nervios y más nervios. Así se puede definir el comienzo del viaje. Para empezar, no sabíamos si íbamos a poder viajar (digo sabíamos porque en el medio de la cuarentena me puse de novia y el susodicho se sumó al viaje que iba a hacer sola) ya que las fronteras no terminaban de abrir y quedar varados en Costa Rica no era una opción. Por suerte abrieron dos semanas antes. Sin embargo, aunque nos sacamos ese problema de encima, sumamos otro nuevo: todo el papelerío y la investigación que había que hacer para viajar por el tema Covid. Empezamos a leer las páginas de todas las embajadas y empezamos a tachar las cosas de la lista: PCR, no se necesitaba. Tachado. Seguro de viaje. Comprado. Tachado. Pase de salud. Solo se podía hacer un día antes de viajar. Pendiente. Vacunas: este ítem hizo que los nervios se me pusieran de punta hasta el último momento. Resulta que en un momento, la página del ministerio de salud de Costa Rica decía que solo aceptaban las vacunas que ellos daban, pero los que no tuvieran esas vacunas podían ingresar al país con un seguro de viaje. Por supuesto, la vacuna que me había dado yo no estaba entre las permitidas. Entonces, todos los días ingresaba a la web para verificar que no hubieran cambiado las reglas. El tema estuvo cuando ese párrafo explícito desapareció y la cuestión se daba a entender, pero no del todo. ¿Me iban a dejar pasar o no? Por ese temita estuve toda la semana previa sin poder dormir bien, aunque no lo crean. Igual lo peor fue después. El </span><span style="font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">check in</span><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;"> solo se podía hacer veinticuatro horas antes y lo necesitaba para poder completar el pase de salud ya que me pedían el número de asiento.¿Qué pasaba si no me lo aceptaban? La noche anterior al viaje fue terrible, casi que no pude dormir. Encima me desperté como a las siete de la mañana, intenté hacer el </span><span style="font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">check in </span><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">y no pude. Caos y desesperación. Me puse a trabajar e intenté nuevamente a eso de las once de la mañana. Pude entrar perfectamente a la página, pero el problema estuvo cuando vi un cartel que decía “vuelo demorado” y aparecían unas treinta horas de escala en Colombia. ¿Cómo iban a avisarnos semejante cambio de itinerario el mismo día? Intenté llamar a la aerolínea. Imposible. Si hay algo por lo que se destaca Avianca es por no tener ningún canal de comunicación rápido que funcione. Entonces le escribí a Vianca, el bot del Whatsapp de la aerolínea con el que estuve luchando un mes seguido para que me cambiaran el maldito pasaje que me habían dejado abierto en 2020 (esta historia no se las cuento en detalle porque no los quiero estresar tanto como lo hice yo). Pulsé la opción de “información de mi vuelo” y no marcaba ningún cambio de itinerario. No solo eso, a los pocos minutos llegó un mail que si mencionaba el retraso del vuelo, pero no decía nada de las treinta horas de escala en Colombia. ¿Tanto cuesta tener una comunicación adecuada? Con ganas de llorar hice el </span><span style="font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">check in</span><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;"> igual porque lo necesitaba para hacer el pase de salud. Por suerte, ese bendito pase solo implicaba completar un formulario y se generaba un QR. Un problema menos. Tachado. Ahora solo necesitaba saber a qué hora iba a salir mi vuelo y qué iba a ser de mi vida cuando llegara a Colombia. ¿Qué iba a hacer si debía quedarme treinta horas en el aeropuerto? ¿Qué iba a hacer con mis cosas? ¿Cómo iba a hacer para estar despierta tanto tiempo? Con toda esa angustia me fui hasta el aeropuerto. Por suerte mi novio salía antes de manera que me fui con él bien temprano por las dudas de que en realidad mi vuelo saliera en horario. Empezamos a hacer su fila. Ahí nos enteramos de que necesitábamos una declaración jurada para salir de la Argentina, pero que gracias a Dios la podíamos hacer ahí mientras esperábamos. Despachó su valija sin problemas y fuimos a cenar algo ya que todavía faltaba un poco para que tuviera que embarcar. Después de un rato nos despedimos y como vi que en los mostradores de mi vuelo ya había fila, fui para allá. Pensé que quizás, finalmente, el vuelo iba a salir en horario. Ilusa. ¿Saben cuánto tiempo estuve haciendo esa bendita fila? TRES HORAS. Si, así como lo leen. Como el vuelo en el que viajaba se retrasó, y ese vuelo tenía conexión con muchos otros vuelos más, cada vez que alguien llegaba al mostrador estaba veinte minutos reloj para resolver su problema. Mientras tanto charlábamos entre todos. Conversé con una familia colombiana que llevaban tres carros llenos de valijas e inclusive una tele. Resulta que habían estado viviendo en Argentina por algunos años, pero no les quedó otra que volverse a su país porque la cosa no daba para más. También charlé con una pareja que estaba yendo a República Dominicana porque su trabajo les había dado un premio. Afortunados. Otro con el que hablé fue con el chico que estaba delante mío en la cola. Tenía la misma edad que yo y también iba para Costa Rica solo que él se iba a quedar dos meses. Me dijo que después de estar una hora en el teléfono a la mañana logró comunicarse con Avianca. Le dijeron que efectivamente el vuelo estaba retrasado y que debíamos estar treinta horas en Colombia. También me dijo que había negociado un hotel para quedarse y que yo debía hacer lo mismo. Así que estuve practicando mi </span><span style="font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">speech </span><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;">el resto de lo que me quedó de la fila. Mientras seguíamos esperando, se sumó a la charla el que estaba atrás nuestro. Él también se iba a ir a vivir a Colombia. Se quejó de la economía del país, pero la verdad era que era una persona que ya había vivido en otros países. Finalmente fue el turno del chico que estaba delante mío. Escuché bien atentamente todo lo que le pedían. y vi cómo tuvo que abrir la valija para pasar algunas cosas a un bolso porque no sé qué era que no podía llevar. Cuando la abrió, me sorprendí porque llevaba solo cuatro mudas de ropa para dos meses. El resto era comida y regalos. También me reí porque pensaba meter en el bolso de mano una zapatilla eléctrica. Con el de atrás mío le hicimos seña para que la sacara. Cuando terminó de rehacer sus valijas, le preguntó al del mostrador si para entrar a Colombia necesitaba PCR y le contestó que no. Respiré aliviada porque si bien tenía el papel que constataba que me había hecho un hisopado, no puedo decir que realmente haya sucedido eso. Finalmente, cuando el chico de adelante dejó el mostrador y yo ya estaba dando mis primeros pasos hacia él, el chico que atendía hizo pasar a una pareja que estaba haciendo una fila paralela. Resoplé de la bronca, pero por suerte me llamaron de otro mostrador al instante. Ahí mis nervios empezaron a esparcirse por todo mi cuerpo ya que era el momento de la verdad, el momento en el que iba a saber si todos los papeles que tenía para viajar eran los correctos. Le entregué el pasaporte, el pase de salud de Costa Rica, la declaración jurada de Argentina y también la de Colombia que tuve que hacer mientras hacía la fila. También me pidieron el PCR. Saqué temblorosa la hoja y se la di con mucho miedo. La miró, la miró, la volvió a mirar y se la mostró a una compañera. La gota gorda empezó a recorrer mi cara. Gracias a Dios la compañera le dio el visto bueno y luego de teclear algunas cosas en la computadora me devolvió todo junto con la tarjeta de embarque. “¿Sigue estando esa escala de treinta horas en Colombia?”, pregunté y me dijo que sí, pero que me correspondía un hotel, que cuando llegara a Colombia me dirigiera a la oficina de Avianca y ahí me iban a resolver todo. Un problema menos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjfJ55HiuPLI2LGvbl1zmUvUUkTjEnaxrnMSyKd2xXAJtssFQl4PfnYvlYuYEMBcQL0ARbrST57M-IA6jEv_A40eTcObVTT7q29ArctThGYQddGZByMsEFlujGKfUS_LFZOHeg-fBc9-9ama_qc9TZtYMPsdzJ2O963F60NseJ5f2AqYffNQ5MMEG8zrw=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1231" data-original-width="1920" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjfJ55HiuPLI2LGvbl1zmUvUUkTjEnaxrnMSyKd2xXAJtssFQl4PfnYvlYuYEMBcQL0ARbrST57M-IA6jEv_A40eTcObVTT7q29ArctThGYQddGZByMsEFlujGKfUS_LFZOHeg-fBc9-9ama_qc9TZtYMPsdzJ2O963F60NseJ5f2AqYffNQ5MMEG8zrw=w400-h256" width="400" /></a></div><br /><span style="font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline;"><br /></span></div></span></span></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-62757932200682737272022-01-10T22:10:00.003-03:002022-01-10T22:10:43.937-03:00Playa Dominical <p><span style="color: #3d85c6;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Siempre creí en el dicho “Las cosas pasan por algo” y lo terminé de comprobar en mi último viaje. Resulta que el 16 de mayo de 2020 debía viajar a Costa Rica. El viaje lo iba a hacer sola ya que el año anterior había viajado por mi cuenta a Nueva York y la experiencia me había fascinado. Ya tenía todo prácticamente listo, mi pasaje, los hostels reservados, y todas las ganas de vivir una nueva aventura. Sin embargo, como todos saben, la hermosa pandemia de Covid paralizó al mundo y me dejó sin mis tan preciadas vacaciones. Igualmente debo decir que en mi caso no fue tan malo. Si bien me quedé encerrada un año como todos, fui una de las afortunadas que logró enamorarse en pandemia y comenzar una hermosa relación. Por lo tanto, cuando finalmente abrieron las fronteras, ese viaje solitario que pensaba hacer a Costa Rica, se transformó en una aventura de a dos. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-1e2081d4-7fff-ef70-21db-b6e2a5d16e4b"><span style="color: #3d85c6;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #3d85c6;">El cinco de noviembre de 2021, luego de un año y medio de espera, fuimos con mi novio hasta el aeropuerto juntos, aunque viajamos en aviones separados ya que yo tenía mi pasaje de antes y el adherente, tuvo que sacarse un pasaje por otra aerolínea. Él salió primero. Yo tuve que esperar unas cuantas horas más por un retraso de la aerolínea y encima me comí treinta horas de escala en Colombia, aunque esa aventura la pueden leer en mí relato "La escala". Finalmente, luego de dos días de viaje llegué a Costa Rica y viajamos con Martín (el susodicho) algunas horas hasta nuestro primer destino: Manuel Antonio. El primer día fuimos hasta el famoso parque nacional con el nombre homónimo del lugar y el segundo día decidimos viajar una hora hasta el Parque Nacional Marino Ballena. Allí, como en todos lados, nos frenó una guía que aparentaba ser del lugar para explicarnos el funcionamiento del parque y vendernos una excursión para ir a ver las ballenas. Si, aunque no lo crean, en el medio del Caribe hay ballenas que van a aparearse y criar a sus ballenatos. Las descubrió no hace mucho uno de los presidentes de Costa Rica. Le dijimos que lo íbamos a pensar mientras estacionábamos (o aparcábamos) el auto.ya que el precio de la excursión era nada más y nada menos que cincuenta dólares. Cuando por fin bajamos y vimos que la guía efectivamente era del lugar y que la excursión podría ser interesante, aceptamos. Le dimos los cincuenta dólares y entramos al parque a disfrutar un rato de la playa ya que la lancha para adentrarnos en el mar salía una hora y media después. Lo primero que vimos cuando entramos fue un cartel que decía “No alimente a los cocodrilos” ¿Quién en su sano juicio le daría de comer a un cocodrilo? ¿Quién en su sano juicio se acercaría a un cocodrilo si ve uno? Seguimos caminando. La playa era realmente enorme. Estaba como para ir con un niño y decirle: “Andá solo al mar, yo te miro desde acá”. Comenzamos a caminar hasta “la cola de la ballena” porque no se los dije, pero además de haber ballenas, en ese lugar la playa formaba naturalmente una cola de ballena. ¿Pueden creerlo? Por lo tanto caminamos hasta allí, hasta donde si te parabas en el medio, podías ver las olas romper de un lado y del otro. Nos sacamos unas fotos y volvimos. Me metí un rato al mar cálido y nos fuimos abajo de unas palmeras porque el sol te hacía derretir. Finalmente, cuando llegó la hora de la excursión, nos fuimos a buscar a la guía que nos reunió con el resto del grupo: cuatro españoles, dos mexicanos y dos que no sabíamos de dónde eran, pero no hablaban castellano y eran muy rubios. Nos subimos a la lancha y el guía se puso a hablar en inglés a pesar de que la mayoría hablábamos castellano. Eso es algo que me molesta. ¿Por qué siempre somos los latinos los que tenemos que hablar en inglés y los que hablan en ese idioma no pueden hacer un poquito de esfuerzo para hablar en castellano? En fin, el guía nos dijo que primero iríamos a ver si veíamos las ballenas y después hasta una isla donde podríamos ver piedras que formaban unas ventanas y también podríamos nadar un rato. También nos advirtió que la época de ballenas en realidad ya había terminado, pero que quizás veríamos alguna rezagada como había sucedido el día anterior. Empezamos a navegar mar adentro. Al principio cada cosita que veíamos empezábamos a gritar para ver si el guía nos decía efectivamente que era una ballena, pero no. Siempre era alguna rama. Navegamos como dos horas buscando ballenas, pero solo vimos una tortuga como la de “Buscando a Nemo”. Una completa desilusión. Igualmente el paseo estaba lindo y se puso mejor cuando llegamos a una zona donde las piedras formaban ventanas y había una de ellas que formaba como una especie de puerta por la que no pasamos porque, según el guía, esa parte se había vuelto peligrosa. Luego fuimos hasta la isla que en realidad era una piedra gigantesca, pero que se llamaba isla porque tenía más de un árbol. Allí nos tiramos al mar. Debo decir que me dio un poco de miedo estar ahí en el medio de la nada sin hacer pie. ¿Qué hubiera pasado si justo aparecía una ballena cuando estábamos en el agua? Ya sé que no hacen nada, pero ¿saben lo que debe ser que te pase un animal de semejante tamaño por al lado? Por suerte no pasó nada y cuando el guía nos indicó, volvimos a la lancha a emprender el regreso. Navegamos una hora aproximadamente y al ir en contra de la corriente, el paseo se volvió más divertido porque las olas nos hacían saltar de nuestros asientos. Finalmente, llegamos a la playa y nos despedimos de todos. Como todavía quedaba un rato antes de que oscurezca, Martín sugirió que fuéramos a Playa Dominical, que quedaba solo a unos kilómetros de allí. Por lo tanto, nos subimos al auto todos mojados y nos dirigimos hasta ahí. Llegamos justo para ver el atardecer. Estacionamos y bajamos hasta la playa. La arena era bien negra y había ramas desparramadas por todos lados. El sol, que ya se había empezado a ocultar, pintaba de naranja todo el cielo, y la lluvia tropical le daba un toque mágico. Nos quedamos parados, ahí mirando semejante belleza. Era un momento perfecto. De repente, Martín se fue a buscar algo en su mochila. Estuvo bastante rato haciéndolo y ahí empecé a suponer qué era lo que estaba buscando. Entonces, cuando lo encontró, se acercó a mí con una bolsita de papel. Muchas veces habíamos hablado de casarnos. Prácticamente ya teníamos organizado medio casamiento en nuestras cabezas y hasta sabíamos a dónde nos íbamos a ir de luna de miel. Por eso cuando se acercó, me preguntó: “¿Adónde nos vamos a ir de luna de miel?” “A México”, le respondí y empecé a sonreír porque mis sospechas se estaban a punto de confirmar. “Bueno”, siguió. “Como ahí nos vamos a ir de Luna de Miel, ahí compré los anillos”. Mentira. Después me confesó que los había comprado en México (donde él hizo escala para ir a Costa Rica) porque no había tenido tiempo de comprarlos en Buenos Aires, pero eso lo vamos a dejar pasar. Volviendo al mágico momento, sacó los anillos de la bolsita y me preguntó: “¿Te querés casar conmigo?” Y obvio que le dije que sí, ¿cómo no le voy a decir que sí? Si es el amor de mi vida. </span></span></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhhfoMz8qVuUeksYQvA8ogsZMfWc_GcC10Q5OdleCfZ0PBiZODKYH6YDmL3PVJzzsElBSY9cxNtiH1TS4CJc3fZFpk9Ht_ERTLtkDHg-KHdV-iZx7MTGlGAuxnJeiYquBIwVp-SNQ6s4TiqEQXzYLxwHjJQt_56VgywjSQF4pfpyyc-8hJ7EXGW5ct9KQ=s1024" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="1024" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhhfoMz8qVuUeksYQvA8ogsZMfWc_GcC10Q5OdleCfZ0PBiZODKYH6YDmL3PVJzzsElBSY9cxNtiH1TS4CJc3fZFpk9Ht_ERTLtkDHg-KHdV-iZx7MTGlGAuxnJeiYquBIwVp-SNQ6s4TiqEQXzYLxwHjJQt_56VgywjSQF4pfpyyc-8hJ7EXGW5ct9KQ=w400-h300" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-69625240871867613052021-12-09T22:49:00.000-03:002021-12-09T22:49:03.058-03:00La Frontera - El Final <p><span style="color: #6aa84f;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Caminamos unos metros por la playa hasta el restaurante que estaba suspendido sobre el mar. No paraba de llover, pero igualmente el paisaje se veía hermoso. Íbamos a tener que volver otra vez para poder admirar semejante belleza. Me pedí una hamburguesa y un Daikiri de melón, pero como no había, le pregunté si había de frutilla, o mejor dicho, de fresa ya que cuando dije frutilla el mozo me miró con una cara como diciéndome “no tengo idea qué es una frutilla”. Tardaron muchísimo en traernos la comida. De hecho, estuvimos ahí sentados una hora de la hora y media que teníamos para disfrutar el lugar. Pero bueno, por lo menos el paisaje era lindo y con lluvia era lo mismo estar sentados en el restaurant o en la playa. Cuando terminamos de comer, volvimos para el muelle y nos metimos en el mar porque no habíamos ido hasta ahí para no tocar la cálida agua caribeña. El placer terminó rápido porque ya casi era la hora pactada. Mientras nos secábamos, apareció el grupete de panameños con vasos de plástico en la mano y riéndose mucho. Martín les pidió un trago y uno fue a buscar un vaso. Dudé mucho si tomar o no, ya que quizás lo que querían eran emborracharnos o ponernos algo en la bebida para poder cometer su acto delictivo, pero como la verdad habían sido tan buena onda hasta ese momento y el ron tenía una pinta bárbara, acepté. Tomamos un par de vasos de ese ron exquisito y nos sacamos fotos para que las mujeres de todos aquellos hombres supieran que estaban de trabajando y no de fiesta. De repente, el líder del grupo nos dijo que vayamos al muelle porque ya debíamos tomar la lancha para regresar. Cuando llegó, subimos y viajamos los quince minutos hasta el puerto. Para ese entonces, el que diría todo se empezó a preocupar porque le parecía que estábamos algo retrasados. Llegamos al puerto y nos dirigimos todos hasta la ventanilla donde se mostraban los boletos. Uno de los panameños nos pidió otra vez los pasaportes. Dudas de nuevo. En las series de trata de personas, las chicas secuestradas siempre eran despojadas de sus pasaportes. Martín me pidió que saliéramos a sacarnos fotos. Él estaba en un cumple sin dudas. Los beneficios de ser hombre. Nos sacamos algunas fotos y apareció el hombre con nuestros pasaportes. Prácticamente corrí a buscarlos y me tranquilicé nuevamente. Aunque no por mucho ya que la lancha no llegaba y el tiempo seguía corriendo. Esperamos un rato más hasta que finalmente llegó y viajamos la media hora correspondiente hasta tierra firme. Miré el reloj. Para mí solo un milagro nos podía hacer llegar, pero el chofer aseguró que llegaríamos justo veinte minutos antes de las cinco para poder tener poder hacer tranquilos migraciones. Subimos corriendo a la camioneta y ni bien arrancó empezó la carrera contra el tiempo. No sé a qué velocidad iríamos, pero seguro era más de la permitida para ese tipo de vehículo. La bocina sonaba sin cesar y no parábamos de pasar autos. Para ese entonces estaba tan preocupada por el tiempo que mi paranoia sobre el asesinato de Martín y mi secuestro se me había pasado o por lo menos hasta que la camioneta frenó de golpe al lado del camino. No tenía un espejo, pero seguro estaba más blanca que un fantasma. El corazón se me subió a la garganta, pero bajó rápidamente cuando vi que en realidad el chofer había bajado a hacer pis. “Es la adrenalina”, dijo cuando terminó, subió a la camioneta y volvió a manejar a toda velocidad. Ahora sí, descartada la posibilidad de muerte y secuestro me dediqué a disfrutar de la adrenalina de la llegada. Me hacía acordar cuando en Capri bajé a toda velocidad una montaña en un auto descapotable para poder alcanzar un ferri que finalmente perdimos. Esperaba que esta vez el final fuera feliz. Eran las seis menos veinte de Panamá (cinco menos veinte de Costa Rica) y no había ni novedades de la frontera. ¿Llegaríamos? Pasaron cinco minutos más y nada. La angustia volvía de nuevo. ¿Dónde íbamos a pasar la noche? Según Martín sí migraciones estaba cerrado íbamos a poder pasar igual, dormir en el hotel y volver al otro día a sellar el pasaporte. Sinceramente a veces dudo de que tenga cuarenta y cinco años. La cuestión es que llegamos a la frontera nueve minutos antes de que cerrara. Bajamos corriendo de la camioneta y fuimos hasta la casilla de Panamá. Allí nos recibieron tres panameños sentados o apoyados en la pared con las manos en los bolsillos que parecían ñoquis municipales. Cuando nos vieron, nos dijeron que no nos podían sellar el pasaporte porque la oficina de Costa Rica estaba por cerrar. Martín le empezó a decir que si se quedaban así claramente no íbamos a llegar, que todavía faltaban cinco minutos. Por su parte, uno de los panameños con el teléfono en la mano les decía que uno de sus compañeros había ido corriendo hasta el otro lado del puente y las autoridades costarricenses nos estaban esperando. Yo por mi parte estaba ahí parada, callada y sin saber qué hacer. Gracias a Dios algo los hizo cambiar de opinión y me pidieron que me acercara a la ventanilla. Me tomaron una sola huella, me preguntaron de qué trabajaba y me sellaron el pasaporte. Martín, que todavía no había terminado el trámite, me miró y me dijo: “Corré, yo ya te alcanzo” Y eso hice. Corrí junto con el panameño a través del puente, en ojotas y con todas las secuelas que me había dejado el Covid que se me había metido en el cuerpo tres meses atrás. Tuve que frenar en la mitad. El aire ya no pasaba más. Respiré profundamente y caminé, porque correr era imposible. Mientras tanto miraba para atrás para ver si lo veía a Martín. Nada. Tomé aire de nuevo y empecé a correr otra vez. No duré mucho. Caminé de nuevo un trayecto y otra vez tomé velocidad. Finalmente terminé de cruzar el larguísimo puente. “Subí a la oficina de allá”, me dijeron. Y eso hice con el poco aire que tenía. Le mostré el pase de salud a una doctora. Gracias a Dios lo habíamos hecho antes de pasar a Panamá. La médica escaneó el QR del pase. Luz verde. Bajé la escalera y cuando casi estaba por llegar a la casilla de migraciones de Costa Rica apareció Martín. Otra vez me preguntaron de qué trabajaba, me pidieron que mostrara mi pasaje de vuelta a Buenos Aires y zaz. Ya estaba legalmente en Costa Rica otra vez. Miré para el piso de arriba, pero Martín ni siquiera se asomaba. ¿Qué pasaría? Me di vuelta y le dije a migraciones que faltaba mi novio. Se rió y me preguntó si lo dejábamos. Los panameños que estaban atrás mío también se rieron y dijeron que sí. Yo también me reí, pero contesté que no, que por favor lo esperaran. ¿Qué iba a hacer si yo quedaba adentro y él afuera? Afortunadamente a las 17:03 mi compañero salió con el pasaporte sellado. Todos festejaron y los panameños ligaron quince dólares de propina. Caminamos todos juntos hasta el auto, riendo y respirando aliviados. Nos despedimos y le pregunté a la mujer que nos cuidó el auto cuánto le debíamos: “veinte dólares”, me contestó. Se los di sin chistar porque mi cabeza que nunca está para hacer cuentas, luego de todo ese adrenalínico día, menos. Cuando nos subimos al auto, Martín me preguntó cuánto nos había cobrado. Casi puso el grito en el cielo cuando escuchó el monto, pero como dice mi cuñado: “Si convertís, no te divertís”. Así que imaginamos que fueron solo veinte pesos y nos dirigímos hacia el hotel. Nos merecíamos una buena ducha y gran cena. </span></span></p><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjqMM9Uz50CjHC-fRziXtOuXs37t5_BI5lhaxhJQZ4E3lCbpbR46jy3imZs8C1PcXjKfVY1WmcjYoRRbXMfE4GmtfrVJg1z3boisglYW0fRK4Tder-5dke3D6MOX81GtBvIT6o7IcF4095SSWXoC9jnluoRO1cRbi971LK1b4xdpTJmE2wYoQm4LXm-_g=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1362" data-original-width="1920" height="284" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjqMM9Uz50CjHC-fRziXtOuXs37t5_BI5lhaxhJQZ4E3lCbpbR46jy3imZs8C1PcXjKfVY1WmcjYoRRbXMfE4GmtfrVJg1z3boisglYW0fRK4Tder-5dke3D6MOX81GtBvIT6o7IcF4095SSWXoC9jnluoRO1cRbi971LK1b4xdpTJmE2wYoQm4LXm-_g=w400-h284" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-80351325229521530132021-12-01T21:38:00.002-03:002021-12-01T21:38:27.214-03:00La Frontera II<p style="text-align: justify;"><span style="color: #6aa84f;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Finalmente nos vinieron a buscar tres panameños. El que conocimos en el centro de copiado, el de la camisa y uno más que supuestamente era el chofer de la combi con la que íbamos a ir. Nos llevaron hasta la casilla de migraciones de Costa Rica donde entregamos los pasaportes y nuestros certificados de vacunación completa contra el Covid. Luego, los panameños nos hicieron cruzar el largo puente que separaba un país de otro y nos llevaron hasta la casilla de migraciones de Panamá. Ahí volvimos a presentar toda la documentación y además nos tomaron las huellas. Para ese entonces me había tranquilizado un poco ya que había aparecido una pareja española que iba a viajar con nosotros hasta Bocas del Toro. Sin embargo, luego de hacer todos los trámites migratorios, esa pareja se fue en otro auto. ¿Por qué se iban con otro transporte si íbamos todos al mismo lugar? El miedo se apoderó nuevamente de mi. Fuimos todos juntos hasta una combi destartalada que tenía unos asientos supercolorinches. Ya en viaje, los panameños nos mostraron una botella de ron de casi dos litros y nos contaron que como hasta que llegamos nosotros no tenían ningún viaje, habían decidido ir ellos hasta Bocas a una fiesta en la playa que había en celebración de los 101 años de la isla. Después nos preguntaron a dónde íbamos a ir nosotros y como Martín le contestó que a la playa, decidieron que iríamos todos juntos. En el camino se subió un panameño más, que no habló en todo el viaje. Sospechoso. Durante el trayecto hasta el puerto estuve bastante nerviosa ya que el lugar era horrible y no había ningún cartel que indicara a dónde íbamos. Por lo tanto, tampoco tenía la certeza de que llegaríamos a donde queríamos ir. Al cabo de una hora de viaje llegamos al puerto. El lugar era realmente horrible. No obstante, ahí me volví a tranquilizar un poco ya que vi muchos extranjeros que estaban por tomar la lancha hacia la isla, de manera que me sentí más segura. El panameño pidió seis boletos y nos llamó para que le mostráramos los pasaportes a la mujer que los daba. Esperamos un rato y nos subimos a una lancha como las lanchas colectivo que hay en Tigre. Calculé la hora en la que habíamos salido ya que nos habían explicado que si salíamos a las cuatro de Bocas del Toro, llegaríamos perfecto antes de las cinco de Costa Rica para hacer migraciones. La lancha tardó exactamente media hora en llegar. Bajamos y estaba lloviendo, aunque eso no impidió que notara lo cristalina que era el agua. Sin dudas un día de sol, aquel lugar debía ser paradisíaco. Salimos del puerto y se veían edificaciones muy coloridas y me acordé de que una parte de la </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Casa de Papel </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">se había filmado en Panamá. ¿Sería allí? Mis pensamientos fueron interrumpidos por uno de los panameños que me preguntaba si íbamos a hacer la nuestra o íbamos a ir con ellos. Estaba contestando que íbamos a ir por nuestra cuenta, cuando Martín les respondió que iríamos con ellos. Nos recomendaron que fuéramos a comprar algo de comer ya que en la playa no íbamos a encontrar nada. Entonces, fuimos hasta un supermercado a abastecernos. En la caja había una china y solo pude pensar cómo es que una china había llegado a una isla de Panamá. Pagamos y fuimos otra vez para el puerto. Ahí los seis nos tomamos otra lancha que en menos de quince minutos nos dejó en una playa que estaba plagada de panameños tomando y bailando. Para ese entonces ya me sentía tranquila ya que seguíamos con vida y en el lugar donde estaba planeado estar. Nos dijeron quince para las cuatro estuviéramos en el muelle porque sino no íbamos a llegar antes de las cinco a Costa Rica y nos señalaron un lugar adonde podíamos ir a comer. Pensé tres cosas:</span></span></p><span id="docs-internal-guid-46898035-7fff-7629-aa45-7e435ba25505"><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;"> - Teníamos solo una hora y media para disfrutar de la playa</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">- Para qué nos habían hecho comprar comida si al final había un restaurante </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">- Cómo iban a estar cómodos en la playa con jeans largos y camisa. </span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;"><br /></span></span></p><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXIVULdz0C-ndG25Vtw4KZXxc9Meqpfr7sxzIgRF-YinPZRfLsJec3ML9aZbQhKdVY8ghXv__cRFk6RzlHOVtB1l4wx8YE7JlDiqvoSZYlkJqdtSLY2WmbI9rXuS_Gp2nLSJLi-E91IVmP/s1280/paradise-gf001fb1aa_1280.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="853" data-original-width="1280" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXIVULdz0C-ndG25Vtw4KZXxc9Meqpfr7sxzIgRF-YinPZRfLsJec3ML9aZbQhKdVY8ghXv__cRFk6RzlHOVtB1l4wx8YE7JlDiqvoSZYlkJqdtSLY2WmbI9rXuS_Gp2nLSJLi-E91IVmP/w400-h266/paradise-gf001fb1aa_1280.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div></span>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-74901364606968870782021-11-25T18:01:00.002-03:002021-11-25T18:01:58.682-03:00La Frontera I<p><span style="color: #6aa84f;"> <span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Luego de leer este relato, los que también leyeron </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-style: italic; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Domani no, hoy </span><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; text-align: justify; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"> van a pensar que me gusta hacer excursiones que desafíen el tiempo. Pero la verdad es que no. Detesto vivir al límite. Para que se den una idea vivo al lado de la estación del tren, pero igualmente voy cinco minutos antes a esperarlo sentada ahí. También soy de las personas que llegan cuatro o cinco horas antes al aeropuerto “por las dudas”. Sin embargo, por segunda vez el tiempo me jugó en contra en un viaje y por segunda vez tengo una gran anécdota que recordaré toda la vida. </span></span></p><span id="docs-internal-guid-d0e7db36-7fff-0af5-0590-b2c681882622"><span style="color: #6aa84f;"><br /></span><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;">Resulta que viajamos con mi novio, al que a partir de ahora llamaremos Martín, a Costa Rica. Luego de recorrer la mayoría de los lugares turísticos del lado del Océano Pacífico, fuimos para Puerto Viejo, del lado del Atlántico, a pasar los últimos tres días de nuestras vacaciones. Como aquel lugar quedaba muy cerca de la frontera con Panamá, Martín me sugirió ir a pasar el día a Bocas del Toro. Por lo tanto, nos subimos al auto que habíamos alquilado y viajamos una hora hasta el límite de ambos países. Llegamos hasta un puente que estaba lleno de camiones y avanzamos entre ellos hasta un puesto policial. Allí nos explicaron que con autos de alquiler no podíamos cruzar, que si queríamos hacerlo, debíamos hacerlo a pie. Así que estacionamos el auto sobre el puente, detrás de los camiones y se nos acercaron una señora y un muchacho en bicicleta. La mujer nos dijo que si íbamos a Bocas del Toro debíamos estar de vuelta a las cuatro de la tarde nuevamente porque la frontera de Costa Rica cerraba a las cinco. Lo repitió tres veces para que nos quedara claro. Por su parte, el muchacho de la bicicleta dijo que nos llevaría hasta el lugar donde debíamos pagar un impuesto para salir del país. Mientras caminábamos, Martín le preguntó cómo llegar hasta la isla sin el auto y nos habló de unos taxis, pero sin darnos ninguna información exacta. Finalmente nos dejó en un local que aparentaba ser un centro de copiado y dijo que le pagáramos dieciocho dólares al hombre de ahí y que él volvería enseguida. Todo me pareció muy raro, parecía que nos estaban estafando. Sin embargo, le dimos al señor los pasaporte y el dinero y a cambio nos dio un papel que decía que habíamos pagado. En ese interín, el chico de la bicicleta llegó con un hombre muy grandote y nos explicó que él era panameño y que nos podía llevar a Bocas del Toro por ciento diez dólares en total ya que íbamos a ir en combi con un grupo, pero después íbamos a volver solo nosotros dos. Martín le regateó el precio y terminó arreglando que le pagaríamos cien dólares en total más una propina. De esta manera, el panameño nos puso unas cintas en la muñeca y nos llevó hasta un estacionamiento cerca de ahí y nos pidió que hiciéramos el pase de salud para Costa Rica porque nos lo iban a pedir al regreso. “No tenemos Internet”, le dije. Y llamó a otro panameño muy bajito con jean largo y una camisa onda Versace para que nos diera señal, aunque no lo terminó haciendo porque Martín le dijo que él tenía. Sin embargo, no bien se fue el hombre, se dio cuenta de que el Internet era muy lento. En ese momento, mis dudas al respecto del viaje empezaron a crecer. ¿Cómo estábamos seguros de que esa gente nos iba a llevar realmente a Bocas del Toro y no nos iba a matar o secuestrar? Para colmo, justo apareció una mujer con pinta de Madama de burdel a la que le preguntamos si había wifi en el lugar y de forma seca y descortés nos dijo que no. Listo. Desde ese instante no pude parar de pensar que a Martín le iban a pegar un tiro en la cabeza y yo iba a terminar en una red de trata.</span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: #6aa84f;"><br /></span></span></p><p dir="ltr" style="line-height: 1.7999999999999998; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi31lGDnccHz6pUL2kBgOm96cu8IT9a0D_TRd4edwhYkGkXhTTXKanR1H6ufyUxioheE7mlLuleqRgC-iMaK6tBNJOrF24nkVlsWTvQVQoKskhyphenhyphenY0fbbakTrFgXLu-i78DIjq1Pi-bI8Hew/s1920/panama-g06e0a8fcb_1920.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1233" data-original-width="1920" height="258" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi31lGDnccHz6pUL2kBgOm96cu8IT9a0D_TRd4edwhYkGkXhTTXKanR1H6ufyUxioheE7mlLuleqRgC-iMaK6tBNJOrF24nkVlsWTvQVQoKskhyphenhyphenY0fbbakTrFgXLu-i78DIjq1Pi-bI8Hew/w400-h258/panama-g06e0a8fcb_1920.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="color: #6aa84f;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; font-variant-east-asian: normal; font-variant-numeric: normal; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7803340772438389655.post-77642454096441582232021-10-14T12:14:00.003-03:002021-10-14T12:14:37.789-03:00La Clandes - El Final <p style="text-align: justify;"><span style="color: #e69138;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;">Con el correr del tiempo, los sábados se volvieron una emocionante rutina. Ya desde el martes planificaban qué iban a comer. A veces pedían y a veces cocinaba ella, según el antojo que había. Lo que sí, el postre siempre era mousse y la cerveza y las papitas no podían faltar. A eso de las 20:45, Santiago mandaba el mensaje de que ya estaba en camino. A eso de las nueve, cuando le enviaba que había estacionado, María se ponía a custodiar la ventana. Cuando lo veía llegar, corría hacia la puerta y la abría apenitas. Por lo general, él se quejaba de que no pasaba por el agujerito que le dejaba ya que no solo tenía que pasar él, sino que también las provisiones. Igualmente después se olvidaba de todo cuando la abrazaba y le daba el primer beso de la noche. A veces ese beso subía de temperatura y no llegaban ni a dejar las bolsas en el comedor. Otras veces lo hacían en la cocina y bueno, obviamente que en la cama. Santiago sentía que cada sábado la quería más. Sin embargo, ella tenía sentimientos encontrados. Él le gustaba mucho y la pasaba muy bien. Además sentía que estaban juntos hacía años. No obstante, antes de conocerlo y antes de que la pandemia hiciera de las suyas, había comenzado a disfrutar de su soltería y sentía que cuando volviera a ser libre, iba a querer esa vida otra vez. Por lo tanto, su frase de cabecera era: "cuando todo esto termine, lo nuestro también". Si bien Santiago le decía que sí, sentía mucha bronca por dentro. Detestaba que se mostrara indiferente ante todo lo que estaban viviendo, pero no decía nada porque prefería eso antes que pasar los sábados a la noche solo, aburrido y sin comida rica. O lo que era peor, invitando a alguna chica de Tinder que no le movería ni un pelo de todos los que le movía María. Los sábados de cuarentena continuaron y parecía que nunca iban a acabar. Un día charlando por Whatsapp, Santiago le insinuó a María que quería algo más que la relación que estaban llevando. Ella le contestó que la estaba pasando muy bien con él, pero que no quería nada más. "¿Querés que lleguemos hasta acá?", le preguntó él. Ella lo pensó un poco y casi le dice que si, pero por algún motivo su respuesta fue un no rotundo. Y agregó que quería seguir un poco más, que después veían qué pasaba. Santiago se decepcionó un poco, pero a la vez se puso como objetivo ganar el corazón. El tema era cómo. ¿Qué más podía hacer? Después de mucho pensar, se dio cuenta de que la única manera de conquistarla era seguir siendo él mismo. Sabía qué era una buena persona y eso era lo que María necesitaba a su lado. Por eso, se convenció de que no en mucho tiempo más se daría cuenta. Y por suerte así sucedió. Una noche luego de comer, tomar cerveza y tener sexo, los dos estaban acostados en la cama mirando Friends. Se estaba reproduciendo el capítulo en el que Chandler le decía "te amo" por primera vez a Mónica y ahí fue cuando a María le hizo el clic. De repente se dio cuenta de que estaba dispuesta a volver a enamorarse. También se dio cuenta de que ya no podía imaginarse su vida sin Santiago. Por eso cuando él un día le largó un "te quiero" inesperado por Whatsapp le contestó que ella también, aunque lo hizo dos días después porque cuando lo leyó, entró un poco en pánico. Después de ese momento la cosa se puso más linda y todo mejoró cuando el presidente dio permiso para que abrieran los bares y restaurantes. "¿Querés que salgamos de verdad? Estoy dispuesta a contarle de vos a mí papá", le dijo ella. "Obvio que quiero", le contestó él y le preguntó a qué hora la pasaba a buscar. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #e69138;"><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #e69138;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: #e69138;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfYdf6z4mZvjkWHEJXlsm-zPjzH-T8t8v4_KJXZIu5UbQR5nWx1TdhNiDo7IM61uTRgIVEAZZcpjPcNGi2OF0ay4CJ7wNPbuz26VidLq6ZiXZwUNaecSKasFAOavTCM3Gj1D6hcnAKeOY6/s600/monica-chandler-escenas-miticas-friends-600.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="340" data-original-width="600" height="226" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfYdf6z4mZvjkWHEJXlsm-zPjzH-T8t8v4_KJXZIu5UbQR5nWx1TdhNiDo7IM61uTRgIVEAZZcpjPcNGi2OF0ay4CJ7wNPbuz26VidLq6ZiXZwUNaecSKasFAOavTCM3Gj1D6hcnAKeOY6/w400-h226/monica-chandler-escenas-miticas-friends-600.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="color: #e69138;"><br /><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></span><p></p><div><span style="font-family: Arial; font-size: 11pt; text-align: justify; white-space: pre-wrap;"><br /></span></div>Micaelahttp://www.blogger.com/profile/03627472161398698665noreply@blogger.com0