lunes, 2 de agosto de 2021

Y un Día me Contagié de Covid

 Son las 5:45 de la mañana. Hace dos horas y cuarenta y cinco minutos que estoy despierta y ya es la cuarta noche que no duermo más de cuatro horas. También hace como dos meses que no escribo nada. Se ve que tenía que estar casi impactando con la bala del covid para que volviera la inspiración. Si, dije casi porque todavía no sé si lo tengo. Ayer me hice el PCR y todavía me espera un buen tiempo hasta saber el resultado. Me vine a la cocina a tomarme un té. Mi perro y mí novio están durmiendo y no quiero seguir molestando con mis vueltas en la cama. Aunque son dos troncos y probablemente no se enteren de nada. Todavía faltan dos horas para la hora del paracetamol, pero tengo la garganta tan inflamada que no puedo tragar. Además tengo mocos hasta el alma. Una combinación letal para una persona que ya de por sí respira mal porque tiene los cornetes grandes. No saben lo desesperante que es no poder tragar. Sentís que te morís. Es algo así como si una personita viene escapando de un león y para salvarse la vida tiene que saltar tu amígdala, pero se resbala y se cae. Si me acomodo en otra posición a veces la personita puede saltar, pero otras veces no es tan fácil y ahí es donde la desesperación se apodera de mí. Estoy con este tema hace horas. Así que dormir es imposible. Estoy cansada. Y lo peor es que si ese resultado da positivo las cosas pueden empeorar. Y yo que estaba feliz que venía invicta. Sin haberme contagiado y hasta sin haberme tenido que hacer ni un solo PCR. Qué cosa horrorosa el hisopado. Siglo XXI y no lograron inventar un método de detección que hiciera sufrir menos a la gente. Ojalá nunca más me lo tenga que hacer. Encima mi mejor amiga mañana de hace el tercero de la semana. EL TERCERO. Espero que le dé negativo como los otros dos que se hizo porque si le da positivo quiere decir que el bicho se progagó el sábado que festejamos su cumpleaños. Ese que ella no quería festejar y yo le organicé igual. Eso es lo malo de todo esto. O te morís de infeliz por no ver a nadie para no contagiarte ni contagiar, o te morís de culpa o covid por tratar de tener un momento de felicidad entre tanto caos. Igual confío que a ambas nos va a dar negativo. Según el médico que me atendió de forma online todo apunta que es un tremendo resfriado. Porque aunque no lo crean lectores del futuro, a pesar del covid, siguen existiendo otras enfermedades. La gente se sigue muriendo de cáncer, de infartos, de accidentes. Y también podés tener una gripe normal. Sin embargo, si no tenés covid nunca te vas a enterar cuál es tu diagnóstico porque a través de una pantalla no pueden mirarte la garganta y ver si tenés una faringitis, por ejemplo. 


Ya son las 6:30 y estoy de vuelta en la cama porque en la cocina hacía frío. Cómo todo el mundo duerme, me puse a charlar con mi amiga que está viviendo en Nueva Zelanda. Me cuenta que está muy feliz y yo estoy muy feliz por ella, aunque extrañe. Falta una hora y media para la hora del Paracetamol. ¿Podré dormir después de tomarlo? Mi novio no para de roncar, y ronca fuerte así que no me siento culpable cuando me sueno la nariz con mucha fuerza. Aparte quiero que sepan que si no tengo Covid, y es solo una gripe, el culpable es él, que la semana pasada estuvo moqueando por todos lados. Me agarró mucho sueño. Voy a intentar dormir, si mis amígdalas y mi nariz tapada me lo permiten. Ojalá el resultado de mí PCR esté mañana. O si no está el mío, que aunque sea esté el de mi abuela que también se hizo uno. En ese caso, si a ella le da positivo y a mí amiga negativo, quiere decir que la fuente de contagio no estuvo en el cumpleaños sino en mí propia casa. 


Son las 10:21 de la mañana. Todos mis intentos por dormir fueron en vano. Tengo la garganta prácticamente cerrada por lo que tragar saliva ya no es un acto involuntario. Además por mi nariz no pasa la más mínima gota de aire. Estoy pensando seriamente en llamar al número de riesgo de vida para que venga un médico a verme. Estoy muy cansada. Necesito dormir. Ni siquiera puedo recostarme. Quizás deba olvidarme la posición horizontal por un tiempo. Mi novio y mi perro siguen durmiendo. ¿Cómo pueden dormir tanto? 


Durante la tarde me entero de que mi abuela no tiene Covid y recobro la esperanza. Además me empiezo a sentir mejor y logro dormir una siesta de casi tres horas. Igualmente sigo un poco nerviosa porque falta mi resultado y el de mi mejor amiga. Finalmente me llega su mensaje: positivo. Mis esperanzas se van por la tubería y empiezo a pensar que el gusto y el olfato en realidad no están inhibidos por la gran congestión que tengo. Un par de horas después abro mi mail y ahí está mi resultado. Miro rápido. "DETECTABLE" lo leo varias veces para ver si estoy leyendo bien. Automáticamente se lo envío al médico que me está dando el seguimiento. "Es positivo" me dice. "Cómo ya estás hace cinco días con síntomas, tenés que aislarte solo cinco días más." Por lo menos una buena. Igualmente me invade el miedo. Se está muriendo mucha gente joven y en poco tiempo. Mi novio me dice que me calme. Que no sea alarmista. Que no va a pasar nada. Pero también me dijo que no tenía Covid. 


Son las 00:48 y ya sé que se viene otra noche heavy. Por más que me hice un baño de vapor mi nariz otra vez está completamente tapada y no puedo tragar. ¿Por qué me pasa esto siempre a la noche? Encima mañana trabajo. Qué semana difícil se viene. 


Mi lunes es muy contradictorio. Me siento bien, pero la inflamación de mi garganta es tan grande que cada vez puedo pasar menos saliva. Mientras trabajo la situación se pone desesperante y le escribo al médico. Me receta Acemuk y me dice que más tarde me va a enviar un corticoide por las dudas. 


Son las 7 de la tarde y después de 45 minutos hablando con mi psicóloga, mi garganta se inflama hasta su punto máximo y mi desesperación alcanza niveles altísimos. Por suerte el médico me manda la receta del corticoide y lo apuro a mí novio para que vaya a comprarla. Cuando vuelve, siento que estoy a punto de morir. Le saco la caja de las manos, me tomo el comprimido y medio y ruego que haga efecto rápido. Rápido no lo hace, pero después de dos horas ya me siento mejor. El problema es que una hora después vuelvo al punto de partida. Son las 23:30 de la noche y le escribo al médico para saber qué hacer. A los quince minutos no responde y llamo al número de urgencias de OSDE. Hablo con un chico, pero se corta. Llamo de nuevo y me atiende una chica que dice que en breve un médico va a estar en mi domicilio. Después de algunos minutos mi novio le abre a dos personas que entran todos cubiertos. Pienso que finalmente me van a mirar la garganta, pero no es así. Le cuento cuál era el cóctel de medicamentos que estoy tomando y luego uno de los dos me inyecta más corticoides. Empieza a aliviar automáticamente, pero cuando me voy a acostar me doy cuenta de que otra vez no había hecho efecto. Me pongo a llorar desconsoladamente. Estoy muy cansada. Me caigo del sueño que tengo y me espera una noche entera sin dormir. Cuando me calmo un poco, me pongo a rezar. Le prometo a Dios que si esa noche me deja dormir voy a ir durante un mes todos los fines de semana a misa. Dios se apiada de mí y me quedo dormida. Me despierto cinco horas después con la boca completamente seca y el miedo a estar con la garganta inflamada nuevamente, pero no. Sigo bien, aunque no puedo volver a dormirme. Igual estoy feliz. Por primera vez en seis días dormí más de cuatro horas. Ahora solo tengo que cumplir mi promesa.


A la mañana tengo tres calls consecutivas. Esto hace que mi garganta se vuelva a inflamar. Siento que se empieza a cerrar. Trato de no desesperarme. Respiro y me concentro en que no va a volver a suceder. Voy al baño y me hago un baño de vapor a ver si aflojando un poco los mocos evito que se inflame tanto. Se me pasa momentáneamente. El corticoides lo puedo tomar recién en unas cuantas horas, así que no puedo permitir que se me cierre la garganta de nuevo. Decido no volver a hablar para no generar irritación. Se hacen las tres de la tarde y adelanto una hora la hora del ibuprofeno para evitar terminar llamando a urgencias nuevamente. Por suerte funciona y ya me siento bien. 


Otra cosa que me olvidé de contarles es que se abrió una nueva posibilidad de contagio. No sé si se acuerdan, pero algunas líneas atrás dije que mi novio había estado muy resfriado. Por lo tanto, tengo una teoría muy fuerte de que ese resfrío en realidad fue Covid y me terminó contagiando a mí y a mi amiga. 


Día siete de covid. Solo quedan cuatro y hoy ya pude dormir siete horas, que podrían haber sido 8, pero mi novio es de los que se ponen cuatro alarmas para despertarse. No tienen idea de lo lindo que es poder volver a dormir. Ya he tenido esa sensación antes y les juro que es de las mejores del mundo. Los que hemos pasado un largo tiempo con insomnio alguna vez apreciamos el acto de dormir de otra manera. Aparte me desperté sin dolor de garganta y con muy poca congestión. Lo único que siento raro es el pechito, pero tal vez es porque me está pasando a otro estadio. 


Durante todo el día me siento bien. Hasta logro hacer una clase de elongación y una de literatura. Además, la tarta de atún que preparé casi que llegó a tener sabor. 


Día ocho de covid. Dormí como un bebé, pero me levanto rara. Siento como que quiero seguir durmiendo y a la vez mi cuerpo necesita moverse. Creo que el sentirme bien hace que el encierro pese más. 


Es la tarde y ya me harté de estar encerrada. Pienso que si no me hubiera sentido mal, estar diez días encerrada me hubiera hecho volver loca. Aunque también hubiera estado bueno casi no morir con la garganta cerrada. Y ahora que me siento bien, quiero hablar de otra cosa que me parece fundamental para los futuros covidosos que van a perder su sentido del gusto y del olfato. Para empezar quiero que sepan que no se siente igual a qué cuando no sentís bien los sabores porque estás resfriado. Porque cuando estás resfriado, la comida sigue conservando cierto encanto. En cambio cuando tenés Covid, la comida se vuelve como un cartón mojado. No te dan ganas de comerla y tampoco te podés terminar el plato. Hasta a veces puede que termines sintiendo asco y te duela el estómago. Solo se sienten texturas y debo decir que la del arroz es muy fea, en cambio, el dulce de leche es agradable comerlo del pote aunque no le sientas ni un poquito de azúcar. Así que los que lo deseen pueden aprovechar a hacer dieta, ya coman lo que coman, todo va a ser lo mismo. También debo decir que es muy difícil cocinar porque no sabés con exactitud cuánto estás condimentando ni cuan cruda puede estar una comida. Y obviamente es imposible distraerse. No se alejen de esa cocina, porque si algo se quema, no lo van a sentir. 


Día diez y último de Covid. Hoy el médico me dio la maravillosa de que mañana soy libre. Pensé que me tenía que quedarme un día más encerrada, pero no. Mañana soy libre. Encima el miércoles tengo turno para darme la segunda dosis de la vacuna. Voy a estar superinmunizada. Todavía sigo muy congestionada y no huelo ni siento ningún sabor, pero creo que de a poco los sentidos están volviendo. Lo único que hoy intenté hacer una clase de pilates y casi me muero. Me parece que voy a tener que descansar de la actividad física por un tiempo. Mientras tanto voy a aprovechar para hacerme los exámenes postcovid y ver que este bicho inmundo no me haya dañado nada. Por otro lado, el día de hoy mi novio se hizo el PCR. Le dio negativo, por lo que parece que mi teoría de que el que me contagió fue él está prácticamente corroborada. Si bien vamos a dejar un margen de error, es imposible que no se haya contagiado conviviendo diez días conmigo sin ningún tipo de cuidado.


Y para finalizar esta bitácora, quiero hacer una breve reflexión sobre todo lo sucedido. El Covid no es chiste. De hecho en la Argentina ya se registraron más de cien mil muertos. Traten de cuidarse lo más posible. Sin embargo, como persona que siempre se cuidó para reducir el peligro al mínimo (porque la verdad es que desde que empezó todo no fui a fiestas, no saludé con un beso, no abracé y traté siempre de juntarme con las mismas personas), debo decir que el Covid es una ruleta rusa y la bala la puede recibir cualquiera que esté participando. La única forma de no participar es encerrarte en tu casa y no ver a ni un solo ser humano por el resto de tu vida. La noche del contagio éramos seis personas y solo nos contagiamos dos. Cuando empecé con el resfrío (que nunca pensé que iba a derivar en Covid),  me junté a tomar una cerveza con mi mejor amigo. Estuvimos sentados uno enfrente del otro al menos por dos horas y en los diez días que estuve aislada no presentó ningún síntoma. Por eso les digo: el Covid una maldita ruleta rusa y la única forma de salvarse es la suerte. O no ver a nadie nunca más en la vida, aunque eso creo que puede dejar graves secuelas psicológicas. El hombre es un ser social. Por eso a los que juzgan a las personas que se juntan en el medio de una pandemia, les pido que dejen de hacerlo. Con esto no digo que se vayan todos a una fiesta clandestina, porque eso sí no está bien ni corresponde, pero juntarte a comer una pizza puede salvarte más de lo que puede dañarte. Esa noche, como les conté, festejamos el cumpleaños de mi amiga. Se lo organicé yo, aunque no ella se negó por semanas a festejar. ¿Y saben por qué lo hice? Porque el día de su cumpleaños cuando le escribí para saludarla me dijo que no estaba de ánimo y no podía permitir eso. ¿Y saben otra cosa? La noche del festejo ella comió cosas ricas, se rió y pasó un buen rato. Y si me preguntan, me contagiaría mil veces más con tal de mejorarle el ánimo y hacerle pasar un buen cumpleaños.


Por último, quiero decirles a todos que se vacunen. El Coronavirus no se va a erradicar de la faz de la tierra, pero con la vacuna los síntomas pueden disminuir mucho. Mi amiga que se había vacunado hacía dos semanas y por ende ya tenía los anticuerpos, solo tuvo tos. Yo la pasé un poco peor porque me contagié solo tres días después haberme inoculado. Así que los que todavía no lo hicieron, vayan ya a un vacunatorio, que ahora ni siquiera hay que anotarse.  Vayan porque vacunarse salva vidas.