jueves, 29 de abril de 2021

38 Huevos I

 

Les voy a contar algo que me pasó hace algunos años. La verdad no me siento orgullosa de lo que hice, pero me voy a justificar diciendo no solo que era chica, sino que pensaba que lo que pasaba en las películas y novelas también se podía hacer en la vida real. Aparte, ¿quién no cometió alguna locura alguna vez? Bueno, aunque tengo que decir que lo mío, en realidad, no fue un ataque de locura, sino que todo fue premeditado. En fin, se los cuento, en primer lugar, para que no les pase lo mismo que a mí, pero sobre todo para que no actúen igual que yo. 

Resulta que en el año 2012 pusieron una pollería en el barrio. Un día, volviendo del gimnasio que estaba por ahí, me percaté que el chico que atendía era muy lindo. Por lo que, cada vez que pasaba, no podía evitar mirarlo. Otro día que volvía con mis amigas en el colectivo, me hice la canchera y les dije que me lo iba a levantar. Ellas se rieron y me desafiaron a hacerlo. “En menos de un mes, voy a estar saliendo con él”, les dije y al día siguiente comencé con mi misión. Como en la puerta había un cartel que decía “Hamburguesas de pollo”, pensé que podía ser un buen anzuelo para entrar y después tener algo de qué charlar. Así fue como ingresé al local. Ese día realizamos una compra-venta habitual, con mucha amabilidad, pero sin muchas palabras. Buen comienzo. Probé las hamburguesas. No estaban mal, pero a mi no me gusta el pollo, por lo que básicamente tratar de conquistar al chico era un gran sacrificio. Volví a los cuatro días para comprar comida para mi perro y de paso le dije que las hamburguesas estaban buenísimas, para sacarle un poco de conversación. Hablamos dos minutos, pero no dejó de ser una simple visita a la pollería. Las cosas no iban a quedar así. Empecé a pasar casi todos los días por la puerta e iba a comprar cada vez que podía. Primero me empezó a saludar cada vez que me veía y después las charlas dentro del local se extendieron cada vez más. Un día me la jugué y le pregunté cómo se llamaba para que se diera cuenta de que tenía interés en él. Me sonrió, me dijo que se llamaba Gastón y me preguntó cuál era mi nombre. “Florencia”, le contesté sonriendo y festejando mi primer acierto. Después de ese día la relación cambió. Las charlas comenzaron a ser un poco más profundas y comenzamos a conocernos. En una de esas tantas charlas, me dejó muy en claro que estaba soltero, o por lo menos la cantidad de veces que enfatizó que estaba solo me hizo pensar en eso. Antes de que se cumpliera mi plazo de conquista, finalmente me invitó a salir. Me dijo que me llevaría a comer. Como en ese entonces todavía no trabajaba y no tenía plata propia, sugerí ir al Dot, que sabía que no me iba a salir un ojo de la cara, en el caso de que no me invitara él. A la noche me pasó a buscar y fuimos caminando. En el trayecto me contó que el dueño de la pollería era él. Me sorprendió porque apenas tenía diecinueve años. Ahí fue cuando me explicó que cuando era adolescente había sido jugador de fútbol y con esa plata que había ganado pudo empezar el negocio. También me dijo que no era de Buenos Aires, que hasta los doce vivió en Mar del Plata y vino acá cuando lo convocaron de un equipo. Cuando llegamos, le sugerí comer en Mcdonald's. Me preguntó si tenía doce años. Eso no me gustó. ¿Quién era él para decirme eso? No sé qué cara le habré puesto, pero me dijo que era un chiste y fuimos hasta ahí. Pedimos el combo del día y pagó él. Nos sentamos y seguimos charlando. Durante toda la cita me resaltó que no era un simple pollero. Si bien tenía cosas que me parecían atractivas, había algo en él que no me cerraba. Después de comer fuimos a la terraza. Entre risa y charla nos dimos nuestro primer beso. Besaba bien, pero fue raro. Cuando llegó la hora de volver, se largó a llover muy fuerte. Empezamos a caminar rápido y en un momento lo agarré y le di un beso. “Siempre quise dar un beso bajo la lluvia”, le dije y sonriendo me dio otro. Cuando llegamos a mi casa, nos besamos un poco más y la cosa se puso un poco intensa. Me dijo de ir a la casa y le dije que no. Lo miré a la cara y por algún motivo me dio miedo. Me siguió insistiendo, pero no logró convencerme. Me dijo que no pasaba nada, pero se lo notaba algo molesto. Nos despedimos. Entré a casa, me acosté en la cama y me puse a llorar sin razón alguna hasta dormirme.



miércoles, 21 de abril de 2021

Todos Necesitamos un Poquito de Mar

 Todos necesitamos un poquito de mar, porque el mar sana, y no solo las heridas de la piel, sino también las del alma.

Todos necesitamos un poquito de mar, porque dentro de él, no sentimos un poquito más libres.

Todos necesitamos un poquito de mar, porque sumergirse entre la espuma equivale a dejarse abrazar por la calma del universo.

Todos necesitamos un poquito de mar, porque además de tranquilidad, a veces también se necesita el sacudón de las olas. 

Todos necesitamos un poquito de mar, porque nos hace dar cuenta de cuán grande es la inmensidad del mundo y cuán chiquitos somos nosotros.

Todos necesitamos un poquito de mar porque nos recuerda que en la vida también hay momentos salados, aunque siempre tenemos la chance de superarlos. 

Todos necesitamos un poquito de mar para refrescar nuestros pensamientos.


“Todos necesitamos un poquito de mar”, repitió el jefe de la mafia, mientras tiraba al soplón por la borda. 





miércoles, 14 de abril de 2021

Catalina Te Amo - El Final

 El martes de esa semana, Ezequiel tuvo su turno con la tarotista. Le contó su problema y después de desplegar su baraja, le confirmó que no había nadie más y que Belén se había alejado porque tenía miedo de que la lastimara otra vez. “¿Otra vez? Pero si yo nunca la lastimé. De hecho, ella fue la que me lastimó a mi cuando me dejó”. “Es posible que la hayas lastimado en otra vida. ¿Por qué no te hacés una sesión de registros akashikos? Yo hago si querés. Puedo darte un turno para el viernes”, le respondió la tarotista. “Qué loco. Un compañero del trabajo me viene hablando de eso”, le dijo. “Dale, tomo ese turno”, dijo luego. Entonces, ese viernes volvió a ingresar al consultorio por más respuestas. Durante la sesión se enteró de que había compartido cinco vidas con Belén y que en todas ellas, la había lastimado de una u otra manera. Y por ese motivo en este presente, ella huía inconscientemente de él. También le contó que en la última vida en la que estuvieron juntos, él quiso redimirse. Que veía que había hecho una demostración de amor que ella no había llegado a ver. Ezequiel salió algo confundido de la consulta. ¿Cómo pudo haberla lastimado? ¿Cómo le había expresado que la quería? ¿Por qué no lo había llegado a ver? Esa noche casi que no pudo dormir. Al día siguiente fue un zombi durante toda la jornada laboral. Cuando finalizó, entró a la estación arrastrando los pies y tratando que no se le cierren los ojos. Hasta que lo vio. Miró el “Catalina te amo” que le había llamado la atención algunos meses atrás y se le iluminó la mente. Fue como si su yo de otra vida le hubiera susurrado la respuesta al oído. Abrió su mochila y la revolvió un poco hasta que encontró un marcador. Le sacó la tapa y escribió con cuidado en la pared. Se sentó a esperar y rezó para que ocurriera el milagro. Cuando el tren ingresó al andén, el corazón casi se le salió de cuerpo. Las puertas se abrieron y ahí estaba. Bajó del vagón y leyó “Belén te amo” y mientras tanto Ezequiel veía como una sonrisa se le dibujaba en el rostro. 




jueves, 8 de abril de 2021

Catalina Te Amo II

 

Luego de aquel día, Ezequiel comenzó a cruzarse seguido a aquella chica que le había sonreído. Cada vez que él subía, ella bajaba por la misma puerta. Siempre se sonreían tímidamente. “Lástima que nunca me la voy a encontrar como para hablarle”, se decía. Sin embargo, un día ocurrió el milagro. Un sábado, Ezequiel había tenido que ir a la oficina a recuperar horas. A eso de las tres de la tarde salió y se dirigió con hastío hasta la estación para tomarse el tren y disfrutar de lo que le quedaba del fin de semana. Cuando ya estaba por llegar a la zona de bancos, la vio a lo lejos. La chica rubia que siempre se cruzaba estaba ahí, leyendo un libro. Ezequiel frenó su caminata. ¿Qué debía hacer? ¿Quedaría como un loco si le decía “hola” y se le ponía a hablar? ¿Quedaría como un lento si se sentaba y no le decía absolutamente nada después de sonreírle todos los días? Pensó un poco. Finalmente siguió caminando y mientras se sentaba al lado de ella, le dijo: “Pedro Mairal es uno de mis autores favoritos”. Ella que estaba muy sumergida en su lectura lo miró un poco descolocada, pero cuando vio quién era sonrió. “Yo este es el primero que leo de él, pero la verdad es que me está encantando”, contestó. “La Uruguaya es el mejor que tiene, pero todos valen la pena. Un gusto, me llamo Ezequiel”, le dijo sonriendo. “Yo soy Belén”, le respondió ella. Se pusieron a charlar y la siguieron en el tren. Los dos iban hasta la misma estación. No solo había mucha química, sino que parecía como si se conocieran de toda la vida. Cuando se bajaron, antes de seguir sus respectivos caminos, se intercambiaron los celulares y prometieron salir pronto. Antes de concretar la cita, hablaron todos los días durante prácticamente las 24 hs. Tenían bastantes cosas en común y por eso podían hablar de cualquier cosa. No paraban de sonreírle a la pantalla. Finalmente, después de una semana de estar dele que dele tecleando, Ezequiel la pasó a buscar por la casa y fueron a tomar algo. “No entiendo por qué te tomás el tren si tenés auto”, le dijo Belén. “Para ir a algunos lados es mejor dejar el auto en casa. Por ejemplo, a mi me conviene más ir a trabajar en tren. Me sale más barato y no tengo que estar todo el día pensando si está bien”. “Si, tenés razón. Aparte viajar en tren está bueno. Te encontrás con muchos chicos lindos”, le contestó guiñándole el ojo. Durante la cita ambos la pasaron muy bien y el primer beso no se hizo esperar mucho. Después de ese encuentro, empezaron a salir seguido y se consolidaron como una pareja. Sin embargo, luego de algunos meses, cuando la relación comenzó a avanzar más y se puso más seria, Belén de a poquito empezó a huir, hasta que un día le dijo a Ezequiel que quería terminar la relación. Él quedó destrozado. No entendía cómo lo podía estar dejando si se querían tanto. No había otro, de eso estaba seguro. No obstante, no entendía por qué había decidido alejarse de esa manera. Se puso mal. Tan mal que ya no parecía él sino un alma en pena que iba por el mundo arrastrando sus lamentos. Un día, mientras hacía con Mariano su camino habitual del trabajo a la estación, Mariano lo vio extremadamente mal y le dijo:

─Che, nunca te vi así. Parecés un trapo de piso

─No puedo más, viejo. No paro de pensar ni un segundo. No puedo dormir y tampoco puedo comer.

─¿Por Belén?

─Si. No logro entender que pasó para que haya querido cortar la relación de esa manera. Encima ahora ni siquiera me la cruzo cuando subimos al tren.

─¿Estás seguro de que no hay nadie más?

─Si. Reseguro. Ella me juró y me recontrajuró que no había nadie más. Y yo le creo. Si hubiera otro me hubiese dado cuenta.

─¿Y si vas a un brujo? Alguien que te tire las cartas o los buzios. O bueno, si querés saber qué pasó todavía más en profundidad podés hacerte una sesión de registros akashicos.

─¿Qué son los registros akashicos?

─Es medio largo explicarte qué es, pero a grandes rasgos te puedo decir que con ellos podés saber sobre tus vidas pasadas. Por ejemplo, podés saber si compartiste alguna otra vida con Belén y qué paso que hoy en día está repercutiendo en el presente.

─Me interesa. Igualmente creo que primero me voy a tirar las cartas para ver que pasó. Si no me convence o me quedo con dudas, sigo con eso.

─Me gusta como estás abriendo tu mente. Yo ya te dije: hay que creer en todo.

─Lo que sea para recuperar a Belu, o aunque sea para sacarme esta angustia que tengo en el pecho que me está matando. Te digo que no estoy disfrutando para nada eso que me dijiste de “estallar de amor”.

─No seas flojito. El amor duele, pero también te da cosas lindas. Ojalá todo eso pase pronto y te sea leve.

─Cada vez me sorprende más tu lado sentimental, Marianito. Mejor contame cómo salió Excursionistas- Atlas, que tus opiniones de fútbol son más divertidas.

─Andá. Más te vale que no me vengas llorando de nuevo por Belén