jueves, 22 de noviembre de 2018

La Tarjetita de Cumpleaños. El final

El jueves a la noche la pasó a buscar por el Club Universitario de Buenos Aires, donde daba la mayoría de sus clases, y fueron a cenar a un bar que quedaba cerca de ahí. A diferencia del domingo se la veía un poco disgustada y eso lo preocupó. Luego de un suspiro, Milagros se ató su cabellaocastaña en una cola de caballo y le pidió disculpas por su estado de ánimo. Le contó que hacía un año no le aumentaban el sueldo y que su sindicato ya no sabía qué hacer para que el gobierno les prestara atención. “¿Los yogis tienen un sindicato?, preguntó Damián extrañado. Mili largó una risita y su cara se volvió a iluminar. “Obvio, que hagamos una disciplina atípica no quiere decir que no seamos trabajadores como cualquier otra persona”. “¿Y por qué no hacen una manifestación o algo de eso?”. Al decir esa frase, la cara de ella cambió. Era como si algo se le hubiera ocurrido, pero no dijo nada al respecto. Finalmente, la conversación tomó otro rumbo y ella recuperó su típico buen humor. Luego de varias cervezas, Damián le terminó confesando que en realidad no tenía ningún sobrino y que había ido al cumpleaños porque encontró la tarjetita y tuvo un impulso. Milagros comenzó a reír a carcajadas, no podía creer lo que estaba escuchando. “Bueno, agradezco que ese nene haya perdido la tarjeta, sino nunca nos hubiésemos conocido”. En ese momento, él se sintió de quince años. Su corazón le latía rápido y fuerte. Lo que siguió fue inevitable, la agarró de la cintura, la besó tímidamente en los labios, y ella lo correspondió.

Aquella fue la primera de muchas citas que tuvieron. El alma de Damián había sanado y se sentía muy feliz junto a Mili. Todo iba perfecto, hasta que una noche ella le estaba mostrando unas fotos en su celular cuando le llegó una notificación en la que se podía leer que un hombre le mandaba una dirección y le decía que mañana se encontrarían ahí. 
- ¿Quién es?, preguntó. 
- Un alumno, le contestó ella con poca seguridad. 
- No pareciera ser un alumno. Mirá, a mí las relaciones abiertas no me van, así que si estás saliendo con otra persona decímelo y no nos vemos más
- ¡No! Yo te quiero mucho y quiero estar con vos. Te juro que no estoy saliendo con nadie más. 
- ¿Entonces?
 - Es que no te puedo contar, es algo secreto. 
- A mí me podés contar lo que sea, podés confiar en mí.

 Mili dudó un momento y luego largó sus palabras como un escupitajo: 
- Estamos organizando una concentración energética para que el gobierno nos aumente el sueldo. 
-¿¡Qué!?, dijo Damián anonadado. 
- No me mires así, vos fuiste el de la idea. 
- ¿¡Yo!?, cómo te voy a dar esa idea si ni siquiera sé de lo que me estás hablando. 
- Eso es porque nunca quisiste venir a mis clases. No te acordás la primera vez que salimos que me sugeriste que hiciéramos una manifestación o “algo”, bueno, ese “algo” es la concentración energética. 
- ¿Y vos pensás que con eso el gobierno les va a aumentar los sueldos?
- Dami, somos energía. Todo es energía y no hay nada más poderoso. ¿Por qué pensás que ya no estás más deprimido? Por que pudiste desbloquear centros energéticos. 

Damián largó una carcajada. 
- Si ustedes logran que les aumenten el sueldo con lo que van a hacer, yo te pido casamiento. Milagros sonrió y le dio un beso. “Prepará los anillos para este viernes, entonces”.

El viernes 25 de noviembre un grupo de yoguis se reunió frente al Congreso. Se sentaron pacíficamente y en silencio. Lo que ocurrió después fue algo indescriptible. Muchos recuerdan aquel día como “La rebelión de los yoguis”, otros como el día en que un gremio cerró las paritarias más altas de toda la historia, y un grupo más reducido como el día en que Damián le propuso casamiento a Milagros. 


martes, 6 de noviembre de 2018

La Tarjetita de Cumpleaños II


Cuando llegó a la dirección que indicaba la tarjetita, se quedó parado frente al lugar un buen rato. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué razón alguien iba a dejar entrar a un extraño al cumpleaños de un chico? Cuando se dio cuenta de lo absurdo de sus actos, se dio media vuelta para volver a su cas, pero justo en ese momento la puerta del salón se abrió y una mujer más o menos de su edad salió y le preguntó si era el papá de alguno de los chicos. “Perdón que te lo pregunte, pero yo soy la tía de Pablito y no conozco a nadie”, le dijo. “En realidad, yo no soy el papá de nadie”, le contestó Damián, pero cuando vio la cara de extrañeza de la muchacha agregó: “Soy el tío de Juan, mi hermana me había dicho que lo viniera a buscar, pero me pasó mal la hora y recién me entero de que al final no vino”. “Qué buenos tíos que somos. A mí, mi hermana me puso a cargo del cumpleaños, porque ella se agarró una gripe terrible y el padre tuvo que viajar de urgencia”, dijo la muchacha aún sin nombre. “Yo sé que seguro tenés planes mejores para un domingo a la tarde, pero si tenés ganas podés quedarte un rato. Además de nenes gritando hay panchos, papas fritas y gaseosa”. “Me encantaría, hace mucho no como panchos” y dándole un beso en el cachete le dijo que se llamaba Damián. “Yo soy Milagros, adelante”.  

A las siete y media, Damián volvió para su casa lleno de comer panchos y papas fritas y con una felicidad que no había sentido en mucho tiempo. Milagros o Mili, como le había pedido que la llamara, era increíble. Linda, divertida, le gustaba bailar y la cerveza, aunque su pasión era el yoga, disciplina con la que se ganaba la vida. También era muy charlatana y confianzuda. A la media hora de estar con ella ya se habían pasado los Whatsapp y likeado fotos en redes sociales. Quedaron para verse en la semana. Cuando llegó a su departamento, se tiró en la cama como a la mañana, solo que esta vez su alma bailaba por dentro. No veía la hora de volver a verla. Esa noche durmió tranquilo, la bocanada de aire fresco había llegado.