martes, 27 de diciembre de 2016

24 horas en París con un mimo El final

Y mientras nos besábamos, allá en lo alto, con todo el mundo a nuestros pies, una electricidad recorría todo mi cuerpo. Al principio, mi corazón latía a toda velocidad pero después de un momento, cuando sus manos empezaron a acariciar mi espalda, mis latidos se calmaron y sentí una paz inmensa, una paz que no había sentido en mucho tiempo.

Nos miramos sin decir una palabra, me corrió el pelo de la cara, se mordíó el labio inferior y ambos suspiramos sincronizadamente. Esta vez fui yo quien lo tomó de la mano y tras mirar por última vez ese asombroso paisaje empezamos a descender.

Luego de bajar tomados de la mano y absolutamente en silencio, el ruido de la calle hizo que la burbuja en la que estábamos se rompa. El mimo me sonrió y cuando esa  mirada pícara que me había acompañado durante todo el día simplemente le sonreí y le dije:
-          Muero por saber a dónde vamos a ir.

A los 15 minutos estábamos parados en frente de una puerta negra. El pequeño hombrecito toco dos veces y se abrió. Uno de esos patovicas gigantes lo saludó como si lo conociera, corrió una pesada cortina e hizo una ademán para que pasáramos. 
La música sonaba muy fuerte. Había mucha gente bailando y bebiendo y todos se veían felices.
El lugar era chiquito pero agradable. Fuimos a la barra a pedir unos tragos y no sé muy bien que pasó en el medio, ni cuanto habré tomado pero tengo flashes en los que me veo arriba de una tarima bailando como loca.

Después de un par de horas, cuando el efecto del alcohol había bajado un poco el mimo me “dijo” que ya era hora de irnos. Al salir, el viento golpeó mi cara y me terminé de recuperar.
-          La pasé increíblemente bien. No me acuerdo cuando fue la última vez que bailé tanto.
El mimo me sonrió y me miró como si quisiera hacer algo pero no se animaba. Le di un beso rápido en los labios y le dije que me llevara a donde estaba pensando ir.

Caminamos algunas cuadras y llegamos a la puerta de un edificio de un solo un par de pisos. Sacó las llaves del bolsillo y me invitó a pasar.
Subimos las escaleras y abrió otra puerta. Era un departamento bastante lindo. En el living tenía un sillón de cuero y una mesa. Desde allí se veían tres puertas. Una daba a la cocina, otra a la habitación y otra al baño. El mimo entró a esta última luego de decirme que me siente.

Al cabo de unos minutos, el mimo salió y yo una vez más me quedé sin palabras. Ya no estaba allí ese hombrecito de cara pintada sino que tenía parado en frente mío a un hombre alto, de espalda ancha, morocho y con unos grandes ojos negros que no paraban de mirarme.
Se sentó junto a mí y quiso empezar a hablar pero esta vez no lo dejé, le tapé la boca con mis dedos y le di un beso impulsivo y apasionado.

No voy a decir que hicimos el amor, no solo porque suena cursi sino porque todos sabemos que para hacerlo justamente se necesita que haya amor. Sin embargo, no fue una simple relación sexual vacía. Definitivamente fue algo muy especial que me renovó el alma y que recuerdo hasta el día de hoy.
A eso de las 4 de la mañana, nos encontrábamos los dos, desnudos y abrazados en su cama como si fueramos una pareja.

-          - Madrid y hasta hace un par de meses era Ingeniero, estaba a punto de casarme y mis papás seguían vivos.
-        -   ¿Y qué pasó?
-         -  Un día me llamaron a la oficina para decirme que mis papás habían tenido un accidente automovilístico y habían fallecido. Me dejaron salir antes del trabajo y cuando llegué a mi casa, desbastado, la encontré a mi novia, en mi cama, con mi mejor amigo.
-        -   Noo! ¿Y que hiciste?
-         -  Fue una mezcla, de llanto, gritos, silencio. Imaginate que fue toda una situación terrible. La persona que más necesitaba en ese momento me había traicionado y tirado 5 años de noviazgo al bote de basura.
-          - ¿Y cómo llegaste acá?
-          - A los dos días, luego del entierro de mis padres y cuando mi novia finalmente se fue de mi apartamento. Decidí que no quería seguir adelante. Simplemente necesitaba hacer un paréntesis en mi vida. Quería estar en silencio y no ver ni hablar con nadie. Asique renuncié a mi empleo, cerré mis redes sociales, guardé mi celular en un cajón, armé un bolso, fui a la estación y saqué el boleto para el primer tren que saliera en ese momento. Y me trajo hasta aquí.
-         -  ¿Y por qué un mimo?
-          - Esa historia es un poco más graciosa. Un día me levante con ganas de molestar a la gente. De chico había hecho circo y allí me enseñaron a ser un mimo asique me pinté la cara y salí pero te puedo asegurar que nunca me había encontrado una muchacha tan guapa como tú.
       
        Le sonreí y lo besé de nuevo. Nos quedamos hablando un rato más. Si en silencio era divertido no pueden imaginarse lo que era hablando. Nunca voy a entender como la novia lo pudo haber engañado.
       Finalmente nos quedamos dormidos y nos despertamos a eso de las 9:30. Como mi vuelo salía a las tres de la tarde y todavía tenía que armar la valija, desayunamos rápido y me acompaño hasta mi hotel.  

Cuando llegamos a la puerta me le colgué del cuello y le di un abrazo cálido y me dijo:
-          - Ahora mi vida es un caos ¿sabes? Me hubiera encantado haberte conocido en otro momento.
-          - ¿Creés que nos vamos a volver a ver?
-          - Yo creo que si el destino quiere que volvamos a vernos, va a conspirar para que eso suceda.Me miró por última vez a los ojos, me dio un beso suave en los labios y se fue caminando despacio. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

24 horas en París con un mimo VII

Cuando bajamos del Arco del Triunfo por fin mis deseos se hicieron órdenes. Caminamos por la iluminada y maravillosa Champs Elysees y en venganza por haberme hecho sufrir hice que el mimo entrara conmigo a todos los negocios de ropa que había y obviamente cargarme las bolsas.  Después del décimo local decidí apiadarme de él, o más bien de mi estómago y le sugerí que fueramos a comer a Mc Donalds.
Al entrar pensé que me había equivocado ya que más que un local de comida rápida parecía un restaurant de lo más elegante.

Durante la cena noté al mimo algo nervioso pero preferí no darle importancia, seguramente traía algo entre manos y esta vez no pensaba preocuparme por ello.
Como lo veía sin intención de iniciar una conversación le comencé a hablar de Buenos Aires. Le conté que está lleno de árboles, que hay muchísimos barrios, todos con su encanto. También le dije centro siempre es un hervidero de gente  y que me encanta viajar en subte y en tren porque de ahí salen las mejores anécdotas. Por último, le confesé, que a pesar de todo, amo vivir ahí.

Una vez terminada la cena le sonreí al mimo cual nena esperando saber cuál sería su próxima aventura. Como de costrumbre, me tomó del brazo y comenzamos a caminar en dirección a la Torre Eiffel. Cuando estuvimos parados frente a ella miré al mimo feliz por estar allí pero a la vez enojada porque no había podido subir.
-          - Quiero que sepas que no te voy a perdonar nunca no haberla conocido por dentro.
El mimo me miró con regocijo me volvió a tomar del brazo y me dirigió hasta una de  las entradas, abrió un gran candado y me hizo un ademán para que entremos.
-          - ¿Estás loco? ¡Si alguien nos ve nos van a meter presos!
Como siempre, se hizo el superado y me hizo entender que no iba a pasar nada.

Así fue como empezamos a subir escalón por escalón hasta llegar al último piso y una vez más el alma se me llenó de alegría, euforia y emoción.
Si desde el Arco del Triunfo se podía ver toda la ciudad, desde ahí arriba se podía ver todo eso y un poco más asique nos quedamos contemplando esa belleza, en silencio, durante varios minutos.

De repente empecé a sentir una nostalgia terrible en el pecho y unas ganas de desahogarme que no había tenido nunca.
-        -   ¿Estuve muy enamorada sabías? Al principio éramos felices pero con el tiempo me di cuenta de que él no sentía lo mismo por mí. ¿Por qué será tan necesario cruzarse con personas que nos lastiman tanto? O te hago una pregunta mejor ¿por qué es tan difícil sacarnos del corazón a los que nos hicieron sufrir?


El mimo me miró comprensivo a los ojos, respiró profundo, me acarició el pelo y me besó despacio y dulcemente.