jueves, 30 de agosto de 2018

Las Botas de Lluvia I


Lucila se desplomó en el banco de la estación y le mandó un mensaje a su novio en el que le decía que en cinco minutos estaría en su casa. ¡Qué lindo era vivir cerca de él! Sobre todo, después de días largos como el que había tenido. Lo único que lamentaba era no haber llegado a cambiarse. El poco tiempo que estuvo en su casa, lo tuvo que emplear para ordenar el desastre que había ocasionado la terrorífica combinación de una ventana abierta y lluvia. Mientras guardaba su celular en el bolsillo de su campera, largó un suspiro y vio cómo el tren entraba al andén. Subió con cuidado y se dirigió al primer vagón. Como se bajaba en la próxima estación no valía la pena sentarse. Cuando llegó, le resultó raro no ver a su novio parado esperándola, pero se había roto la pierna y el médico le había indicado que tenía que estar en reposo algunos días.  Así que bajó, cruzó la vía y, cuando llegó a la plaza que tenía, que atravesar para acortar camino, vio que estaba toda inundada. ¿Tanto había llovido? Como durante el día estuvo de reunión en reunión nunca se dio cuenta de que la tormenta había sido tan fuerte. Dudó un momento si era conveniente ir por allí o tomar el otro camino, más largo. Optó por la primera opción. Afortunadamente, como no se había cambiado, traía puestas sus botas de lluvia. La plaza que, en verano o en días despejados, a esa hora siempre estaba llena de gente, en ese momento se encontraba totalmente desierta. Avanzó despacio, cuidando de no salpicarse la ropa, pero de repente empezó a sentir la sensación de que la estaban siguiendo. Miró para todos lados, pero no vio a nadie. Pensó que eran imaginaciones suyas, hasta que alguien se le abalanzó por detrás y la agarró violentamente de los pelos. Quiso gritar, pero su atacante le tapó la boca y le dijo que se quedara callada. La arrastró hasta un punto ciego del lugar y la quiso violar. Ella logró zafarse y comenzó a correr. Él fue más rápido. Estaba tan enfurecido que empezó a golpearla salvajemente. ¿Cómo se le iba a ocurrir escaparse? La golpeó hasta que cayó al piso y, cuando la vio indefensa, se dispuso a cumplir su principal cometido, pero cuando se le acercó, se dio cuenta que se le había ido la mano. Enfureció aún más, él solo quería sentir su cuerpo, no era su intención matarla. ¿Por qué tuvo que salir corriendo? Si se hubiera quedado quieta, seguiría viva. Ocultó el cuerpo entre unos arbustos y se fue caminando como si nada hubiera pasado.