jueves, 30 de septiembre de 2021

La Clandes II

 La cuarentena no paraba de extenderse y las conversaciones ininterrumpidas que María y Santiago tenían al principio eran cada vez más escalonadas. Él sentía que la estaba perdiendo y no sabía qué hacer para revertir la situación. Si bien él contaba con un permiso para circular y podría acercarse a donde ella estuviera para verla, María vivía con su papá por lo que era imposible ir a su casa y ella tampoco tenía alguna excusa válida para ausentarse por algunas horas. Y bueno, blanquearle la situación a su padre tampoco parecía una opción. Por su parte, ella ya estaba cada vez más cansada de tener una relación a distancia. No le veía sentido. Pensó en comentarle a su papá que estaba saliendo con alguien para poder salir a verlo, pero no tenía ganas de tener un interrogatorio sobre una persona con la que sabía que no se iba a poner de novia, y tampoco tenía ganas de recibir un sermón sobre cómo se iba a ver con alguien que no conocía en plena pandemia. Estuvo a punto de decirle a Santiago que ya no tenía ganas de seguir hablando. Sin embargo, un día su papá le dijo que se iba y que no iba a volver a dormir. María se sorprendió bastante, pero no quiso hacer preguntas. No estaba lista para conocer la respuesta. Así que simplemente le dijo que se cuidara y que lo vería al día siguiente. Acto seguido, tomó el celular y le escribió a Santiago si quería ir para su casa. Lo borró. ¿Y si alguien lo veía entrar? Caminó de una punta a la otra de la habitación. Tenía que animarse. Escribió de nuevo el mensaje y lo mandó rápidamente, antes de que se pudiera arrepentir. Tardó menos de un minuto en contestarle: “A qué hora voy y qué llevo”. María sonrió. 

A las nueve en punto estaba asomada por la ventana esperando que apareciera Santiago para abrirle la puerta. Hacía quince minutos que le había mandado que ya había salido por lo que ya tendría que estar por llegar. Esperaba que se acordara de no estacionar en la puerta de la casa. Por las dudas le mandó otro mensaje recordándole. En ese momento lo vio pasar y corrió hacia la puerta para abrirle. Mientras Santiago pasaba por la pequeña apertura que le había dejado, María lo atacó a preguntas: “¿Te fijaste que nadie te viera? ¿Estacionaste a la vuelta? ¿Miraste para todos lados antes de entrar?. Él se rio y le contestó que sí a todo. “¿No me vas a saludar?”, le preguntó luego. Ella se rio, se le colgó del cuello y le dio un largo beso. “Qué lindo volver a verte”, dijo él. “¿Dónde puedo dejar todo esto?, preguntó. “¿Qué trajiste tanto?”, “Cerveza, papitas y mousse de chocolate de postre”. "Sos un genio". "Qué rico olor. Qué estás cocinando?", Preguntó. "Pastel de papas. ¿Te gusta?", indagó ella. "Me encanta". María sonrió y lo hizo pasar al comedor, donde le sirvió una porción. "Está buenísimo esto", exclamó Santiago. Se pusieron a charlar animadamente mientras de fondo tenían puesta la tele en la repetición de Avenida Brasil. Cuando terminaron el pastel de papas, María lavó los platos y las fuentes

 "Listo para el postre?", le preguntó y le alcanzó un pote individual. Sin dudas ambos estaban pasando el mejor sábado desde que había empezado la cuarentena. Se sentían muy cómodos el uno con el otro. Cuando terminaron todo lo que había para comer, se fueron para el cuarto. "Poné una peli" , dijo Santiago. Maria eligió una, pero no llegaron a ver ni los primeros diez minutos. Necesitaron cortar con esa abstinencia sexual que los estaba matando hacía meses. Luego del acto, él se quedó dormido y ella se acurrucó entre sus brazos. "Su huequito". A eso de las tres de la mañana, María lo sacudió y le dijo que se tenía que ir. Somnoliento y sin entender nada empezó a cambiarse. "¿No era que tu papá no volvía a dormir?", le preguntó. "No vuelve, pero no sé a qué hora va a llegar mañana y tampoco me quiero arriesgar a qué caiga en el medio de la noche y te vea". "Bueno", dijo mientras bostezaba. Se despidieron cansados, pero felices por lo que habían vivido. "Ojalá tu papá se vaya todos los fines". "Ojalá termine esta cuarentena de una vez", le respondió ella mientras miraba por la ventana que no viniera nadie. "Quién va a pasar a las tres de la mañana?", le preguntó él. "Nunca se sabe", respondió ella y le abrió la puerta para que saliera. Se dieron un último beso y María se fue inmediatamente para la cocina. Guardó todo lo que estaba en el secaplatos y revisó minuciosamente que no hubiera quedado nada de aquel encuentro clandestino. Una vez que certificó que la escena del crimen estaba impecable, se fue a dormir. Ese fue el primero de todos los sábados que siguieron.




lunes, 20 de septiembre de 2021

La Clandes

 “La clandes” deriva de “La clandestina” y es un término que se acuñó entre el 2020 y el 2021 cuando la pandemia del Coronavirus azotó al mundo y en Argentina se estableció una “cuareterna” que duró prácticamente un año. En ella estaba prohibido salir a la calle a menos que sea para realizar compras, pasear al perro o atender a niños y adultos y para eso se necesitaba sacar un permiso especial. Hoy en día, viéndolo a distancia, parece una locura, pero en ese momento todos entendían que era la única solución para que la pandemia terminara. Bah, todos no. Hubo un grupo a los que llamaron "Rompecuarentena" que se oponían rotundamente a quedarse encerrados y se juntaban y hacían fiestas "clandestinas". De ahí el término mencionado en las primeras líneas. El tema es que cuando alguien dice "me voy a una clandes", el resto piensa que se va a una fiesta, pero no piensa en todas esas “clandestinas” que hubo durante el aislamiento de las que nadie se enteró, por ejemplo, la de todas esas parejas que no vivían juntas y no aguantaron más sin verse. María y Santiago eran una de ellas. Se habían conocido en noviembre en una fiesta, cuando todavía era legal hacerlas. Salieron un par de veces, pero muy informalmente ya que, si bien se gustaron, ninguno de los dos tenía intenciones de iniciar una relación. Eso sí, hablaban prácticamente todos los días ya que se llevaban muy bien. Fue a principios de marzo cuando improvisadamente surgió una salida en la que la pasaron tan, pero tan bien que ambos empezaron a mirar la relación con otros ojos y no habían pasado más de tres días cuando se vieron de nuevo. Para ese entonces el Covid ya había llegado a la Argentina y de lo único que se hablaba en la televisión era de que la cuarentena ya era algo inminente. “Veámonos una vez más antes de que cierren todo”, dijo él. Ella dudó un poco ya que sería la tercera vez que lo vería en una semana y eso le causaba cierto sentimiento de ahogo, pero igualmente aceptó ya que luego no lo vería por quince días. “Hoy tengo la casa sola, podés venir y nos quedamos acá”, le dijo María a Santiago. Esa noche él se dio cuenta de que era la chica con la que quería estar por el resto de su vida y le dio mucha rabia no poder verla por quince días, ya que sentía que en ese tiempo ella podía llegar a perder el interés que notaba que estaba teniendo en él. A eso de las tres de la mañana, ella le dijo que no podía quedarse a dormir y algo somnoliento aceptó el destino que le había tocado. Se despidieron en la puerta con un largo beso. “Nos vemos en quince días”, le dijo Santiago, sin saber que en realidad serían dos meses de separación.