miércoles, 15 de noviembre de 2017

Un Amor All Inclusive IV

Los días pasaron, me establecí por completo en mi nuevo trabajo y se puede decir que prácticamente me volví experto en hoteles All Inclusive, o mejor dicho, de las personas que se hospedan en este tipo de hotel.

Por ejemplo, algo bien general que se ve en el 90% de los huéspedes es que tardan aproximadamente 40 minutos desde que cruzan la puerta en olvidarse que son padres, profesionales o personas responsables para convertirse en esponjas que absorben alcohol las 24 horas del día.

Luego, si entramos a hilar más fino y nos metemos a observar a las distintas nacionalidades, se puede decir que son  fácilmente distinguibles, simplemente hay que ver qué y a qué hora arrancan a tomar y de qué lado del buffet se sientan. Los canadienses, por ejemplo, empiezan tipo 11 de la mañana con alguna bebida blanca y en el comedor se sientan, en el desayuno, del lado de las cosas fritas y en el almuerzo y la cena del lado de la comida más liviana. Los argentinos, en cambio, arrancan con cerveza tipo 12. En cuanto a la ubicación en el restaurant, en el desayuno están del lado de las cosas dulces, las frutas o los fiambres y en el almuerzo y la cena cerca de la parrilla o las pastas. Igualmente por lo que más se los distinguen es por lo tarde que van a comer.

Muchas veces con mis compañeros jugamos a adivinar de donde proviene la gente que va a ingresando. Hoy a la mañana fue una de esas veces. Venía contando 13 canadienses, 5 españoles, 4 uruguayos cuando la vi. Pasó por la gran puerta de vidrio junto con dos amigas y cuando frenaron dos segundos a mirar el lugar el corazón me empezó a latir fuerte. Tenía puesto un vestido blanco con flores y el pelo castaño claro le caía por los hombros. Solo tuvo que sonreír para que me terminara de enamorar. ¿De dónde sería? Parecía argentina cosa que hacía que me gustara más todavía. Crucé los dedos y le rogué a Dios que fuera a sentarse para el lado de la mesa dulce. Por favor supliqué, por favor. Reanudaron el paso, tambalearon un poco, unos pasos para la derecha y otros para la izquierda. Yo seguía suplicando cuando finalmente se sentaron … al lado de la gran mesa de medialunas.