jueves, 25 de marzo de 2021

Catalina Te Amo

 

Ezequiel y Mariano entraron a la estación hablando intensamente del partido de Platense – Argentino Juniors. No podían creer cómo el arquero de Platense se había comido semejante gol. Cuando llegaron a la parte del andén donde estaban los bancos, se sentaron a esperar el tren. En ese momento Ezequiel leyó: “Catalina te amo”, frase coronada con un corazón. Allí empezó una interesante conversación entre ambos amigos.

─No entiendo para qué escriben esto en las paredes. Te entiendo si ponés “Tense Capo”, porque por lo menos sabés que si alguien del calamar lo lee, se va a emocionar, va a saber que alguien más en este mundo es del mismo equipo, que sufre cada vez que pierde y que también lloró y fue a la cancha igual cuando ascendió a la A en plena pandemia, pero ¿“Catalina te amo”? ¿Para qué querés perpetuar ese sentimiento en una pared? Después cortás y cada vez que pasás tenés que ver lo gil que fuiste por enamorarte de esa que te dejó por otro. No. Es algo que definitivamente no lo entiendo.

─¡Pará, despechado! ¿Nunca explotaste tanto de amor que quisiste ponerlo en todos lados? No seas tan ortiva y dejá que la gente enamorada se exprese como quiera.

─Si, me he enamorado. Pero nunca tanto como para hacer estas pavadas.

─¿Qué sabes por qué la persona que escribió eso en esa pared no lo escribió por algo en específico? Aparte no te rías tanto, Eze. Mirá si eso lo escribiste vos en otra vida.

─¿Por qué alguien escribiría eso? No tiene sentido. ¿Y qué es eso de “otra vida”? ¿Desde cuándo sos tan esotérico vos? Aparte vos sos recatólico, ¿cómo podés creer en otras vidas?

─¿Qué tiene que ver que sea católico? Uno tiene que creer en todo. Yo creo que el gran problema de esta humanidad es que a las personas les gusta dividirse en bandos excluyentes. Si sos científico no podés creer en Dios. Si creés en Dios no podés creer en lo esotérico. Si creés en lo esotérico no podés creer en la ciencia. Qué estupidez. El día que avancemos como humanidad va a ser el día que todos entiendan que en el universo todo convive: Dios, la ciencia y lo esotérico.

─Entiendo lo que decís, pero por ejemplo. Vos que sos católico creés que la gente una vez que se muere va al cielo, ¿no? ¿Entonces en qué momento tenés otras vidas?

─Yo creo que es así. Uno cuando muere sigue teniendo cosas que purgar, entonces ahí reencarna en otra cosa u otra persona, para poder hacerlo. Y así va, de vida en vida hasta que el alma queda pura. Una vez que eso pase, ahí se va al cielo.

─Interesante. Igual me mata que hayamos llegado a esto porque un gil escribió en la pared “Catalina te amo”

─Dejá de decirle gil al pobre. Y más te vale que nunca te vea escribiendo en ninguna pared “Belén te amo”

─¿Y por qué Belén?

─¡Qué se yo! Fue el primer nombre que se me vino a la mente, hombre.

─¡No te enojes! Te estaba cargando nomás. Ahí viene el tren.

 Ambos agarraron sus mochilas y se pararon. Cuando el tren el tren frenó y abrió sus puertas, bajó una chica rubia. Sus ojos se clavaron instantáneamente en los de Ezequiel. Ambos sonrieron.




jueves, 18 de marzo de 2021

La Última Noche - El Final

 Saludamos al portero y fuimos para el ascensor que estaba al fondo. Subimos unos cuantos pisos y después un par más por escaleras. Cuando entré, me empecé a arrepentir un poco, pero él me volvió a decir que no me iba a pasar nada y me transmitió seguridad. No sé cuánto tiempo habré estado ahí, pero cuando me fui ya estaba amaneciendo. Caminé rápido para el depto y me asomé para ver si estaba Cecilia. Estaba. Me fui para mi habitación, me puse el despertador ya que al otro día me tenía que despertar temprano para terminar de acomodar las cosas e ir para el aeropuerto, y me dormí. A las pocas horas me desperté y cuando me encontré con Cecilia en el comedor, me preguntó dónde había estado. Le conté toda la historia y ella la suya con el chileno. Nos empezamos a reír. Qué forma de terminar las vacaciones. Después de desayunar, me fui a terminar de armar la valija. No saben qué sorpresa me llevé cuando abrí la cartera que había usado a la noche y me encontré con la billetera de Dani alias el Turco. Las palpitaciones comenzaron a aumentar. ¿Cómo iba a hacer para devolvérsela si no tenía su teléfono y lo único que sabía era que se llamaba Dani alias el Turco? Empecé a sacarle todo, alguna identificación tenía que tener. Encontré el DNI. Lo busqué en Facebook, pero no lo encontré. Lo busqué en Instagram y tampoco. Me empecé a desesperar. Salí corriendo a contarle a Cecilia. Se me río en la cara. "Andá a llevársela al departamento", me dijo. "¡Tenés razón!", le contesté y salí corriendo. Cuando llegué a la cuadra, empecé a mirar todos los edificios, pero ninguno me parecía conocido. ¿Qué iba a hacer? Mi avión salía en pocas horas. Entré a uno que me pareció familiar. ¿A qué piso había ido? Me acuerdo que había subido unas escaleras, pero ¿cuántos pisos? Además había algo del hall de entrada que no reconocía. ¿Sería ese el lugar? Me acerqué al conserje. "Disculpe", le dije. "¿Aquí alugan chicos?, le pregunté agradeciendo haberme aprendido esa única palabra en portugués. Me dijo que sí y le pregunté hasta qué piso tenía el edificio. Me dijo un número que no me convenció. ¿Y si le dejaba al señor la billetera y me iba? No, si no era el edificio, el chico iba a perder todas sus cosas. Decidí conservarla y volví a mi departamento. Me senté en la cama e inicié nuevamente la búsqueda en redes sociales. Busqué, busqué y ¡bingo! Finalmente encontré al tal Dani alias el Turco en Instagram. Le mandé un mensaje y rogué que me contestara rápido. Por suerte lo hizo y quedamos en que ni bien terminara de despertarse vendría a buscar su billetera. Más relajada me puse a terminar la valija. Al cabo de media hora me llegó el mensaje de que estaba abajo. Cuando bajé estaba con un amigo. ¿Pensaría que le iba a hacer algo que había ido acompañado? Lo miré bien, era más lindo de lo que me había parecido. Le di la billetera, la abrió y se puso a revisar todo. ¿De verdad podía pensar que le iba a robar algo? ¿Después de darle toda mi confianza el día anterior? Un poco de mala manera, para que viera mi indignación, le dije que había sacado todo para encontrar algún dato suyo, que no faltaba nada. Me miró indiferente y me agradeció. “Sin esto no iba a poder volver a casa”, me dijo y se hizo un silencio incómodo. Le dije que me tenía que ir, me saludó con un beso en el cachete y me deseó un buen viaje. Como él es de Córdoba no lo vi nunca más y aunque lo sigo teniendo en redes sociales jamás hablamos. Lo único que quedó entre nosotros fue una anécdota inolvidable. 



martes, 9 de marzo de 2021

La Última Noche II

 Luego de ver el último atardecer de Río, nos fuimos al departamento a bañarnos, comer y prepararnos para la noche. A eso de las 23 ya estábamos listas y nos pusimos a tomar unos tragos antes de ir con la excusa de que no podíamos volver con la botella en la valija. Cuando llegó la hora, partimos para el boliche que quedaba a un par de cuadras y al que ya habíamos ido un par de veces. Llegamos y, al igual que las otras noches, había barra libre. No tomamos mucho porque los vasitos volaban, pero puedo asegurar que esos pocos tragos hicieron efecto. Nos pusimos a bailar y se me acercó un pibe. Era hermoso, argentino y pegamos alta onda. No dimos unos besos y me dijo de ir a la casa, pero me pareció muy peligroso por lo que le dije que no y me fui a seguir bailando. Al rato conocí a otro pibe, sin dudas una noche totalmente ganadora. Este se llamaba Dani, pero le decían el turco y era todavía más hermoso que el anterior, o por lo menos mis ojos borrachos creían eso. Bailamos un rato y también terminamos dándonos un beso. No me juzguen, sé que ustedes alguna vez también fueron jóvenes e hicieron lo mismo. Cuando me aburrí, me fui de nuevo con mi amiga. Ella también estaba con un pibe bajito y morocho riéndose. Me acerqué y el flaco me saludó en portugués. "Hola", le dije sin prestarle mucha atención y le empecé a hablar a mí amiga. "Silvi, ¿no te das cuenta de quién es?", me dijo señalando. "Ni idea", le respondí yo sin darle mucha importancia. "Es Noé, estúpida", me gritó. Lo miré y no lo podía creer. Sin su ropa para el sol y el proyector en toda la cara era otra persona. Me empecé a reír a carcajadas y lo saludé. Comenzó a hablar, pero si ya le entendía poco de día, en el medio del boliche con la música al palo y borracha fue prácticamente imposible. Lo único que sé es que terminamos dando el beso que veníamos esquivando durante toda la semana. Después de eso, seguimos bailando y charlando un rato más, pero me terminé aburriendo. La verdad es que yo prefiero el chamuyo barato de los argentinos. Los extranjeros podrán ser muy lindos, pero no tienen ni un poco de labia. Cuando la noche ya estaba bastante avanzada y tanto Cecilia como yo con un nivel importante de alcohol en sangre, ella vino a decirme que se iba a la playa con un chileno que había conocido. "¿No era que odiabas a los chilenos?", le pregunté. Solo atinó a decir "Shhh" y se fue. A lo lejos me dijo que le prestara atención al teléfono por cualquier cosa. Yo me quedé un rato más y cuando me sentí cansada, decidí irme. En la puerta me encontré con Dani alias El Turco. Me dio un beso y le dije que ya me iba. Me dijo que me acompañaba. Durante el camino empezamos a hablar incoherencias de borrachos. Cuando llegamos a la esquina del departamento, le dije que estaba a media cuadra y el me dijo que también paraba a media cuadra solo que para el otro lado de la manzana. Nos empezamos a reír y a darnos besos que se tornaron cada vez más apasionados. En un momento pasaron dos personas y cuando nos vieron, nos  gritaron "argentinos". Es increíble como en todas partes del mundo nos terminan reconociendo. Nos reímos y nos seguimos besando. En ese momento me acordé de que lo había dejado abandonado a Noé en el boliche. Menos mal que ya no lo vería al día siguiente. La voz de Dani alias el Turco me hizo volver en mí. "¿Querés venir a mí depto?, me preguntó. Le dije que no, que era peligroso, que si iba podía llegar a matarme. Se rió y me dijo que no me iba a matar. Le dije que no me importaba, que no iba a ir y trató de convencerme de nuevo. Finalmente sacó su billetera y me dijo que me la daba como prueba de que no me iba a hacer nada. Le dije que podía matarme y sacarme la billetera luego, pero mientras me la guardaba en la cartera, accedí a ir.



miércoles, 3 de marzo de 2021

La Última Noche I

 ¿Vieron que todos tienen alguna anécdota con sus amigos que recuerdan hasta el final de sus días? Bueno, con mi amiga Cecilia tenemos muchas, aunque cada una tiene a su preferida. A ella le gusta contar una sobre el perfume del auto, pero a mí, me gusta mucho más la de nuestra última noche en Brasil. 


A Cecilia la conocí en las clases de rock and roll y entre fiesta y fiesta y cerveza y cerveza, nos terminamos haciendo muy amigas. Hubo un verano en el que a mí me habían echado de mi trabajo y como estaba hacía ya un par de años cobré una buena indemnización. “Vámonos a algún lugar. Hace mucho que no me tomo vacaciones”, le dije. Lo pensó un poco, pero al toque me terminó contestando: “Siempre quise conocer Río de Janeiro”. A mí, que nunca había ido más allá de las Toninas, se me iluminó la cara. “¡Río allá vamos!”, grité y empezamos a sambar como locas. El 1 de marzo partimos hacia nuestro destino. Habíamos conseguido un vuelo directo muy barato por Emirates por lo que en tres horas aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Antonio Carlos Jobin. Como era de noche pedimos un Uber, ya que nos habían dicho que era el mejor transporte para movilizarse por la ciudad. Cuando salimos para buscarlo, el calor tropical nos abrazó, pero ¿a quién le importa cuando está por vivir una de las mejores semanas de su vida, no? El chofer nos llevó hasta el Airbnb que habíamos alquilado en en Copacabana. El departamento era soñado. Nos había salido $2,5 y era un lugar como para seis personas. Podíamos elegir dónde dormir y hasta estar en cuartos separados. Aparte estaba bien equipado y quedaba a dos cuadras de la playa. Dejamos las valijas, pusimos música en el celular y empezamos a bailar. Si bien esa noche no salimos porque todavía no conocíamos el lugar ni tampoco sabíamos el idioma, nos quedamos despiertas hasta tarde. Al día siguiente ni bien nos despertamos, nos cambiamos y salimos para la playa. Ahí alquilamos una sombrilla con dos reposeras y dimos por comenzadas nuestras vacaciones. Ese día planeamos el resto de la semana: un día iríamos a Arraial Do Cabo, otro día a Ilha Grande. También visitaríamos el Pan de Azúcar, el Cristo Redentor y la Escalera de Selarón. Además destinaríamos un día para ir a conocer la playa de Barra de Tijuca y el domingo, que hacían peatonal la avenida principal, alquilaríamos bicis e iríamos hasta Leblón. No podíamos más de la emoción. Queríamos hacer todo ya y a la vez que el tiempo nunca pasara. Una vez que organizamos todo, nos relajamos al sol. Pasaron muchos vendedores: de mallas, de Acaí, de Caipirinha y hasta de Marihuana. Después de comprarle una Caipirihna a un chico mendocino, paramos a uno que vendía mallas. Era un hombre bajito, todo cubierto para no le traspasara ni un solo rayo UV y con la cara completamente blanca por el protector solar. Era muy parlanchín y gracioso. No le entendíamos mucho, pero nos hacía reír. Se llamaba Noé. Ese día no le compramos ninguna malla, pero si marcamos el comienzo de una amistad veraniega. Cada día, salvo los que nos fuimos a otras playas, Noé frenó en nuestra sombrilla, clavó la suya con mallas y se quedó un buen rato hablando con nosotras, pero más que nada tratando de levantarme. Todo el tiempo me pedía que le diera una oportunidad y me decía que me iba a llevar a recorrer las playas más lindas de Brasil. Yo me reía y le seguía la corriente, hasta le dejé darme un piquito sin que nadie nos viera. Finalmente, el último día de una increíble semana que superó todas mis expectativas, me despedí de Noé y le dije que lo iba a extrañar. Me miró sorprendido y me dijo que en Brasil extrañar no era algo bueno, que era algo triste. Yo le dije que en Argentina, por el contrario, cuando extrañabas a alguien era porque esa persona era importante para vos. Mi respuesta lo dejó satisfecho. Nos dimos un abrazo, un piquito y cuando se dispuso a seguir su camino, Cecilia le dijo que a la noche íbamos a ir a bailar, que por qué no venía. Noé sonrió y le preguntó dónde y a qué hora y confirmó que allí estaría.