jueves, 1 de diciembre de 2016

24 horas en París con un mimo VII

Cuando bajamos del Arco del Triunfo por fin mis deseos se hicieron órdenes. Caminamos por la iluminada y maravillosa Champs Elysees y en venganza por haberme hecho sufrir hice que el mimo entrara conmigo a todos los negocios de ropa que había y obviamente cargarme las bolsas.  Después del décimo local decidí apiadarme de él, o más bien de mi estómago y le sugerí que fueramos a comer a Mc Donalds.
Al entrar pensé que me había equivocado ya que más que un local de comida rápida parecía un restaurant de lo más elegante.

Durante la cena noté al mimo algo nervioso pero preferí no darle importancia, seguramente traía algo entre manos y esta vez no pensaba preocuparme por ello.
Como lo veía sin intención de iniciar una conversación le comencé a hablar de Buenos Aires. Le conté que está lleno de árboles, que hay muchísimos barrios, todos con su encanto. También le dije centro siempre es un hervidero de gente  y que me encanta viajar en subte y en tren porque de ahí salen las mejores anécdotas. Por último, le confesé, que a pesar de todo, amo vivir ahí.

Una vez terminada la cena le sonreí al mimo cual nena esperando saber cuál sería su próxima aventura. Como de costrumbre, me tomó del brazo y comenzamos a caminar en dirección a la Torre Eiffel. Cuando estuvimos parados frente a ella miré al mimo feliz por estar allí pero a la vez enojada porque no había podido subir.
-          - Quiero que sepas que no te voy a perdonar nunca no haberla conocido por dentro.
El mimo me miró con regocijo me volvió a tomar del brazo y me dirigió hasta una de  las entradas, abrió un gran candado y me hizo un ademán para que entremos.
-          - ¿Estás loco? ¡Si alguien nos ve nos van a meter presos!
Como siempre, se hizo el superado y me hizo entender que no iba a pasar nada.

Así fue como empezamos a subir escalón por escalón hasta llegar al último piso y una vez más el alma se me llenó de alegría, euforia y emoción.
Si desde el Arco del Triunfo se podía ver toda la ciudad, desde ahí arriba se podía ver todo eso y un poco más asique nos quedamos contemplando esa belleza, en silencio, durante varios minutos.

De repente empecé a sentir una nostalgia terrible en el pecho y unas ganas de desahogarme que no había tenido nunca.
-        -   ¿Estuve muy enamorada sabías? Al principio éramos felices pero con el tiempo me di cuenta de que él no sentía lo mismo por mí. ¿Por qué será tan necesario cruzarse con personas que nos lastiman tanto? O te hago una pregunta mejor ¿por qué es tan difícil sacarnos del corazón a los que nos hicieron sufrir?


El mimo me miró comprensivo a los ojos, respiró profundo, me acarició el pelo y me besó despacio y dulcemente. 


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