El martes de esa semana, Ezequiel tuvo su turno con la tarotista. Le contó su problema y después de desplegar su baraja, le confirmó que no había nadie más y que Belén se había alejado porque tenía miedo de que la lastimara otra vez. “¿Otra vez? Pero si yo nunca la lastimé. De hecho, ella fue la que me lastimó a mi cuando me dejó”. “Es posible que la hayas lastimado en otra vida. ¿Por qué no te hacés una sesión de registros akashikos? Yo hago si querés. Puedo darte un turno para el viernes”, le respondió la tarotista. “Qué loco. Un compañero del trabajo me viene hablando de eso”, le dijo. “Dale, tomo ese turno”, dijo luego. Entonces, ese viernes volvió a ingresar al consultorio por más respuestas. Durante la sesión se enteró de que había compartido cinco vidas con Belén y que en todas ellas, la había lastimado de una u otra manera. Y por ese motivo en este presente, ella huía inconscientemente de él. También le contó que en la última vida en la que estuvieron juntos, él quiso redimirse. Que veía que había hecho una demostración de amor que ella no había llegado a ver. Ezequiel salió algo confundido de la consulta. ¿Cómo pudo haberla lastimado? ¿Cómo le había expresado que la quería? ¿Por qué no lo había llegado a ver? Esa noche casi que no pudo dormir. Al día siguiente fue un zombi durante toda la jornada laboral. Cuando finalizó, entró a la estación arrastrando los pies y tratando que no se le cierren los ojos. Hasta que lo vio. Miró el “Catalina te amo” que le había llamado la atención algunos meses atrás y se le iluminó la mente. Fue como si su yo de otra vida le hubiera susurrado la respuesta al oído. Abrió su mochila y la revolvió un poco hasta que encontró un marcador. Le sacó la tapa y escribió con cuidado en la pared. Se sentó a esperar y rezó para que ocurriera el milagro. Cuando el tren ingresó al andén, el corazón casi se le salió de cuerpo. Las puertas se abrieron y ahí estaba. Bajó del vagón y leyó “Belén te amo” y mientras tanto Ezequiel veía como una sonrisa se le dibujaba en el rostro.
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