domingo, 21 de mayo de 2023

Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz I

 Juan Cruz


Todos tienen algún recuerdo de la infancia que los marcó de por vida. Ese recuerdo que no importa los años que pasen, siempre se va a contar en las reuniones familiares y te va hacer dar ganar de meterte en el baño y no salir hasta que hayan terminado. Bueno, yo no solo tengo uno, sino que tengo uno icónico que no solo lo recuerda mi familia sino toda la Argentina. 


Resulta que cuando tenía diez años mis viejos se separaron. Si bien se separaron en buenos términos y no hubo ningún problema al respecto, no dejó de ser una situación bastante angustiante para mí. Creo que uno nunca está preparado para que sus papás se separen. La cuestión es que para levantarme el ánimo, mi papá decidió llevarme a Buenos Aires (nosotros somos de Rosario) a pasar el Día del Niño porque yo siempre hinchaba con conocer el Obelisco porque Ramiro, un compañero del colegio que venía de allá, decía que era mucho mejor que el Monumento a la Bandera. Salimos el sábado temprano para pasar todo el fin de semana. Luego de unas horas de viaje, llegamos a un hotel que quedaba por Palermo. Ese día recorrimos por ahí, pasamos por Recoleta y obviamente terminamos comiendo una pizza en Guerrín con el Obelisco de fondo. Fue un día increíble. Lástima que no puedo decir lo mismo del día siguiente. Bah, al principio arrancó todo bárbaro. Nos fuimos hasta La Boca, recorrimos Caminito. Nos comimos una milanesa increíble y conocimos La Bombonera. Después a mi papá se le ocurrió ir a San Telmo. Tiene una obsesión por los objetos viejos. Así que el Mercado de San Telmo fue una parada obligatoria. Me acuerdo que me dijo que tuviera mucho cuidado con mis cosas porque robaban mucho por ahí. JA. Qué lindo hubiera sido si él hubiera tomado su propio consejo. ¿Pueden creer el tipo me perdió? Sí, como están leyendo. ME PER DIÓ. Y encima lo peor que es el día de hoy que sigue diciendo que yo me fui. Pero no. Lo que pasó es que íbamos por los pasillos del mercado. Estaba lleno de gente y creo que hasta estaban los fantasmas, dueños de todas esas antigüedades.


En un momento, mi papá vio una lámpara horrible en uno de los puestos, pero había tantas personas que era un poco difícil llegar hasta ella. Me pidió que me quedara un minuto parado donde estaba que iba a preguntar el precio. Y eso hice. Me quedé ahí y no le saqué la vista de encima. Vi como se acercaba al puesto esquivando gente. Vi cómo le preguntaba el precio de la lámpara. Vi como sacaba la billetera y le pagaba. Y vi como se iba del puesto admirando lo que acababa de comprar. Suspiré y lo seguí. Le pegué el grito, pero ni bola. Estaba tan embobado con su nueva adquisición que se había olvidado completamente de mí. Empecé a caminar más rápido para alcanzarlo, pero había tanta gente que lo perdí de vista. Lamentablemente mi viejo no es un tipo alto como para encontrarlo fácil por lo que terminé perdiéndolo de vista. Obviamente me envolvió la desesperación.


Estaba perdido en un lugar que no conocía, en una ciudad que no era la mía y sin celular porque en esa época todavía no tenía uno. Me largué a llorar como si no hubiera un mañana. Porque podría haberme guardado las lágrimas, pero desde chiquito mi mamá me enseñó que los hombres sí lloran y yo en ese momento necesitaba llorar con mucha fuerza. Bastaron solo unos minutos de llanto para que un matrimonio se me acercara a preguntarme qué me pasaba. Les conté que había perdido a mi papá y luego de describirlo lo comenzamos a buscar por la plaza principal. Nada. Como pasaba el tiempo y no aparecía, el señor que estaba conmigo me levantó en sus hombros y empezó a aplaudir como si estuviera en la playa. El resto de la plaza lo siguió.


Mi papá siguió sin aparecer. ¿Dónde se había metido? De a poco empecé a perder las esperanzas de encontrarlo. Ya me veía en un orfanato solo y muerto de hambre. Me puse a llorar peor. Entonces, el cantante que estaba musicalizando la tarde paró todo y me preguntó cómo me llamaba yo y cómo se llamaba mi papá. No sé cómo hizo, pero en dos segundos se armó un tema que terminó siendo el hit del año: “Eduardo, vení a buscar a Juan Cruz”. Lo van a encontrar en Youtube si lo buscan. También van a ver cómo medio San Telmo la cantaba y mi papá, que andá a saber dónde estaba (porque nunca me supe dónde se había metido), no aparecía. Después de como diez o quince minutos apareció riendose y me abrazó. Obviamente hubo una ovación del público y la banda se consagró por temón. Yo, por mi parte, me sentía muy enojado. Era su único hijo, ¿cómo me iba a perder así? Solo se me pasó el enojo cuando después de salir de la muchedumbre mi papá se largó a llorar con la lámpara que se había comprado en la mano. Me pidió perdón y me abrazó de nuevo. Yo lo abracé más fuerte porque sabía que en realidad había sido todo un desborde por lo que sentíamos a causa de la separación. Cuando nos calmamos, fuimos a tomar un helado y me pidió que por favor no le contara nada a mi mamá. Que fuera un secreto entre nosotros. Obviamente mi video se hizo viral y antes de que llegáramos al hotel mi papá tenía quince llamadas perdidas de mi mamá. No sé todo lo que le habrá dicho, pero perdonar lo terminó perdonando porque hoy en día, después de quince años están juntos otra vez.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario