16 de marzo
de 1992
¿Para qué
habré dicho que algo malo iba a pasar? Definitivamente yo llamo a la mala
suerte. Simplemente teníamos que subirnos a una lancha y navegar unos kilómetros
por el río Amazonas para ir a buscar algo de comida.
Pero NO, se
nos tuvo que parar la lancha en el trayecto más peligroso del río.
¿Por qué
esta mala fortuna habrá llegado al punto de privarme de escribir que pudimos
salir sanos y salvos de esa desesperante situación? ¿Por qué tuvo que llegar al
límite de que uno de los miembros de la tribu perdiera su mano y su pierna
tratando de ahuyentar a los cocodrilos?
Jamás pensé
presenciar una escena tan horripilante y lo peor de todo es que esa sensación
de angustia aún continúa.
17 de marzo
de 1992
Hoy si se
puede decir que fue un día grandioso. Al levantarme, los más pequeños de la
tribu me llevaron con ellos a extraer de unos árboles unas exquisitas
fragancias para regalarle a una de las mujeres, en motivo de unión con su amado
esposo. Por lo que me dijeron, el perfume simboliza el amor eterno, en la
ceremonia cada uno debe ponerle al otro un poco en las muñecas. De esta manera
ambos unen sus fragancias en una sola para el resto de sus vidas.
Es
realmente una ceremonia hermosa y muy significativa. Me gustaría hacer algo así
en mi casamiento.
Por otro
lado, me informaron que el hombre que tuvo el accidente ayer se está
recuperando favorableente y además me dijeron que no me preocupe ya que este tipo
de accidentes es común.
-
Mirá,
esta página está toda borroneada. Dijo Florencia
-
Capaz
se largó a llover cuando escribía, contestó Francisco
A Florencia le causó gracia el comentario y riéndose
le dijo que siguieran leyendo.
20 de marzo de 1992
Cristian por fin descanza en paz. Aunque en el
entierro estábamos nada más los que paramos en la posada, ya que no se pudo
localizar a ningún familiar, yo creo que a él le hubiera gustado que sea algo
así, pequeño.
¿Quién iba a decir que un joven tan aventurero,
tan inteligente y tan conocedor de la fauna del lugar iba a morir estrangulado por
una serpiente? Si tan solo hubiera podido gritar…
Tuvimos suerte que la Anaconda no llegó a
comérselo.
¿Por qué si ese día el sentimiento de angustia
en mi pecho era más fuerte que nunca permití que se fuera a una expedición tan
peligrosa?
Lo único que me consuela es que ahora Cristian
está en un lugar mejor donde nada puede pasarle.
-¡No puedo creer que se haya muerto!
- ¡Yo tampoco! No lo puedo creer, no le pasa
una buena a este hombre.
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