lunes, 25 de noviembre de 2019

You Look Like Red Riding Hood III


Greenwich es el típico barrio que se ve en las series. De hecho, ahí está el edificio de Friends, el cual no visité porque me enteré de su existencia cuando ya había vuelto. Los edificios eran muy pintorescos y mucho más bajos que los rascacielos que se podían ver en el Distrito Financiero. Todos tenían la escalera de incendios en el exterior y cuando veías las entradas no podías imaginarte otra cosa que no fuera una escena de película romántica. Porque Nueva York es así. Es como estar constantemente mentido dentro de una película. A mí particularmente además me generó mucha paz. Caminar sola por esas calles era como ir andando adentro de una burbuja donde nada ni nadie me molestaba y donde todo estaba bien.

Sin darme cuenta llegué a Soho. Acá la topetitud ya había aumentado, no solo porque se podía visualizar perfectamente el Empire State y el One World Observatory sino porque algunas de las mejores marcas decían “presente”. Yo entre al bueno y confiable Forever, pero a diferencia del día anterior, que me había logrado comprar varias prendas, ese día no conseguí nada de mi talle. La verdad que los talles allá son algo complicado. Hasta que das con el indicado podés haberte probado cinco camisas, por ejemplo. Salí un poco desilusionada y me dispuse a seguir caminando hasta que vi el maravilloso Victoria Secret que me imantó hacia él. Desde hacía un par de años mi amiga me traía algo de ahí cada vez que viajaba a ver a su novio y me volví fan. De tal modo, estar ahí era como tener la oportunidad de ver a tu ídolo todos los días. Cuando entré fue algo así como la gloria. Solo faltaba el coro de ángeles cantando. Todas las paredes del local estaban empapeladas de productos y estaba lleno de cajoneras y estantes donde había todavía más cosas para elegir. Empecé a mirar todo completamente fascinada, sobre todo las ofertas. Estuve un buen rato mirando todo, pero otra vez el tema del talle me complicaba la vida: 32b 36c, 34ª. ¿Cómo iba a saber yo qué talle de corpiño era con todos esos números y letras? Mientras pensaba en mi cabeza cómo formularle a algún vendedor la pregunta, escuché a uno hablar castellano. “¡Milagro!”. Me le acerqué y le planteé mi problema. Ante esto me dio un papel, me metió en el sector de probadores donde me dijo que me iban a tomar medidas y se fue. “Hello”, me saludó otra vendedora mientras abría la puerta de un probador. Me metió adentro y me empezó a tomar medidas con una rapidez inimaginable. Me dio un papel que decía 32B y una pila de corpiños. Después me dijo algo que no hubo chance de que entendiera. “¿Vos no hablás español?” le pregunté, pero me dijo que no y me encerró con los corpiños. Me los empecé a probar porque supuse que eso tenía que hacer, aunque no sabía muy bien con qué fin. En ese interín se me rompió el mío. Fue como que si el lugar me hubiera dicho: “Esa baratija de Puente Saavedra acá no va, querida” Así que no me quedó otra que comprarme uno, aunque no fue de los que me estaba probado sino otro que encontré a diez dólares entre las gangas. Después de como cuarenta minutos finalmente me fui. Ya era hora de conocer Little Italy y China Town. Miré mapa no muy detenidamente y empecé a caminar. Caminé, caminé y caminé, pero ninguno de los dos barrios apareció. Al contrario, parecía que estaba cada vez más cerca de la parte sur de la ciudad. “¿Cómo podía ser?” Cuando me fijé en el mapa me di cuenta de que no había prestado atención y me había ido para el otro lado. También me percaté de que mi vejiga estaba a punto de explotar. Busqué un lugar para sentarme y poder concentrarme para encontrar el camino para llegar a un baño lo más rápido posible.  No estaba muy lejos así que si caminaba rapidito lo iba a lograr. Gracias a Dios encontré un Starbucks antes de lo pensado. Entré y me fui directo para el fondo. Me puse al final de una fila donde había hombres y mujeres. “Is the same line?”, le pregunté al chico de adelante. Lanzó una risita y me dijo que sí en inglés. “¡Qué modernos!”, exclamé en castellano y cuando me escuchó me preguntó de donde era. “Argentina”, le contesté rogando que no escupiera el hilo de futbolistas y costumbres que no consumo. Por suerte no lo hizo.  Por el contrario, me preguntó de qué parte de Argentina era. Aparentemente algo sabía sobre el país. Intenté explicarle cómo eran las subdivisiones geográficas, pero esta vez mis neuronas no conectaron hasta la clase de inglés donde me enseñaron eso. Con muchas señas traté de hacerme entender pero, aunque él me dijo que sí lo había hecho, para mí fue todo en vano. Antes de que le tocara su turno para entrar al baño, me dio unos tips para recorrer la ciudad y me recomendó cruzar el puente de Brooklyn temprano por la mañana así evitaba cruzarme con tanta gente. Al día siguiente le hice caso, pero eso se los cuento en otra ocasión.  



No hay comentarios.:

Publicar un comentario