Francisco ficha a las 8:02. Sube
somnoliento las escaleras de la oficina y prende las luces. Es el primero en
llegar. Acomoda su mochila en el escritorio y enciende la computadora. Se va a
hacer un mate. Qué ganas de irse de nuevo a la cama. Mira mails y organiza lo
que tiene que hacer. 8:15 llega Natalia. Cómo detesta a esa piba. La saluda con
un beso en el cachete y vuelve a su monitor, lo que menos quiere es que se le
ponga a hablar. Entre las 8:15 y las 8:30 llegan cuatro compañeros más y su
jefe. Qué raro que todavía no llegó Cata. Termina de decir esa frase en su
mente y aparece. A medida que saluda a todos se va sacando prendas: el gorro, la
campera y otro saco más que tiene abajo. Afuera hace mucho frío. Cuando llega
hasta él, le apoya los dedos congelados en la nuca y se ríe. Francisco se tira
para adelante por la sensación y se ríe también. Se saludan con un beso en la
mejilla y ella se sienta en su escritorio, al lado de él. Mientras prende la
computadora, le cuenta una situación graciosa que vio mientras esperaba a su
novio en la estación del tren y se empieza a reír a carcajadas. Todos se ríen
de su risa, incluso Francisco que desearía que ese novio no existiera. Ambos se
ponen a trabajar. Él la mira de reojo de vez en cuando. En un momento, Cata se
saca la bufanda y se hace una cola de caballo, dejando al descubierto su cuello
largo y blanco. Le tira la bufanda en la cara para molestarlo. Siente su
perfume y se vuelve loco. Cómo odia que haga eso. No tiene una idea de todo lo
que le provoca. Suspira y se muerde los labios. Le tira de nuevo la bufanda. Se
ponen a charlar y Francisco no sabe cómo hacer para no mirarle los labios. Su
jefe les llama la atención y vuelven al trabajo.
Catalina recibe un mensaje de su novio,
pero en vez de sonreír se pone seria. Desde que empezó la semana no se paran de
pelear. Se va al baño para cambiar un poco la energía. Cuando vuelve tiene un
chocolate sobre el teclado. Que suerte que por lo menos la vida la recompensa
con personas como Francisco que con pequeños detalles le alegran el día. Le
agradece y se ponen a charlar sobre chocolates. Lo mira a los ojos, pero la
mirada se le desvía hasta la boca. Que labios carnosos que tiene. Se va a hacer
un café y cuando vuelve le tira un poco de la oreja. Él le agarra la mano y no
se la quiere soltar. Se empiezan a hacer cosquillas. De repente, sus caras
quedan muy cerca. Se produce un silencio y se separan. Ella está algo agitada.
Respira hondo y se muerde los labios.
Cuando llega la hora del almuerzo, como todos
los días, van juntos para el comedor. Ponen los dos Tuppers juntos en el
microondas. Mientras esperan, Catalina se apoya en la mesada y estira los
brazos para arriba. La ropa se le sube y se le ve el obligo. Francisco siente
que el verano llegó de golpe. Si se controla es solo porque está en su lugar de
trabajo y no quiere que lo echen. Si pudiera ya la hubiera agarrado de la
cintura, sentado sobre la mesada y besado hasta quedarse sin aliento. Se
sientan a comer y ella le convida un poco de sus papas por la comida de él era
poca. Cuando terminan, se van a sentar a los sillones que hay para descansar.
Catalina se suelta el pelo y le apoya un pie sobre el muslo a Francisco y le
pide que le ate los cordones con la excusa de que está tan llena que no puede
ni moverse. Se los ata y se pone a jugar un rato con ellos. Le tira de la media
para molestarla y aprovecha para tocarle disimuladamente el pedacito de piel
que le queda entre la media y el pantalón. Cómo le gustaría seguir recorriendo
esa pierna.
Cuando vuelven del almuerzo, a Catalina le
cuesta concentrarse. Todavía siente el contacto de Francisco en su piel. Agarra
un papel y se pone a dibujar para lograr enfocar su atención nuevamente. Hace
unos gatos sobre una medianera y se lo regala a Francisco que ya volvió y la
está mirando. Él le agrega unas cervezas. Se ríen. Ella dibuja unos corazones y
da por terminada la obra de arte. Se la regala y Francisco se pone contento. Se
levanta y se va a la cocina a hacerse un café. Catalina lo sigue. Mientras
esperan que la cafetera termine su trabajo se miran, pero ninguno dice nada.
Sonríen. Francisco se le acerca un poco a Cata y parece que le va a decir algo,
pero justo entra Natalia y dice que si tira maíz pisingallo entre ellos se
vuelve pochoclo. Los dos la miran mal. Catalina también la detesta. Es una
metida y encima tiene mal aliento. Ruegan que el café se termine de hacer de
una vez por todas. Natalia se le hace la linda a Francisco. Él la ignora y se
distrae viendo a Cata servir el café. Qué linda que es. Ella se mete entre él y
Natalia que sigue en el medio y le da su taza. Vuelven hablando a propósito
sobre el mal aliento.
Se hacen las 15:15, la hora de la muerte
en la oficina, esa que no se pasa nunca y en la que todos miran el monitor
pensando en estar en cualquier lugar menos ahí. Francisco agarra una lapicera
dibuja una carita feliz en el cuaderno de Catalina como ella hizo muchísimas
otras veces cuando estaba aburrida. Era como un código que tenían. Ella le
agarra la mano y le dibuja una, pero le sale deforme. Por lo tanto, la
transforma en un dinosaurio, que es todavía peor. Él se ríe y se burla. Agarra
otra lapicera y le dibuja un elefante. Que piel suave que tiene. También le
sale mal y más que un elefante, parece un pez espada. Se ríen y sacan fotos
para subir a las historias de Instagram. Su jefe les llama la atención
nuevamente y los amenaza diciéndole que si siguen así los va a cambiar de
lugar, como si estuvieran en el colegio. Francisco vuelve a su trabajo
inmediatamente. Lo que menos quiere es estar lejos de Cata, aunque sea tan
difícil tenerla cerca.
Son las 16:30, falta poco para que termine
la jornada laboral. A Catalina le invade una ansiedad que la está matando.
Siempre le pasa a esa hora del día. Se muere de ganas de hablarle a Francisco
para distraerse un poco, pero si lo hace su jefe los va a separar y si eso
ocurre, corre el riesgo de que la sienten al lado de Natalia y no soportaría
ese mal aliento todo el día. La ansiedad aumenta segundo a segundo. Crece a tal
nivel que, o se comería treinta caramelos al hilo, o se abalanzaría sobre
Francisco y se lo comería a él. Qué difícil tenerlo tan cerca. A las 17 en
punto Francisco guarda sus cosas y apaga la computadora. Es su hora de irse.
Hace un saludo general, pero a ella le da un beso y le toca el hombro. Una
electricidad le recorre el cuerpo. Respira hondo por enésima vez en el día y se
levanta para ir al baño. Él que la ve pararse, le pregunta si piensa irse con
él. Ella se ríe y revolea los ojos. Caminan juntos hasta que llegan a las escaleras.
Él se prende la campera, pero el cierre se le traba. Ella lo ayuda. A él le
late el corazón, a ella le tiemblan las manos. Cuando solucionan el problema,
Cata vuelve a la oficina sin pasar por el baño.
A las 17:30 baja las escaleras y ficha su salida. Se toma el tren y va
directo para lo de su novio. Esa misma tarde se reconcilian en la cama, en la
cocina y también en el baño.
Muy real, buenísima historia.
ResponderBorrar