domingo, 16 de febrero de 2020

Tensión Sexual


Francisco ficha a las 8:02. Sube somnoliento las escaleras de la oficina y prende las luces. Es el primero en llegar. Acomoda su mochila en el escritorio y enciende la computadora. Se va a hacer un mate. Qué ganas de irse de nuevo a la cama. Mira mails y organiza lo que tiene que hacer. 8:15 llega Natalia. Cómo detesta a esa piba. La saluda con un beso en el cachete y vuelve a su monitor, lo que menos quiere es que se le ponga a hablar. Entre las 8:15 y las 8:30 llegan cuatro compañeros más y su jefe. Qué raro que todavía no llegó Cata. Termina de decir esa frase en su mente y aparece. A medida que saluda a todos se va sacando prendas: el gorro, la campera y otro saco más que tiene abajo. Afuera hace mucho frío. Cuando llega hasta él, le apoya los dedos congelados en la nuca y se ríe. Francisco se tira para adelante por la sensación y se ríe también. Se saludan con un beso en la mejilla y ella se sienta en su escritorio, al lado de él. Mientras prende la computadora, le cuenta una situación graciosa que vio mientras esperaba a su novio en la estación del tren y se empieza a reír a carcajadas. Todos se ríen de su risa, incluso Francisco que desearía que ese novio no existiera. Ambos se ponen a trabajar. Él la mira de reojo de vez en cuando. En un momento, Cata se saca la bufanda y se hace una cola de caballo, dejando al descubierto su cuello largo y blanco. Le tira la bufanda en la cara para molestarlo. Siente su perfume y se vuelve loco. Cómo odia que haga eso. No tiene una idea de todo lo que le provoca. Suspira y se muerde los labios. Le tira de nuevo la bufanda. Se ponen a charlar y Francisco no sabe cómo hacer para no mirarle los labios. Su jefe les llama la atención y vuelven al trabajo.

Catalina recibe un mensaje de su novio, pero en vez de sonreír se pone seria. Desde que empezó la semana no se paran de pelear. Se va al baño para cambiar un poco la energía. Cuando vuelve tiene un chocolate sobre el teclado. Que suerte que por lo menos la vida la recompensa con personas como Francisco que con pequeños detalles le alegran el día. Le agradece y se ponen a charlar sobre chocolates. Lo mira a los ojos, pero la mirada se le desvía hasta la boca. Que labios carnosos que tiene. Se va a hacer un café y cuando vuelve le tira un poco de la oreja. Él le agarra la mano y no se la quiere soltar. Se empiezan a hacer cosquillas. De repente, sus caras quedan muy cerca. Se produce un silencio y se separan. Ella está algo agitada. Respira hondo y se muerde los labios.

 Cuando llega la hora del almuerzo, como todos los días, van juntos para el comedor. Ponen los dos Tuppers juntos en el microondas. Mientras esperan, Catalina se apoya en la mesada y estira los brazos para arriba. La ropa se le sube y se le ve el obligo. Francisco siente que el verano llegó de golpe. Si se controla es solo porque está en su lugar de trabajo y no quiere que lo echen. Si pudiera ya la hubiera agarrado de la cintura, sentado sobre la mesada y besado hasta quedarse sin aliento. Se sientan a comer y ella le convida un poco de sus papas por la comida de él era poca. Cuando terminan, se van a sentar a los sillones que hay para descansar. Catalina se suelta el pelo y le apoya un pie sobre el muslo a Francisco y le pide que le ate los cordones con la excusa de que está tan llena que no puede ni moverse. Se los ata y se pone a jugar un rato con ellos. Le tira de la media para molestarla y aprovecha para tocarle disimuladamente el pedacito de piel que le queda entre la media y el pantalón. Cómo le gustaría seguir recorriendo esa pierna.

Cuando vuelven del almuerzo, a Catalina le cuesta concentrarse. Todavía siente el contacto de Francisco en su piel. Agarra un papel y se pone a dibujar para lograr enfocar su atención nuevamente. Hace unos gatos sobre una medianera y se lo regala a Francisco que ya volvió y la está mirando. Él le agrega unas cervezas. Se ríen. Ella dibuja unos corazones y da por terminada la obra de arte. Se la regala y Francisco se pone contento. Se levanta y se va a la cocina a hacerse un café. Catalina lo sigue. Mientras esperan que la cafetera termine su trabajo se miran, pero ninguno dice nada. Sonríen. Francisco se le acerca un poco a Cata y parece que le va a decir algo, pero justo entra Natalia y dice que si tira maíz pisingallo entre ellos se vuelve pochoclo. Los dos la miran mal. Catalina también la detesta. Es una metida y encima tiene mal aliento. Ruegan que el café se termine de hacer de una vez por todas. Natalia se le hace la linda a Francisco. Él la ignora y se distrae viendo a Cata servir el café. Qué linda que es. Ella se mete entre él y Natalia que sigue en el medio y le da su taza. Vuelven hablando a propósito sobre el mal aliento. 

Se hacen las 15:15, la hora de la muerte en la oficina, esa que no se pasa nunca y en la que todos miran el monitor pensando en estar en cualquier lugar menos ahí. Francisco agarra una lapicera dibuja una carita feliz en el cuaderno de Catalina como ella hizo muchísimas otras veces cuando estaba aburrida. Era como un código que tenían. Ella le agarra la mano y le dibuja una, pero le sale deforme. Por lo tanto, la transforma en un dinosaurio, que es todavía peor. Él se ríe y se burla. Agarra otra lapicera y le dibuja un elefante. Que piel suave que tiene. También le sale mal y más que un elefante, parece un pez espada. Se ríen y sacan fotos para subir a las historias de Instagram. Su jefe les llama la atención nuevamente y los amenaza diciéndole que si siguen así los va a cambiar de lugar, como si estuvieran en el colegio. Francisco vuelve a su trabajo inmediatamente. Lo que menos quiere es estar lejos de Cata, aunque sea tan difícil tenerla cerca.

Son las 16:30, falta poco para que termine la jornada laboral. A Catalina le invade una ansiedad que la está matando. Siempre le pasa a esa hora del día. Se muere de ganas de hablarle a Francisco para distraerse un poco, pero si lo hace su jefe los va a separar y si eso ocurre, corre el riesgo de que la sienten al lado de Natalia y no soportaría ese mal aliento todo el día. La ansiedad aumenta segundo a segundo. Crece a tal nivel que, o se comería treinta caramelos al hilo, o se abalanzaría sobre Francisco y se lo comería a él. Qué difícil tenerlo tan cerca. A las 17 en punto Francisco guarda sus cosas y apaga la computadora. Es su hora de irse. Hace un saludo general, pero a ella le da un beso y le toca el hombro. Una electricidad le recorre el cuerpo. Respira hondo por enésima vez en el día y se levanta para ir al baño. Él que la ve pararse, le pregunta si piensa irse con él. Ella se ríe y revolea los ojos. Caminan juntos hasta que llegan a las escaleras. Él se prende la campera, pero el cierre se le traba. Ella lo ayuda. A él le late el corazón, a ella le tiemblan las manos. Cuando solucionan el problema, Cata vuelve a la oficina sin pasar por el baño.  A las 17:30 baja las escaleras y ficha su salida. Se toma el tren y va directo para lo de su novio. Esa misma tarde se reconcilian en la cama, en la cocina y también en el baño.




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