lunes, 23 de marzo de 2020

El Polaco para el polaco I


Lo lindo de los hostels es el hecho de poder socializar con personas de todas partes del globo. Solo basta con decir “Hola, ¿de dónde sos?” a alguien para adentrar en su mundo.
Cuando me fui sola a Nueva York, los primeros días me aislé ya que necesitaba estar conmigo misma. Sin embargo, cuando decidí que ya era hora de conocer a otras personas, me anoté en un tour de bares. Previamente, ese mismo día a la mañana, había hecho otro tour a Bronx donde ya empecé a charlar un poco con otros argentinos. A eso de las 15:30 volví a hostel y decidí quedarme ahí ya que el Pub Crowl era a las 18 y yo venía muy cansada de recorrer la ciudad sin parar. Subí por la escalera los tres pisos que me separaban de mi habitación y cuando entré, quedé sorprendida de que no hubiera absolutamente nadie. Desde que había llegado hacía cuatro días nunca había podido ver el cuarto con luz ya que, no importara la hora que fuera, siempre había alguien durmiendo. Me relajé un rato en la cama hasta que me dio un poco de hambre y fui a planta baja a comprarme algo de comer al barcito que había. “I´m deciding”, le dije al chico que atendía. Me sonrió y me dijo que me tomara todo el tiempo que quisiera. Cuando finalmente me decidí, le pedí un muffin de chips de chocolate y se lo señalé por las dudas de que mi pronunciación no hubiera sido muy clara. Justo en ese momento entró otra empleada muy malhumorada y se interpuso entre el chico lindo y amable que me estaba atendiendo y yo. Me preguntó que quería y le contesté en inglés: “El muffin de chips de chocolate”. Ella agarró el que quiso, lo metió en una bolsa y prácticamente se la revoleó al chico. Él, que había visto toda la escena y mi cara, abrió el paquete y me lo mostró, preguntándome bajito si era ese. Le dije que no y se lo devolvió a la malhumorada diciéndole que no era el que yo quería. “¿Qué querés?, me preguntó de mal modo. “Chocolate and chips”, le contesté mientras se lo señalaba. Empezó a agarrar todos menos el que yo quería. “Chocolate and chips”, le repetía sin parar mientras se lo señalaba. Ella cada vez se enojaba más y cuando por fin se dio cuenta de cuál quería me dijo que había pronunciado mal y una seguidilla de frases que no entendí. Lo miré al chico y mientras nos reíamos, le dije: “I don´t understand what she is saying”. Finalmente, la chica se terminó cansando y abandonó el lugar. El chico me dio el muffin que yo quería y al momento de pagar le extendí mis manos con la plata y dejé que él eligiera las monedas correspondientes. Luego, mientras disfrutaba de mi codiciado muffin, pensé en si bañarme o no. Cómo íbamos a salir tempano, seguramente volveríamos temprano y necesitaría bañarme de nuevo, así opté por no hacerlo. Cuando ya se estaba haciendo la hora subí al cuarto para cambiarme y casi a las 18 volví a bajar al punto de encuentro. Cuando llegué al hall, me arrepentí de no haberme bañado ya que todos estaban bañados y perfumados. Me senté en uno de los sillones y automáticamente un muchacho de unos treinta años se me puso a hablar. “Where come you from?”, me preguntó y solo eso bastó para enterarme de que era de Seattle y estaba en Nueva York de vacaciones. Charlamos un rato más hasta que llegó la chica que iba a ser nuestra guía a cobrarnos el tour. Luego encaramos todos para el subte y una vez ahí abajo esperamos a que los “nuevos” en la ciudad sacaran la Metrocard. Antes de subir nos explicaron dónde debíamos bajar por si alguno llegaba a quedar alejado del grupo. Cuando llegó la línea 2 (la única que pasaba cerca del hostel, pero la también la única que recorría toda la ciudad de norte a sur), me senté entre un grupo de chicos que hablaban todos en inglés. Uno de ellos vivía en Inglaterra. Era colorado, llevaba anteojos, un sobrero y tenía un tradicional acento inglés. Podría haber sido transformado perfectamente en un dibujito animado. Al principio intenté tener una conversación con ellos, pero hablaban tan rápido por lo que al poco tiempo desistí y me quedé callada el resto del viaje. Cuando bajamos, comenzamos a caminar en fila por las calles de Nueva York hasta nuestro primer bar. Me puse a hablar con uno de los argentinos que había conocido en el tour de Bronx, pero después me llamó la atención un chico altísimo y rubio que iba más adelante, así que me le acerqué y le dije: “You are too tall. Where come you from?” Me sonrió y contestó: “I´m from Poland” y ahí empezó nuestra conversación. Patrick (así se llamaba), me contó que con su amigo habían estado recorriendo todo Estado Unidos durante un mes y esa era su última noche. También me dijo que les había gustado más la Costa Oeste, aunque casi se los comió un puma. Bah, creo que eso les pasó. La sucesión de “Roar” y sus manos en posición de ataque me dieron a entender que eso había pasado.



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