Lo lindo de los hostels es el hecho de poder socializar con personas de
todas partes del globo. Solo basta con decir “Hola, ¿de dónde sos?” a alguien
para adentrar en su mundo.
Cuando me fui sola a Nueva York, los primeros días me
aislé ya que necesitaba estar conmigo misma. Sin embargo, cuando decidí que ya
era hora de conocer a otras personas, me anoté en un tour de bares. Previamente,
ese mismo día a la mañana, había hecho otro tour a Bronx donde ya empecé a
charlar un poco con otros argentinos. A eso de las 15:30 volví a hostel y
decidí quedarme ahí ya que el Pub Crowl era a las 18 y yo venía muy cansada de
recorrer la ciudad sin parar. Subí por la escalera los tres pisos que me
separaban de mi habitación y cuando entré, quedé sorprendida de que no hubiera
absolutamente nadie. Desde que había llegado hacía cuatro días nunca había
podido ver el cuarto con luz ya que, no importara la hora que fuera, siempre
había alguien durmiendo. Me relajé un rato en la cama hasta que me dio un poco
de hambre y fui a planta baja a comprarme algo de comer al barcito que había.
“I´m deciding”, le dije al chico que atendía. Me sonrió y me dijo que me tomara
todo el tiempo que quisiera. Cuando finalmente me decidí, le pedí un muffin de
chips de chocolate y se lo señalé por las dudas de que mi pronunciación no
hubiera sido muy clara. Justo en ese momento entró otra empleada muy
malhumorada y se interpuso entre el chico lindo y amable que me estaba atendiendo
y yo. Me preguntó que quería y le contesté en inglés: “El muffin de chips de
chocolate”. Ella agarró el que quiso, lo metió en una bolsa y prácticamente se
la revoleó al chico. Él, que había visto toda la escena y mi cara, abrió el
paquete y me lo mostró, preguntándome bajito si era ese. Le dije que no y se lo
devolvió a la malhumorada diciéndole que no era el que yo quería. “¿Qué
querés?, me preguntó de mal modo. “Chocolate and chips”, le contesté mientras
se lo señalaba. Empezó a agarrar todos menos el que yo quería. “Chocolate and
chips”, le repetía sin parar mientras se lo señalaba. Ella cada vez se enojaba
más y cuando por fin se dio cuenta de cuál quería me dijo que había pronunciado
mal y una seguidilla de frases que no entendí. Lo miré al chico y mientras nos
reíamos, le dije: “I don´t understand what she is saying”. Finalmente, la
chica se terminó cansando y abandonó el lugar. El chico me dio el muffin que yo
quería y al momento de pagar le extendí mis manos con la plata y dejé que él
eligiera las monedas correspondientes. Luego, mientras disfrutaba de mi codiciado
muffin, pensé en si bañarme o no. Cómo íbamos a salir tempano, seguramente
volveríamos temprano y necesitaría bañarme de nuevo, así opté por no hacerlo.
Cuando ya se estaba haciendo la hora subí al cuarto para cambiarme y casi a las
18 volví a bajar al punto de encuentro. Cuando llegué al hall, me arrepentí de
no haberme bañado ya que todos estaban bañados y perfumados. Me senté en uno de
los sillones y automáticamente un muchacho de unos treinta años se me puso a
hablar. “Where come you from?”, me preguntó y solo eso bastó para enterarme de
que era de Seattle y estaba en Nueva York de vacaciones. Charlamos un rato más
hasta que llegó la chica que iba a ser nuestra guía a cobrarnos el tour. Luego
encaramos todos para el subte y una vez ahí abajo esperamos a que los “nuevos”
en la ciudad sacaran la Metrocard. Antes de subir nos explicaron dónde
debíamos bajar por si alguno llegaba a quedar alejado del grupo. Cuando llegó la
línea 2 (la única que pasaba cerca del hostel, pero la también la única que recorría toda la ciudad de norte a sur), me senté entre un grupo de chicos que hablaban
todos en inglés. Uno de ellos vivía en Inglaterra. Era colorado, llevaba
anteojos, un sobrero y tenía un tradicional acento inglés. Podría haber sido
transformado perfectamente en un dibujito animado. Al principio intenté tener
una conversación con ellos, pero hablaban tan rápido por lo que al poco tiempo desistí
y me quedé callada el resto del viaje. Cuando bajamos, comenzamos a caminar en
fila por las calles de Nueva York hasta nuestro primer bar. Me puse a hablar con
uno de los argentinos que había conocido en el tour de Bronx, pero después me
llamó la atención un chico altísimo y rubio que iba más adelante, así que me le
acerqué y le dije: “You are too tall. Where come you from?” Me sonrió y
contestó: “I´m from Poland” y ahí empezó nuestra conversación. Patrick (así se
llamaba), me contó que con su amigo habían estado recorriendo todo Estado
Unidos durante un mes y esa era su última noche. También me dijo que les había
gustado más la Costa Oeste, aunque casi se los comió un puma. Bah, creo que eso
les pasó. La sucesión de “Roar” y sus manos en posición de ataque me dieron a
entender que eso había pasado.
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