Cuando llegamos al lugar donde estaba el bar subimos
unos cuantos pisos por ascensor. Estaba lleno de gente. Tenía una parte techada
donde había un asiento redondo que iba girando despacio. También tenía una
parte destechada en la que, si no hubiera estado garuando, se podría haber
visto gran parte de la ciudad. Dentro del bar se podía ver gente tomando
cerveza y otros caminando con tragos servidos en una especie de saché de leche,
pero con una forma más “cool”. Fuimos a la barra para ver la carta. “Es
carísimo”, dijeron todos. Una cerveza salía diez dólares y el trago diecisiete.
“Para mí todo es caro”, les dije y me compré una cerveza. Ya con mi cerveza en
la mano, le pedí a los polacos que me sacaran una foto con un cartel que había
en la parte destechada. Salió la mitad del cartel. Esa es una gran desventaja
de viajar solo. No hay nadie que pueda sacarte fotos dignas y terminás teniendo
fotos cortadas, movidas o videos que tendrían que haber sido fotos.
Después de un rato bajamos para ir al siguiente bar.
Por ese entonces ya había vuelto con mi grupo de latinos porque hablar todo el
tiempo en inglés para alguien que no tiene práctica es agotador. Cuando
salimos del ascensor, nos encontramos a otro argentino que estaba tratando de
encontrar las palabras para decirle a la guía que recién se había sumado, pero
se cansó y le terminó diciendo: “me enganché acá”. “Ten dolars”, fue lo único
que le respondió ella y después de hacer el intercambio de billetes seguimos
nuestro camino. El segundo bar también estaba en un edificio altísimo, pero a
diferencia del otro era todo al aire libre y casi no había gente. La niebla que
había le daba un toque especial a la vista de la ciudad. Me compré un trago y
me senté con el argentino que recién se había sumado al tour en una de las
mesas ratonas con sillas redondas que había. Me preguntó de que trabajaba. ¿Por
qué hay personas que quieren hablar sobre trabajo cuando están de vacaciones?
Encima para colmo yo me entusiasmo cuando hablo del mío, así que empecé a
hablar sin parar y como me pasa siempre que me emociono hablando, me empezó a
picar la garganta y comencé a toser sin parar. “¿Estás bien?”, me preguntó.
“Sisi, me pasa siempre”, le contesté, como si esa respuesta fuera algún tipo de
alivio para la persona que te está viendo morir. Por suerte en ese momento la
guía nos llamó para continuar nuestro viaje.
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