Un día Lucía tenía que ir a una farmacia que quedaba a veinte cuadras de
su casa y pensó que sería buena idea aprovechar y verlo a Agustín. Se lo
comentó y él le dijo que sí sin dudar. Mientras iba a su encuentro, él estaba
ansioso. La extrañaba mucho y tenía muchísimas ganas de verla. Cuando llegó
donde lo había citado, estacionó y esperó. A los pocos minutos la vio venir y
se le hizo todo un cosquilleo en la panza. Hasta el barbijo le quedaba lindo. Ella
miró para todos lados antes de subir, como si fuera un crimen lo que estaban
haciendo. Se sacó el barbijo. Se sonrieron. Él le acarició la cara. Ella suspiró.
Ambos se acercaron al otro y finalmente se dieron ese tan codiciado y peligroso
beso. Se quedaron un rato abrazados y charlando. Agustín sentía como si el
tiempo no hubiera pasado y Lucía cada vez más sentía que había encontrado su
lugar al lado de él. Finalmente, el encuentro se tuvo que terminar. Se
despidieron algo tristes, pero con la esperanza de que se volverían a ver
pronto. Los siguientes días la relación tomó más vida. Volvieron a estar como
cuando había empezado la cuarentena y contaban los días para volver a verse.
Lucía se había dado cuenta de que quería tener una relación con él y ya no
sería un problema contarle a todos lo que sentía, a pesar de todos los
comentarios que sabía que recibiría. La
noche que anunciaron una nueva extensión de la cuarentena, le escribió para que
se vieran el fin de semana. Agustín, que se moría de ganas de verla de nuevo,
le dijo que no podría porque se sentía un poco mal. También le dijo que estaba
seguro de que era solo una gripe, pero que por las dudas prefería quedarse en
la casa. “Espero que no sea nada”, le contestó ella y agregó “Llamá al médico
igual”. “No hace falta. No es nada”, le contestó él y le siguió hablando de
otra cosa. Al día siguiente Agustín levantó un poco más de fiebre y le dolía
mucho el cuerpo y la garganta. “Es solo una gripe fuerte”, se dijo a si mismo mientras
se tomaba un Ibuprofeno y se volvía a acostar. Al cuarto día de sentirse mal,
Lucía le rogó que llamara al médico, pero él se negó nuevamente. Fue recién dos
días después cuando empezó a tener dificultad para respirar cuando finalmente
dio el brazo a torcer y fue a la guardia. En la puerta una médica le preguntó
qué síntomas tenía y le tomó la fiebre: 38 grados. “Tenés todos los síntomas de
Coronavirus. Te vas a tener que hacer el hisopado”, le dijo mientras llamaba a
otro médico para que lo acompañara al área del hospital donde solo atendían a
pacientes con Covid.
Pasaban los días y Lucía no tenía ninguna noticia de Agustín. La última vez que habían hablado fue cuando le dijo que se iba a la guardia porque se sentía muy mal. Estaba muy preocupada. Les preguntó a sus compañeros de curso si alguno sabía algo, pero nadie sabía nada de él. “¿Qué hago?”, se preguntaba sin parar. “No tengo el teléfono de nadie”, pensaba angustiada. “Ya sé”, dijo de repente y agarró su celular para buscar a la hermana en Instagram y le escribió: “Hola. Soy Lucía. Seguramente no sepas quien soy, pero estoy saliendo con Agustín y hace días no sé nada de él. ¿Le pasó algo?”. La respuesta no tardó mucho en llegar. “Me pasás tu número de teléfono? Tengo que decirte algo”, decía el mensaje y a Lucía se le hizo un nudo en la garganta. A los pocos minutos su teléfono sonó. Laura, la hermana de Agustín, le dijo que sabía de su existencia porque su hermano no paraba de hablar de ella. Le dijo que siempre que hablaban por teléfono lo escuchaba muy feliz, que se notaba que la quería. Lucía se alegró por lo que estaba escuchando, pero a la vez sentía un nudo en el estómago. De repente Laura paró de hablar. Se le había quebrado la voz. “Mirá Lucía. No sé como decirte esto porque yo todavía no lo puedo creer, pero Agustín falleció hace cuatro días. Nos llamaron del hospital hace un poco más de una semana. Cuando Agus entró a la guardia lo tuvieron que internar de urgencia porque no podía respirar y se descompensó. Estuvo en coma algunos días hasta que finalmente su cuerpo dijo basta. Nos dijeron que tenía una enfermedad coronaria que complicó su situación. Agus no lo sabía, por eso fue todo tan rápido”. Laura se puso a llorar. Lucía se quedó muda. El teléfono se le cayó de las manos y la primera lágrima empezó a caer por su mejilla.
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