miércoles, 1 de diciembre de 2021

La Frontera II

 Finalmente nos vinieron a buscar tres panameños. El que conocimos en el centro de copiado, el de la camisa y uno más que supuestamente era el chofer de la combi con la que íbamos a ir. Nos llevaron hasta la casilla de migraciones de Costa Rica donde entregamos los pasaportes y nuestros certificados de vacunación completa contra el Covid. Luego, los panameños nos hicieron cruzar el largo puente que separaba un país de otro y nos llevaron hasta la casilla de migraciones de Panamá. Ahí volvimos a presentar toda la documentación y además nos tomaron las huellas. Para ese entonces me había tranquilizado un poco ya que había aparecido una pareja española que iba a viajar con nosotros hasta Bocas del Toro. Sin embargo, luego de hacer todos los trámites migratorios, esa pareja se fue en otro auto. ¿Por qué se iban con otro transporte si íbamos todos al mismo lugar? El miedo se apoderó nuevamente de mi. Fuimos todos juntos hasta una combi destartalada que tenía unos asientos supercolorinches. Ya en viaje, los panameños nos mostraron una botella de ron de casi dos litros y nos contaron que como hasta que llegamos nosotros no tenían ningún viaje, habían decidido ir ellos hasta Bocas a una fiesta en la playa que había en celebración de los 101 años de la isla. Después nos preguntaron a dónde íbamos a ir nosotros y como Martín le contestó que a la playa, decidieron que iríamos todos juntos. En el camino se subió un panameño más, que no habló en todo el viaje. Sospechoso. Durante el trayecto hasta el puerto estuve bastante nerviosa ya que el lugar era horrible y no había ningún cartel que indicara a dónde íbamos. Por lo tanto, tampoco tenía la certeza de que llegaríamos a donde queríamos ir. Al cabo de una hora de viaje llegamos al puerto. El lugar era realmente horrible. No obstante, ahí me volví a tranquilizar un poco ya que vi muchos extranjeros que estaban por tomar la lancha hacia la isla, de manera que me sentí más segura. El panameño pidió seis boletos y nos llamó para que le mostráramos los pasaportes a la mujer que los daba. Esperamos un rato y nos subimos a una lancha como las lanchas colectivo que hay en Tigre. Calculé la hora en la que habíamos salido ya que nos habían explicado que si salíamos a las cuatro de Bocas del Toro, llegaríamos perfecto antes de las cinco de Costa Rica para hacer migraciones. La lancha tardó exactamente media hora en llegar. Bajamos y estaba lloviendo, aunque eso no impidió que notara lo cristalina que era el agua. Sin dudas un día de sol, aquel lugar debía ser paradisíaco. Salimos del puerto y se veían edificaciones muy coloridas y me acordé de que una parte de la Casa de Papel se había filmado en Panamá. ¿Sería allí? Mis pensamientos fueron interrumpidos por uno de los panameños que me preguntaba si íbamos a hacer la nuestra o íbamos a ir con ellos. Estaba contestando que íbamos a ir por nuestra cuenta, cuando Martín les respondió que iríamos con ellos. Nos recomendaron que fuéramos a comprar algo de comer ya que en la playa no íbamos a encontrar nada. Entonces, fuimos hasta un supermercado a abastecernos. En la caja había una china y solo pude pensar cómo es que una china había llegado a una isla de Panamá. Pagamos y fuimos otra vez para el puerto. Ahí los seis nos tomamos otra lancha que en menos de quince minutos nos dejó en una playa que estaba plagada de panameños tomando y bailando. Para ese entonces ya me sentía tranquila ya que seguíamos con vida y en el lugar donde estaba planeado estar. Nos dijeron quince para las cuatro estuviéramos en el muelle porque sino no íbamos a llegar antes de las cinco a Costa Rica y nos señalaron un lugar adonde podíamos ir a comer. Pensé tres cosas:

 - Teníamos solo una hora y media para disfrutar de la playa

- Para qué nos habían hecho comprar comida si al final había un restaurante 

- Cómo iban a estar cómodos en la playa con jeans largos y camisa.




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