lunes, 1 de mayo de 2017

Un Amor All Inclusive III

Eran las tres menos cuarto. Todavía tenía quince minutos para cruzar el parque que separaba la ruta de la puerta del hotel por lo que me quedé ahí parado observando su inmensidad. Si bien no tenía más de tres pisos, ocupaba al menos unas siete cuadras de largo, y eso era solo la fachada.

A las tres en punto el coordinador del personal me recibió por la puerta de servicio. Apurado pero amable me dio las indicaciones correspondientes y luego de darme el uniforme me acompañó hacia uno de los restaurants.
No fue mucho lo que pude ver en ese corto trayecto pero si de afuera el lugar se veía grande, adentro era gigantezco.

Una vez dentro, uno de los empleados se me acercó sonriente y dándome unas palmaditas en la espalda me dijo:
-Hola chico, mi nombre es Tomás, tu eres Diego, ¿verdad? Asentí con la cabeza.
Mirá, aquí hay tres cosas importantes que debes saber sobre este trabajo:
La primera es que si te gusta alguna de las clientes, no te inhibas, a las extranjeras les encanta la carne cubana.
La segunda es que cuando haces el turno noche puedes ir a la disco cuando termina la jornada asique si fichaste a alguien durante el día, esa es tu oportunidad.
Por último pero sin dudas lo más importante, no te enamores chicos, ellas siempre se van.

Los consejos de Tomás me hicieron reír mucho, prácticamente no lo conocía pero sabía que nos íbamos a llevar muy bien. Le devolví las palmaditas en la espalda y le dije:
-          No te preocupes chico, no soy  de los que se enamoran fácil.
-          Esa es la actitud que me gusta, ahora ven por aquí que te voy mostrar un poco la mecánica del trabajo.

Las horas fueron pasando, de a poco fui conociendo al resto de mis compañeros y aprendiendo el manejo del lugar. A eso de las 17:30 se abrieron nuevamente las puertas del buffet y comenzaron a llegar los primeros huéspedes para cenar. Con el correr del tiempo el lugar se empezó a llenar y  se convirtió en un bullicio terrible. La gente iba y venía con platos llenos de comida y nosotros tras ellos viendo que no les falte nada.


En un momento, me detuve un minuto para acomodarme la camisa y cuando levanté la vista vi que en una de las mesas había una madre joven con un niño de unos nueve años. Me llamó un poco la atención su vestimenta ya que parecían de otra época pero como los turistas suelen vestirse de manera extravagante no me detuve mucho en ese detalle. Lo que si no pude pasar por alto fue que cuando me acerqué para preguntarles que querían beber, ellos ya no estaban allí ni en ningún otro lado. 


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