Al cabo de dos meses tanto el curso como el grupo ya
había tomado forma y tanto Agustín como Lucía ya le habían agarrado la mano al
tema. Si había algo en lo que no estaban seguros se ayudaban, ya que
continuaron sentándose uno al lado del otro. Se llevaban muy bien. En las charlas
que mantenían no se notaba para nada los diecisiete años de diferencia que
tenían. A él, ella le parecía linda y
encima tenía buenas ideas, pero era demasiado joven y encima tenía novio. A
ella, él le parecía atractivo por la edad que tenía y se notaba que era muy
inteligente. Sin embargo, ella solo tenía ojos para su novio y no le gustaban
los hombres mucho mayores que ella.
A los cuatro meses de cursada, los “mayores” del
grupo comenzaron a juntarse a cenar después de las clases. Los “jóvenes”
también estaban invitados, pero siempre tenían algún otro compromiso. Agustín
iba siempre. Se había hecho bastante amigo de todos y como solo se juntaba de
vez en cuando con sus amigos, le gustaba tener esa salida semanal asegurada. También
le hubiera gustado que Lucía asistiera, pero siempre que salían del curso,
estaba su novio esperándola en la puerta. Igualmente, sus deseos se cumplieron
al final del cuatrimestre. Para festejar que habían terminado la primera parte
del curso, los mayores propusieron salir a comer todos juntos y ninguno podía
poner excusas. Así que el día que finalizaron las clases, Agustín le pregunto a
Lucía si iba a ir, cruzando los dedos para que dijera que sí. Para su
felicidad, su respuesta fue afirmativa y se puso más feliz aún, cuando a pesar
de que los otros jóvenes dijeron que no iban a ir, ella mantuvo firme su
decisión.
Cuando mandaron por el grupo del Whatsapp la
propuesta de ir a cenar después de clases para festejar que terminaba la
primera parte del curso, Lucía lo primero que hizo fue preguntarles a los
compañeros que tenían su edad si iban a ir. Solo uno dijo que si y le pareció
suficiente para aceptar. La verdad es que en las clases la pasaba muy bien y
tenía ganas de compartir un momento extracurricular con sus compañeros. Sin
embargo, el día de la cena, el compañero que le había dicho que iba se bajó a
último momento. Pensó en imitarlo, pero cuando Agustín le preguntó si iba, le
dio cosa decirle que no. Cuando salieron de clase y llegaron a la pizzería
donde iban siempre, Lucía y Agustín se sentaron juntos. La cena resultó muy
divertida y Lucía prácticamente no notó la diferencia de edad con sus compañeros.
Cuando terminaron de comer, le dijeron que les encantaría que los acompañara
más seguido. Ella les contestó que no sería todas las semanas, pero de que de
vez en cuando los iba a acompañar. Cuando se despidieron, Lucía encaró para el
subte y Agustín también. “Parece que vamos a viajar juntos”, le dijo ella. “Un
placer”, le contestó él. Mientras volvían, Agustín le preguntó por su novio.
Ella le contó cómo se habían conocido y que estaban juntos hace un año y medio.
Luego Lucía le preguntó sobre su situación sentimental. Él le contestó que estaba solo y le confesó
que, si bien había tenido relaciones serias y estables, nunca había llegado a
convivir con nadie. “Qué raro”, le dijo ella, pero él en vez de contestarle
algo, cambió de tema. Cuando bajaron del subte en Congreso, se despidieron con
un beso y Lucía se fue a tomar el colectivo y pensó que Agustín le parecía una
muy buena persona.
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