miércoles, 27 de mayo de 2020

Amor en Tiempos de Coronavirus IV


 Luego de las vacaciones de invierno Agustín retomó el curso de Redes Sociales. Vio que un par de sus compañeros habían desertado y se preocupó cuando no vio a Lucía. Para su suerte, apareció unos minutos antes del horario de inicio, pero la notó algo diferente. Se la veía muy triste. Ella lo saludó apenas con una sonrisa y no lo miró ni le habló en toda la primera parte de la clase. En el recreo se le acercó y le preguntó si estaba bien. “Si”, le contestó ella. “¿Segura?”, le preguntó, él. “Después te cuento”, le contestó finalmente con los ojos llorosos. “¿Venís a cenar hoy?”, le preguntó después. Ella dudó un poco, pero al final contestó que sí. Durante la cena estuvo bastante callada y Agustín no veía la hora de que terminara para estar a solas con ella y preguntarle qué le había pasado. Cuando finalmente dieron por terminada la cena, Agustín y Lucía caminaron juntos hacia el subte. Ella le empezó a hablar sobre lo rica que había estado la comida, pero se notaba que lo hacía únicamente por cortesía. “¿Qué pasó, Lu?”, le preguntó. Ella ya no pudo contenerse más y se largó a llorar. Él la abrazó. Entre sollozos le contó que había cortado con su novio hacía dos semanas. La volvió a abrazar y aunque le dolía verla así, por algún motivo que desconocía, se puso feliz.

Con el tiempo, Lucía comenzó a quedarse a cenar cada vez más seguido con sus compañeros de clase. A pesar de que se llevaban bastante edad, se sentía cómoda con ellos. Además aprovechaba esos momentos para descargar toda la bronca que tenía hacia su ex. Con Agustín cada vez se llevaban mejor, aunque sus conversaciones no traspasaban de las clases o las vueltas en subte. Un día, en una de las cenas, un compañero le preguntó si saldría con alguien mucho mayor que ella. “No”, le respondió ella y agregó: “Nunca me gustaron los hombres mucho más grandes”. “¿Estás segura, no te gustaría salir con alguien de cuarenta y tres?” A Lucía le llamó mucho la atención la especificidad de la pregunta y sobre todo porque esa era la edad que tenía Agustín. “¿Le gustaré?”, se preguntó para adentro y a la vez le contestó a su compañero: “No, es demasiado grande para mí”. Después de esa noche, empezó a mirar a Agustín más seguido. Definitivamente no saldría con él, pero ¿le gustaría que pasara algo entre ellos? Tal vez sí. También, desde esa noche, empezó vestirse mejor para ir al curso. Más linda, más sexy. Aunque se lo negara a ella misma, se vestía para él.

Con el correr del tiempo, Agustín notó que Lucía estaba cada vez más animada y también más linda. Se había cortado el pelo y se estaba vistiendo diferente. Más elegante. Cuando se ponía polleras se volvía loco, pero trataba de no pensar mucho en ella porque sabía que sus posibilidades eran prácticamente nulas. Aparte era muy chica, no iban a tener nada que ver. Sin embargo, sus esfuerzos por mirar a otro lado se estaban volviendo en vano. Sus compañeros se habían dado cuenta de que le gustaba y lo molestaban cada vez que se juntaban sin ella. “¿Cómo te gusta, eh?”, le decían cada vez que se hablaba de ella. Agustín siempre negaba todo, pero un día se cansó. “Si, me gusta, pero ni siquiera la tengo agendada en el teléfono. No como ustedes que le hablan por privado”, contestó un día enojado. “Hacés mal, si te gusta deberías agendarla y empezar a hablarle”, le dijo uno de sus compañeros. Esa noche cuando volvía en el subte la agendó. Miró su foto de perfil un buen rato y le escribió un “te extrañamos en la cena hoy” que nunca envió.



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