martes, 21 de julio de 2020

Amor en Tiempos de Coronavirus XII


Mientras que Lucía y Agustín permanecían distanciados, el mundo se había vuelto una película apocalíptica. En la mayoría de los países del mundo se había decretado cuarentena por el Coronavirus. Italia, España y Estados Unidos eran los que peor la estaban pasando. La cantidad de contagiados se contaba de a cinco cifras y había tantos muertos que no tenían donde ponerlos. La situación era totalmente crítica. En Argentina el miedo iba entrando de a poco en cada casa. Todos sabían que, si un virus así llegaba al país, el resultado podía ser devastador. Cada día la gente estaba más expectante. Las noticias llegaban a borbotones. La enfermedad se declaró pandemia y el 3 de marzo el pánico se instaló en el país. Había llegado desde Italia el primer paciente con Coronavirus. Cuando la noticia llegó a Lucía, rogó que fuera una Fake News, pero lamentablemente era verdad.  Se preocupó bastante, pero cuando en el noticiero mostraron un video del paciente en el que se lo veía tranquilo y estable se sintió un poco más aliviada, aunque eso significó que su cabeza vuelva a pensar sin parar en Agustín. El 4 de marzo se iba a cumplir el plazo de la apuesta que habían hecho cuando ella le dijo que había soñado que se prendía fuego. En Internet decía que un sueño así significaba problemas emocionales o relaciones tóxicas no para ella, sino para él. “Mis sueños siempre se terminan cumpliendo”, le dijo. “Tené cuidado”, agregó. “Vas a ver que no me va a pasar nada”, le contestó Agustín y le propuso que hicieran una apuesta. Plantearon un plazo de tres meses para ver qué pasaba y para el cuatro de marzo el perdedor le tendría que dar algo al ganador. Lucía pidió un alfajor y Agustín dijo que iba a pedir lo que quisiera cuando ganara. Eran las once de la noche y Lucia todavía no sabía qué hacer. ¿Sería correcto hablarle? ¿Se acordaría de la apuesta? A las 23:58 finalmente se había decidido. Agarró el celular, abrió la conversación de Agustín y sonrió al ver que estaba escribiendo.

Durante el mes que estuvieron separados Agustín se sintió muy enojado. Primero porque estaba harto de no poder concretar ninguna relación y segundo porque le pareció que la actitud de Lucía no iba a la par de sus sentimientos. Él sabía que le gustaba. “Malditos diecisiete años de diferencia”, se decía todos los días.  Para colmo estaba ese virus dando vueltas por el mundo. Si bien no lo preocupaba mucho porque no creía que fuera tan letal como decían, tenía miedo de que en Argentina también declararan cuarentena y no poder abrir su negocio. Fue un mes fatal, pero todavía tenía una oportunidad de cambiar las cosas. El 4 de marzo a las 23:58 abrió el Whatsapp y en la conversación de Lucía escribió y borró varias veces. Finalmente a las 00:00 tocó enter. “Gané”, le envió. Ella le devolvió un “ajajja”. Cómo extrañaba hacerla reír. “¿Qué vas a querer de premio?”, le preguntó luego. “Verte”, le mandó él con los ojos cerrados y rogando una respuesta positiva. “Dale ¿El sábado?, le preguntó ella. Agustín hizo su baile de la victoria como la primera vez que le había dicho que sí. Esta vez no se le iba a escapar de nuevo. El sábado de esa misma semana Lucía se tomó el colectivo, caminó un par de cuadras y le tocó el timbre a Agustín. Cuando le abrió la puerta le dio un pico y encaró por el pasillo. En la mitad, él le agarró la mano y le dio un beso de esos de película. Ella lo correspondió y sintió una electricidad por todo el cuerpo. Fueron directamente a la habitación. Se besaron más. Se desvistieron de a poco entre beso y beso y se entregaron al otro. Cuando terminaron se abrazaron como si nunca hubieran estado separados. Se rieron por lo que pasó y se pusieron a hablar de la vida y del Coronavirus que, en ese momento, era el único tema de conversación entre la gente.



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