jueves, 6 de mayo de 2021

38 Huevos II

 Al día siguiente, a pesar de que no había sido una cita ideal, lo pasé a visitar a la pollería cuando volví de la facultad y al otro día cuando volví del gimnasio. Pronto esas visitas se volvieron un ritual. Cada vez que pasaba por el negocio, entraba aunque sea un ratito a estar con él. Tanto en las citas que teníamos, como en las visitas express nos reíamos, la pasábamos bien, pero había algo que no me gustaba. Sentía que era una persona bastante manipuladora. Todo el tiempo pretendía que hiciera lo que él me pedía. Me ponía cara de pobrecito, me daba un discurso y yo se suponía que tenía que ceder. Sin embargo, como siempre tuve un carácter fuerte y sobre todo a esa edad, nunca logró imponerse sobre mi. Quizás con unos años más de experiencia hubiera huido antes, pero no lo hice. Me quedé aunque en el aire se sentía ese olor a que algo no estaba bien. Me quedé porque, aunque frente a mí tenía el claro del bosque, no lo quise ver. Resulta que en un lapso corto de tiempo (no sabría decir cuánto porque la relación en sí fue muy corta), sucedieron una serie de hechos que mirándolos desde lejos me hacen dar ganas de gritarme “Amiga date cuenta”. La cosa empezó una noche que volvía del gimnasio haciéndome mucho pis. Por eso, cuando llegué a la pollería, en vez de parar como hubiera hecho en cualquier otro momento, seguí caminando, pero vi algo extraño. Vi a una chica sentada en el cantero que estaba afuera y cuando me di vuelta, él salió del local y se sentó al lado de ella. Como pensé que era una amiga, no le di mucha importancia. Lo que sí me hizo ruido fue cuando al día siguiente lo visité y me dijo que si alguna vez lo veía con alguien en el local que no fuera cliente, que no pasara. ¿Qué clase de pedido era ese? En ese momento no dije nada, pero mi cabeza quedó recalculando. El segundo hecho que me dejó pensando fue cuando un día que estaba con él, le sonó el celular y atendió diciendo “Hola, Gordi”. ¿A quién le decía gordi? Me dijo que era la madre, pero nunca había escuchado a ningún hijo nombrar así a su mamá. Volví a hacer ojos ciegos, porque a veces el amor es creer o reventar y como yo no quería reventar, opté por creer. Después de eso hubo un último suceso, que fue el que tendría que haberme cacheteado, pero ni eso me alcanzó. Una tarde, ya que hacía un par de semanas que estábamos saliendo, le pregunté si tenía Facebook. Cómo me dijo que no, lo primero que hice cuando llegué a mi casa fue buscarlo. No tardé mucho en encontrarlo y en ver que en su foto de perfil estaba abrazado a una chica. Casi que enloquecí, pero decidí calmarme. No podía ser tan idiota de decirme que no tenía Facebook sabiendo perfectamente que lo podía encontrar. Me fijé la fecha de la foto. Era de un año atrás. Seguramente era de la ex. ¿Tenía una ex? A la noche me junté con mis amigos y le conté la situación. Todos agarraron mí teléfono y empezaron a stalkearlo. "Este Facebook está muerto", dictaminó uno de los chicos. "Esa debe ser la ex", continuó. El veredicto de mis amigos me dejó un poco más tranquila, pero las cosas no iban a quedar así. Al día siguiente, me hice la estúpida y le pregunté si había estado de novio así podía sacar cuentas. Me dijo que sí y la historia que me contó me dejó satisfecha. Error. Nunca debí haberme conformado con ese cuento barato y sobre todo cuando mi intuición me decía lo contrario.  En fin, cómo la vida se dio cuenta de que no me iba a sacar la venda de los ojos, una tarde me llegó un Whatsapp de un número desconocido preguntándome por Gastón. Antes de contestar nada pregunté quién era. "Soy la novia", me respondió y yo me quedé sin reacción. Después de hablar un poco y enterarme de que estaba de novio hacía dos años, acordamos con la chica caerle las dos juntas al negocio para ver qué decía. Cuando llegamos, me preguntó cómo lo había conocido, hacía cuánto salíamos y algunas cosas más. Ella me dijo que no era la primera vez que se lo hacía y no pude entender cómo era que seguía con él. "Yo le voy a romper algo", le dije y entramos las dos. Él nos miró incrédulo. Sus pesadillas se habían hecho realidad. Tanto él como la novia se quedaron callados. Parecía ser yo la única abatida por lo sucedido. Quise gritarle, pero no me salía hacerme la loca. Por lo que traté de hablarle en el tono más enojado que tenía. "Decile que que estamos saliendo", le empecé a "gritar". "Contame quién es ella", continué. Mientras tanto, él lo único que hacía era preparar milanesas y repetía como un loro "No voy a hablar".




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