Cuando terminé de poner en el bolso
lo último que me quedaba, me di vuelta y, como no podía ser de otro modo, ahí
estaba mi mamá, parada en la puerta llorando como en cada momento que
acreditaba que me estaba transformando en un hombre.
-
Voy a estar a solo tres horas de aquí y te voy a
llamar todos los días. ¿Puedes dejar el dramatismo por una vez en tu vida?
-
¡Dramatismo
tu abuela! Te quiero ver a vos cuando tu único hijo ya sea lo suficientemente
grande como para dejar de la casa de sus
padres y se vaya a trabajar a otra provincia.
Esta vez se puso a llorar peor. Le
di un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.
-
Me
voy a caminar un rato, ¿sí? Vuelvo enseguida.
Aunque era invierno y pronosticaban
la llegada de un frente frío, aquella noche era perfecta. Empecé a caminar sin
rumbo por la típica oscuridad cubana, esa que odiaba y amaba a la vez solo porque permitía que se
vieran muchas más estrellas que en cualquier lado.
Me llamo Diego, tengo 22 años y soy
medio cubano y medio argentino. Puede ser que por eso suelo ver las cosas de
otro modo.
Todo empezó hace 24 años atrás
cuando mi mamá vino a vacacionar aquí, lo conoció a mi papá y nunca más quiso
irse de su lado. Hasta el día de hoy son muy felices a pesar de sus diferencias
que aunque ellos digan que no, son muy
notorias.
Con respecto a mi crianza, mi papá
hizo lo imposible para inculcarme su ideología
comunista, sin embargo, mi mamá, inconscientemente, me mostró que fuera
de la isla había otra realidad, una realidad que siempre me gustó mucho
más que esta.
Cuando terminé el colegio, a pesar
de las súplicas de mi familia, decidí no ir a la universidad. No me
interesaba estudiar una carrera
que no me haría feliz. Yo
quería ser publicista, como lo era mi
mamá antes de irse de Argentina, pero como todos saben, la publicidad es palabra prohibida en Cuba asique preferí
ganarme la vida de otra cosa.
Fui mozo, taxista, vendedor,
fotógrafo y hasta un improvisado guía turístico pero dentro de mí había algo
que me inquietaba, algo que me decía que pronto iba a pasar algo. Así fue como
tomé la decisión de irme de La Habana a Varadero.
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