lunes, 20 de febrero de 2017

Un amor all inclusive I

Cuando terminé de poner en el bolso lo último que me quedaba, me di vuelta y, como no podía ser de otro modo, ahí estaba mi mamá, parada en la puerta llorando como en cada momento que acreditaba que me estaba transformando en un hombre.
-          Voy  a estar a solo tres horas de aquí y te voy a llamar todos los días. ¿Puedes dejar el dramatismo por una vez en tu vida?
-          ¡Dramatismo tu abuela! Te quiero ver a vos cuando tu único hijo ya sea lo suficientemente grande como para dejar de la casa de  sus padres y se vaya a trabajar a  otra  provincia.
Esta vez se puso a llorar peor. Le di un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.
-          Me voy a caminar un rato, ¿sí? Vuelvo enseguida.

Aunque era invierno y pronosticaban la llegada de un frente frío, aquella noche era perfecta. Empecé a caminar sin rumbo por la típica oscuridad cubana, esa que odiaba y  amaba a la vez solo porque permitía que se vieran muchas más estrellas que en cualquier lado.

Me llamo Diego, tengo 22 años y soy medio cubano y medio argentino. Puede ser que por eso suelo ver las cosas de otro modo.  
Todo empezó hace 24 años atrás cuando mi mamá vino a vacacionar aquí, lo conoció a mi papá y nunca más quiso irse de su lado. Hasta el día de hoy son muy felices a pesar de sus diferencias que aunque ellos digan que  no, son muy notorias.

Con respecto a mi crianza, mi papá hizo lo imposible para inculcarme su ideología  comunista, sin embargo, mi mamá, inconscientemente, me mostró que fuera de la isla había otra realidad, una realidad que siempre me gustó mucho más  que esta.

Cuando terminé el colegio, a pesar de las súplicas de mi familia, decidí no ir a la universidad. No me interesaba  estudiar una  carrera  que no me haría feliz.  Yo quería  ser publicista, como lo era mi mamá antes de irse de Argentina, pero como todos saben, la publicidad  es palabra prohibida en Cuba asique preferí ganarme la vida de otra  cosa.


Fui mozo, taxista, vendedor, fotógrafo y hasta un improvisado guía turístico pero dentro de mí había algo que me inquietaba, algo que me decía que pronto iba a pasar algo. Así fue como tomé la decisión de irme de La Habana a Varadero. 


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