Con el correr del tiempo, el grupo cada vez se hizo
más unido y nosotros dos también. Siempre volvíamos juntos de los ensayos y
disfrutábamos de la compañía del otro. Un
día llevamos nuestras charlas de entre tiempo a conversaciones privadas por
Whatsapp y, al igual que en persona, hablábamos de todo, solo que como no nos
veíamos las caras, me animaba a contarle un poco más. Le dije que sentía que
estaba caminando en arenas movedizas, que todo a mi alrededor se estaba
derrumbando y sobre todo que me sentía muy sola. También le conté que había
estado muy enamorada de alguien, pero me había lastimado tanto que sentía que
ya no podía querer a nadie más. Él siempre sabía calmarme, me contaba sus
experiencias y me hacía sonreír. Así fue como empecé a mirarlo con otros ojos y
me di cuenta de que él ya lo hacía. Si hubiéramos tenido la misma edad, quizás
todo hubiera sido más fácil, pero esos diez años de diferencia me hacían dudar
mucho. Estábamos en etapas diferentes de la vida y así iba a ser
constantemente. Cuando estábamos juntos nos llevábamos bárbaro y eso no lo
podía negar, pero ¿sería lo mismo en una relación? “Si no probás nunca lo vas a
descubrir” dirán ustedes y por eso mismo, un día me dije que, si él me quería
conquistar, yo no me iba a resistir. El tema era que, para hacerlo, tenía que
sorprenderme, cosa que no era trabajo fácil o sí, depende de cómo se lo mire.
Yo necesitaba que hiciera algo que me descolocara, algo que rompiera con todas
mis estructuras y me hiciese tomar la decisión de dar ese gran paso.
Vamos Mica, queremos seguir leyendo tu historia !!!!
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