Pasaron los días y finalmente llegó el momento de
hacer la muestra de fin de año, que salió mejor que nunca. Para festejar
hicimos una gran fiesta en la que nos emborrachamos y bailamos hasta que salió
el sol. Con él estuvimos pegados toda la noche y hasta quedamos bailando solos
y jugando a hacernos preguntas, pero como siempre, no pasó nada. Cuando
volvíamos en el auto le dije, en chiste, que ya no nos íbamos a ver más porque
los ensayos habían terminado y no íbamos a volver a coincidir en las clases.
Así fue como al día siguiente recibí un mensaje de él preguntándome si quería
salir. “Sos muy grande para mí”, le contesté. Sí, es lo que ustedes están
pensando, no logró sorprenderme y eso hizo que mi lucha interna la ganara la
maldita razón. Por suerte, como todos saben, una batalla no es la guerra y mi
corazón tuvo una revancha dos semanas después en otra fiesta. Como había
sucedido los últimos meses, bailamos toda la noche juntos. “Once Cuarenta” ya
se había vuelto nuestro tema, ese que cada vez que sonaba hacía que bailemos
bien cerquita, mirándonos y sonriéndonos con muchas ganas. Esa noche nos abrazamos,
pero no me alcanzó, necesitaba saber si había tomado la decisión correcta, por
eso decidí irme antes de la fiesta sabiendo que él iba a ir detrás de mí. Y así
fue. Caminamos agarrados de la mano como quien no quiere la cosa y cuando
llegamos a la parada lo miré casi suplicándole que lo hiciera, hasta le tiré un
poquito de la manga del sweater (Si, leyeron bien, tenía puesto un sweater en
pleno diciembre). Él simplemente me miró
con mucha intensidad, me acarició la cara, se mordió el labio y me dio ese tan
esperado beso. Es difícil describir lo que sentí, pero me hizo entender que
para poder estar con él primero tenía que resolver algunos conflictos internos.
Dejé pasar algunos días para hablarle y explicarle todo. Le dije que no era el
mejor momento para que estuviéramos juntos ya que estaba teniendo un mal año y
no me sentía bien para estar con nadie. Obvio que la relación se enfrió
bastante, pero por suerte no me dejó de hablar por completo ¡Hasta fue a mi
muestra de teatro! Ahí conoció a mi familia y todos estuvieron de acuerdo que era un chico que les
gustaba para mí y me preguntaron por qué no salía con él. ¡Si supieran! Dos
días después, como para coronar un año lleno de eventos desafortunados, tuve
que ser operada de apendicitis. Fue una cirugía muy sencilla, pero que me dejó
dolorida varios días. Es raro lo que voy a decir, pero a pesar de todo, ese
dolor físico que sentí fue como una pequeña sanación de mi alma.
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