Al final esa noche no fuimos a
bailar, los tragos y el Tutti Frutti se extendieron más de lo previsto, y
aunque me quedé con las ganas de conocer algún boliche, la pasé muchísimo mejor.
Me habías parecido súper divertido y muy lindo. Y no sé qué opinás vos, pero
para mí nuestra conexión fue inmediata. Nos despedimos con un rápido beso en el
cachete, pero nos quedamos mirándonos una eternidad. Dicen que los ojos
reflejan el alma y la tuya se veía muy transparente. Me hechizaste por
completo, Simón.
Debo confesar que no pude
aguantar mucho la intriga, así que al día siguiente le pregunté a Beca que te
había pasado en el rostro y, aunque me lo explicaste muchas veces, sigo sin
entender como es que una cortadora de pasto terminó pasándote por arriba. También
tengo que confesarte que me moría de ganas de verte de nuevo y cuando me enteré
de que, en realidad, parabas en Mar de las Pampas me desilusioné mucho ya que
así, solo podría verte si las chicas arreglaban para salir y decidían invitarte
a vos y a tus amigos. Les rogué a todos los santos de todas las religiones para
que pronto se concretara una salida, y parece que me escucharon porque al día
siguiente Beca lo propuso. Así que esa noche me cambié, pero esta vez pensando
en vos, y me fui a lo de Luchi ansiosa por verte de nuevo. Cuando cruzaste la
puerta mi corazón, otra vez (y como siempre), empezó a latir fuerte. Me
sonreíste y adentro de mí empezaron a explotar fuegos artificiales. No quería
parecer muy desesperada, pero seguro se notaba veinte mil leguas que me gustabas.
En la previa me enteré de que estabas por empezar el primer año de ingeniería,
porque además de lindo siempre fuiste muy inteligente y lograste hacer el CBC
en solo un año. Cuando sonaron las alarmas (¿te acordás que nos pusismos la
alarma para que no se nos pase la hora de nuevo?) limpiamos todo y nos fuimos
hasta la parada del colectivo. Me acuerdo de que tu amigo Pablo se quejó de que
iba a venir lleno, pero yo le dije que estábamos en la calle 142 y hasta ahí todavía
no subía nadie. Como no me creyó apostamos un trago y por supuesto gané, aunque
siempre agradezco que esa apuesta no la hicimos años después cuando Gesell se
empezó a poblar más y en esa parada el bondi llegaba ya casi sin asientos.
En el colectivo nos sentamos
juntos. Ahí me contaste que jugaste al rugby muchos años, pero que con la
facultad tuviste que dejar. También me dijiste que te gustaban los perros y que
el tuyo era el mejor de todos. Lo que te olvidaste de mencionar fue que
bailabas muy bien, eso lo comprobé adentro Dixit, el boliche donde terminamos
yendo después de estar como una hora decidiendo. Esa noche tuve mucho levante,
pero no le di bola a nadie porque, en realidad, solo quería estar con vos. Cuando
salimos rogué que fuéramos a la playa a ver al amanecer, pero todos prefirieron
ir a bajonear un pancho al Marroquí. Por suerte vos me quisiste acompañar. Cuando
encaramos por la 107 me di cuenta de lo borracha que estaba porque mis huellas
en la calle de arena no seguían un camino derecho. La playa estaba tan llena
que parecían las tres de la tarde. Nos sentamos y en silencio esperamos a que
saliera el sol. De vez en cuando te miraba y vos a mí, pero ninguno se animaba
a decir ni hacer nada porque la tensión que había era muy fuerte. El amanecer
fue hermoso, aunque solo lo pude capturar con mis ojos porque la cámara digital
se la había quedado Luchi en su cartera. No sabés las ganas que tenía ese día
de que me abrazaras muy fuerte y quedarme así, para siempre. No sé si fue la
borrachera o el momento, pero te dije que deseaba que pararas cerca de donde
estaba yo así podía verte todos los días, y esa misma tarde apareciste
caminando por la larga entrada del balneario de Sunset y fue la primera de
todas las que siguieron hasta que se terminaron las vacaciones. Al principio,
para que ni Beca ni Luchi pensaran que nos gustábamos pasábamos todo el tiempo
con ellas, pero con el correr de los días empezamos a buscar momentos a solas.
Teníamos suerte de que a ninguna de las dos les gustaba meterse al mar ni salir
a caminar. Así que n esos instantes entre las olas o en las caminatas hasta el
muelle nos conocimos un montón. Me contaste que desde tu accidente tus papás te
sobreprotegían y eso te molestaba muchísimo. Te sentías sofocado. También me
confesaste que solo habías besado a una chica y fue solo porque la habían
desafiado. Te sentías un monstruo y pensabas que nunca nadie te iba a querer. Te
dije que era imposible que alguien no te quisiera y que si no estaban con vos
por tu apariencia era porque solo querían algo pasajero y únicamente para
alardear. Te reíste y me dijiste que te decía eso porque era tu amiga, aunque
sabías perfectamente que estaba muerta por vos. Si me quedé callada aquella vez
fue porque, por primera vez, pensé que en realidad no te gustaba y eso me
partió el alma.
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