domingo, 26 de mayo de 2019

Esos Ojos Color Miel III


El 14 de enero fue el último día de playa del 2011. Ni bien me desperté miré por la ventana. A pesar de que habían pronosticado mal tiempo, el cielo estaba completamente despejado. Pensé que iba a hacer un gran último día y de hecho lo fue, solo que un poco diferente a lo que había imaginado. 

Luego de desayunar fui a la playa. Allí me encontré con Beca y Luchi, lo cual era muy extraño ya que nunca aparecían hasta después de las cuatro de la tarde. Me dijeron que como era mi último día habían querido pasar tiempo conmigo, pero luego comprendí que sus intenciones eran otras. Esa mañana me preguntaron que onda con vos y aunque traté de negar todo terminaron haciéndome confesar lo mucho que me gustabas. Beca me dijo que, aunque vos no le habías dicho nada, ella sabía que yo también te gustaba, solo que no te animabas a hacer nada por miedo al rechazo. Así que empezaron a cranear un “plan maestro” para que finalmente diéramos el siguiente paso.  La idea era ir a bailar como habíamos hechos otras tantas veces, pero durante la previa te iban a comer la cabeza para que entendieras que ambos nos gustábamos. Como recordarás nada de eso sucedió, por suerte. Me gusta mucho más como finalmente terminaron las cosas. Debo decir que cuando después de almorzar vi como el cielo se llenó de nubes y el viento empezó a soplar como nunca casi me dio un paro cardíaco. Si llegaba a llover no solo no te iba a poder ver en la playa, sino que tampoco íbamos a poder vernos a la noche, lo que significaba volver a Buenos Aires sin que hubiera pasado nada. Se ve que a vos te pasó lo mismo porque al rato me llegó un mensaje tuyo preguntándome si quería ir a merendar a La Austríaca ya que no íbamos a poder vernos en la playa. Me dijiste que le dijera a Beca y a Luchi, pero pensé que luego de la conversación que habíamos tenido a la mañana entenderían si no les de decía nada. Me pasaste a buscar con el auto, pero te sugerí que fuéramos caminando a pesar de que habían empezado a caer algunas notas. Dudaste un poco, pero aceptaste. Cuando llegamos al lugar nos sentamos en una mesa desde donde se podía ver cómo la lluvia iba mojando toda la calle de arena. Te noté un poco nervioso. Yo también lo estaba ¡y cómo no! si era nuestra primera cita no oficial. Para romper el hielo te hablé sobre lo bien que la había pasado en las vacaciones, que deseaba que nunca terminaran. También te comenté de lo emocionada que estaba con el hecho de que era mi último año del secundario, que no podía creer que a principios del otro año ya sería una estudiante universitaria. Me dijiste que no pensara en eso, que disfrutara lo más posible todo lo que vendría, que iba a ser lo mejor que me pasara y de lo que nunca me olvidaría. Cuando trajeron las porciones de torta, como la mía era gigante, me apostaste una salida en Buenos Aires a que no la terminaba. Acá es cuando te confieso que después de no dejar ni una miga con tal que me invitaras a salir, no pude comer torta de chocolate y dulce de leche como por un año. ¡Esa torta era enorme de verdad! Para cuando nos fuimos de la casa de té, ya eran las seis de la tarde y había parado de llover. Me propusiste ir a la playa a caminar un rato y obviamente te dije que sí. Si era por mí, te acompañaba hasta otra galaxia con tal de estar con vos. Salimos por el muelle, ya que estábamos por la 129, y encaramos para la 142. Caminamos callados. Yo particularmente estaba pensando de que manera podíamos quedar “casualmente” uno frente al otro para decirte lo que sentía y darte un beso. Vos no sé en qué pensabas, pero te veías nervioso. Cada tanto me mirabas de mirabas de refilón y suspirabas. Me gusta pensar que vos también planeabas la estrategia perfecta para besarme. Finalmente, llegamos a las 142 y nos sentamos en la arena fría. El cielo se había despejado de nuevo así que pudimos ver cómo el sol, que se estaba escondiendo entre los médanos, iluminaba las olas dándole un color inigualable. Te dije que amaba la playa a esa hora porque el mar se ponía hermoso. “Vos sos hermosa”, me dijiste tímidamente y cuando te miré a los ojos, de un impulso me robaste un beso. En ese instante supe que nunca más quería besar a otra persona que no fueras vos. Fue el mejor día de mi vida, lástima que al día siguiente nuestra burbuja se explotaría.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario