Luego de la tercera cita con Matías, Lucía se dio
cuenta de qué era un gran amigo, pero una pésima pareja. Así que se pasó la
semana pensando de qué manera decirle que no quería salir más con él. En ese
interín, tuvo una fiesta en la que conoció a otro chico que le voló la cabeza.
La conexión que tuvieron fue inmediata y lo que sintió no lo había sentido
desde que había cortado con su ex. Cuando llegó a su casa después de la fiesta
le escribió para decirle que le había encantado haberlo conocido y él le
correspondió. Al día siguiente él le dijo que quería que salieran, y ella le
dijo que sí sin pensarlo. Sin embargo, antes debía terminar su breve relación
con Matías. Por lo tanto, le dijo de verse el martes. Fue a su casa, cenaron y
después de tener sexo se sentaron los dos en el sillón y se pusieron a charlar.
A Lucía le comenzaron a agarrar muchos nervios ya que no sabía cómo decirle que
ya no quería seguir viéndolo como algo más que un amigo. Por suerte, de la
nada, empezó a hablar él. Le explicó que llevaba un tipo de vida qué le gustaba
mucho y que no quería cambiar para tener una relación. Lucía lanzó un suspiro
de alivio. Ahora las cosas serían mucho más fáciles. “No te preocupes”, le
contestó. “La verdad es que yo te veo más como un amigo”, agregó después y
cuando salió del departamento, se saludaron con un beso en el cachete. “Ojalá
que podamos ser amigos más adelante”, pensó cuando se subió al Uber y lo
despidió con la mano por la ventana.
Cuando llegó el jueves, Lucía había logrado que
finalmente Joaquín, el chico que había conocido en la fiesta, le dijera que
quería sí quería salir esa noche. Así que a eso de las ocho se vistió y encaró
para el bar donde habían quedado. Él chico llegó media hora tarde. Eso ya no le
gustó, pero trató de pasarlo por alto. Se sentía muy nerviosa. Tan nerviosa que
ni siquiera pudo terminar de comer su hamburguesa. La cita fue algo rara.
Joaquín prácticamente no hablaba. Tenía que estar todo el tiempo sacando temas
para lograr armar una conversación. Encima cuando la besó, la conexión que
habían tenido ya no estaba. Se ve que el
alcohol de aquella noche había creado una simple fantasía. Para colmo, a la
hora de pagar Lucía había dejado cien pesos para la propina y Joaquín en vez de
dárselo al mozo, se lo quedó. Definitivamente, aquel encuentro fue una total
desilusión.
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