martes, 23 de junio de 2020

Amor en Tiempos de Coronavirus VIII


Cuando Lucía leyó el mensaje de Agustín lo primero que pensó fue si era una pregunta o una imposición. Después pensó qué excusa podía inventar para decirle que no, pero se imaginó que dijera lo que le dijera al cabo de unos días la iba a invitar a salir de nuevo. Por último, pensó que quizás la invitación no era una cita sino una salida de amigos, aunque sabía que esas no eran sus intenciones. “Bueno, no tengo motivos para decirle que no”, pensó. “Dale”, le escribió no muy segura de lo que estaba haciendo. “¿Mañana?”, le preguntó él. Imposible, pensó ella sabiendo que tenía otra cita. “Arreglemos más llegado el finde”, le contestó finalmente y pensó que quizás se olvidaría o tendría alguna excusa y evitaría salir con él. Sin embargo, cuando llegó el sábado, a eso del mediodía recibió un mensaje de él preguntándole si al final podía. “Ya fue, le digo que sí”, pensó y le mandó una respuesta afirmativa. Cuando la pasó a buscar y se subió a su auto vio que se había afeitado y se había puesto una camisa. “Parece más viejo de lo que es”, pensó y un poco se arrepintió de haberle dicho que sí, aunque cambió de opinión cuando sacó un libro y se lo regaló. Sonrió y le dijo que seguro le iba a gustar. Si había algo que le gustaba que le regalaran eran libros, y ese parecía uno bueno. En el camino charlaron de todo un poco. Le contó que ya no salía más con Matías, pero obvió la parte de que había salido con otro chico apenas dos días atrás. Cuando entraron al bar, los recibió una chica y le dio un poco de vergüenza de que los vieran juntos. “¿Qué pensaría?”. Por suerte sus miedos y dudas se disolvieron cuando se sentaron en la mesa. Por algún motivo que desconocía se sentía muy tranquila con él. No sintió en ningún momento los nervios que tuvo con sus otras dos citas aquella semana. Quizás el hecho de que se conocían de antes ayudó. Durante la cena se rió mucho y en ningún momento sintió la diferencia de edad. Cuando terminaron de comer, él le ofreció ir hasta la orilla del río. Lucía entró en pánico. Sabía que si iban hasta ahí, él iba a darle un beso. Si bien muchas veces se imaginó haciéndolo, ¿realmente quería que la besara? Ante la indecisión se dejó llevar y lo siguió. Cuando estuvieron cerca de la orilla, le empezó a contar una anécdota sobre su ex para ver si podía evitar lo que estaba por venir, pero el la interrumpió y se puso a hablar de otra cosa. Era evidente que estaba dispuesto a cumplir su objetivo a toda costa. “¿Tenés frío?”, le dijo cuando vio que tiritaba. “Un poco”, le contestó, siempre manteniendo una distancia prudente.

Cuando le pidió que le diera la mano, se dio cuenta de que no tenía más escapatoria. Podía frenarlo, sin dudas, pero no lo hizo. Algo en su interior la empujó a que viviera aquel momento. El beso fue lindo. Se sentía bien y había una conexión entre ambos, pero eso no impidió que le pánico la invadiera nuevamente “¿Qué estoy haciendo? Este hombre podría ser mi papá”, se dijo mientras sus bocas seguían pegadas. Cuando se separaron, le dijo que él era muy grande para ella, para que entendiera que esa cita no era el inicio de nada. Pero mucho no le importó. Le dijo que él no había notado la diferencia de edad y la volvió a besar. Luego Agustín le preguntó si quería ir a tomar algo a otro lado, pero ella sabía que eso significaba que podrían terminar en su casa y definitivamente era algo que no quería hacer. “Mejor llévame a mi casa”, le contestó y sintió que volvía a tener doce años de nuevo. Cuando finalmente la dejó en su casa, su cabeza era un bolillero de pensamientos. Abrió el libro que le había regalado y vio que tenía una dedicatoria. La leyó y sonrió. Le mandó un mensaje diciendo que le había encantado la dedicatoria. “¿Por qué no tiene aunque sea diez años menos?”, pensó y se tiró en la cama para procesar todo lo que había vivido en unas pocas horas. “No puedo seguir saliendo con él”, se dijo finalmente.



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