miércoles, 9 de mayo de 2018

10 años ¿Cambian la historia? El Final

 Finalmente acepté salir con Pablo, pero la cita no fue lo que esperaba. Entonces, pensé que quizás sí podría esperar a que él cortara, pero sin dejarme de ver con mi compañero de trabajo. Después de todo, por el tipo de relación que estábamos llevando, cuando se diera la oportunidad solo tendría que decirle que no nos veríamos más y nadie saldría herido. Fue una tarde de miércoles mientras hablaba con él de la vida cuando de repente me dijo: “Creo que acabo de cortar con mi novia”, “¿Cómo creo?”, le pregunté y me mandó un print de pantalla de la conversación que estaba teniendo.  Ella le decía que si la iba a dejar que se lo dijera en ese momento ya que no quería irse de la casa de noche.  Él le pidió que lo esperara porque tenían que hablar, pero ella no quiso hacerlo. No solo se fue, sino que además lo bloqueó de todos lados. “Ahora sí, corté definitivamente”, me dijo. Me quedé mirando la pantalla de mi celular sin poder creerlo. Por un lado, me sentía feliz porque esa ruptura significaba que podríamos estar juntos, pero por el otro sentí mucha pena por su novia. Yo sabía perfectamente lo que era el abandono y sabía que iba a estar destruida. A la noche él me habló como si nada hubiera pasado. Traté de hacerlo recapacitar sobre el hecho de que acababa de cortar con su novia y tenía que estar mínimamente afligido, pero no pareció importarle mucho. El sábado de esa semana nos vimos. Hubo una fiesta de salsa y fuimos con todo el grupo. Los días previos mi cabeza casi reventó. Sabía que las posibilidades de que pasara algo eran de un 99% y eso me ponía muy nerviosa, no solo porque me sentía mal por su ex y por Pablo sino porque me daba mucho miedo sentir lo que había sentido la última vez. Por suerte la tortura no duró mucho. Me acuerdo que el día de la fiesta hacía un frío terrible a pesar de estar en marzo. Cuando bajé del colectivo él me estaba esperando en la parada y fuimos juntos hasta el salón. El lugar estaba lleno de gente y solo bastó cruzar la puerta para que mis pies se empezaran a mover al ritmo de la música. Saludamos a nuestros amigos y nos pusimos todos a bailar. La alegría se sentía en todo el ambiente y entre nosotros explotaban fuegos artificiales. En un momento de la noche, mientras bailábamos, comenzamos a mirarnos intensamente y a desplazarnos de poco hacia la puerta. “¿Querés ir abajo?”, me preguntó y yo dije que sí sin titubear. Bajamos las escaleras lejos del ruido y una vez más quedamos frente a frente. Nos sonreímos en silencio y sin decir nada nuestras bocas se unieron en un nuevo y hermoso beso. Un beso que me trajo mucha paz, la misma paz que sigo sintiendo hoy, treinta años después, cada vez que nos besamos. Sí, es lo que ustedes están pensando. Finalmente terminamos juntos, pero no inmediatamente después de esa noche. Antes de este final feliz tuvimos muchas idas y vueltas más, dejar a Pablo, al final, no fue tan fácil y, tiempo después, un par de personas más se nos cruzaron en el camino. Nos peleamos y nos arreglamos unas 500 veces, pero un día simplemente sucedió. Coincidimos.





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