Todos
tienen sueños. Uno, o muchos. Uno de los míos es escribir algo que trascienda.
Cuando
tenía quince años empecé a escribir una novela que nunca pude terminar, tal vez
porque uno de los motivos por la cual la empecé se concretó o porque quizás
necesitaba vivir más experiencias para continuarla.
La cuestión
es que aún hoy, aunque tiene algunas fallas por una cuestión de edad, me parece
una linda historia que merece ser compartida y que algún día me gustaría
terminar.
Capítulo 1: Vacaciones prometedoras
A medida
que el Sol caía entre los médanos, una suave brisa golpeaba la cara de
Florencia, quien sentada en la arena ya fría, oía y observaba como como rompían
las olas al llegar a la orilla.
Era un
escenario perfecto; pero de repente, la paz y la tranquilidad se transformaron
en miedo y desesperación.
Florencia
se encontraba en el medio del mar luchando con la corriente tratando de no ser
succionada por este.
Afortunadamente
y por obra de magia un chico cuyo nombre desconocía apareció y la rescató.
Ya en la
orilla, las mismas manos que lograron quitarla de esa horrible pesadilla, le
daban un extraño libro con una cerradura más extraña aún, pero que coincidía
justo con la llave que Florencia llevaba colgada en el cuello desde el momento
que la encontró.
Ella y su
salvador abrieron el libro pero al querer leerlo las letras comenzaron a
mezclarse y todo a su alrededor comenzó a girar sin control.
Florencia
despertó sobresaltada y confundida. Cuando por fin logró darse cuenta de que
todo era un sueño miró su reloj. Faltaban dos horas para irse de vacaciones.
Estaba tan
emocionada, luego de un agitado año lleno de actividades por fin podría
descansar y relajarse.
Sin
embargo, en su interior sabía que estas no iban a ser unas vacaciones
tradicionales sino que iban a estar llenas de aventura.
Hay que
aclarar que este sentimiento no surgió de la nada. Una de las fuentes podría
encontrarse en la llave que Florencia encontró un año atrás mientras nadaba en
el mar y la cual conservó, no sabía bien si porque s su singular forma la hacía
un objeto de colección o porque cuando la tocó sintió que debía guardarla
porque algo importante pasaría con ella.
Por otro
lado, había otra razón que hacía este sentimiento aún más potente, y era la
posibilidad de volver a ver a ese chico que también había visto el año
anterior.
Si mal no
recordaba, era un día de mucho calor, por ese motivo la playa estaba llena a
pesar de ser un día nublado.
Fue cuando
se largó a llover el momento en que aquel joven de mediana estatura, de pelo
castaño oscuro y lleno de rulos dejó de ser uno más entre ese caos de gente
para ser la persona a la cual no pudo dejar de mirar un segundo en todo el
verano, la persona que le hubiera gustado conocer si no fuera tan tímida, la
persona que con una mirada logró producir en Florencia una sensación única, que
le encantó y que espera volver a sentirla otra vez.
Pero como
ya fue dicho, esta adolescente es demasiado tímida y es más probable que encuentre la cerradura de la
llave a que se anime a hablarle al chico que tanto le gustó.
Igualmente,
una pequeña ilusión habita en ella y hora tras hora se hace cada vez más
fuerte.
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