Francisco
estaba metido en el mar hasta las rodillas, el agua estaba medio fría, por eso
le estaba costando un poco meterse por completo.
De repente
sintió que alguien comenzaba a salpicarlo. Un poco aturdido y enojado, se dio
vuelta para interceptar a su agresor pero cuando se dio vuelta, se dio cuenta
que no era nada más ni nada menos que Florencia. Entonces tuvo una mejor idea,
corrió hacia ella, la levantó entre sus brazos y la tiró debajo de una ola.
Estuvieron
jugueteando en el agua un buen rato hasta que Galán, aburrido de estar solo en
la orilla, se coló entre las olas y llegó hasta su dueño.
Luego de un
rato más de juegos acuáticos, esta vez con Galán incluido, salieron los tres
del mar y enfilaron directo para el médano donde se encontraba el diario del
viajero.
-
Me
muero por saber si al final viajó o se quedó con Sofía, dijo Florencia.
-
Seguro
que viajó.
-
Ya
lo veremos. Florencia abrió el diario y comenzó a leer.
23 de enero
de 1992
Después de
5 días dejé de estar incomunicado. No puedo creer que me estén acusando de
tráfico de drogas a mí, que ni siquiera me podía machetear en el secundario.
Esto
verdaderamente es un delirio. Yo que pensé que iba a empezar mi viaje
tranquilo, simplemente tomándome un avión hasta Brasil. ¿Por qué tenía que ser
tan complicado?
Encima andá
a saber cuánto tiempo voy a estar encerrado acá adentro.
7 de
febrero de 1992
Hace dos
semanas que estoy encerrado. Mi familia y mi abogado están tratando de sacarme
pero parece que el que realmente está implicado en esto la tiene bastante negra
y no lo pueden encontrar. Lo que no entiendo es por qué yo tengo que cumplir su
condena.
Por lo
menos los demás presidiarios milagrosamente son bastante amigables.
15 de
febrero de 1992
Ya van tres
semanas de encierro. Afortunadamente el tema ya se está solucionando,
probablemente en una semana salga y con un historial limpio.
Muchos me
preguntaron si a pesar de esto iba a continuar mi viaje, y para esa pregunta
siempre tengo la misma respuesta: Un tropezón no es caída.
Esta
pequeña estadía es un simple obstáculo en mi camino que no va a ser que pierda
mi meta. Aparte acá adentro aprendí varias cosas que seguramente me van a
servir en algún momento.
22 de
febrero de 1992
Estoy muy
feliz. Encontraron todas las pruebas necesarias, atraparon al verdadero
traficante y a mí me absolvieron de la causa.
Hoy mismo
me largan. Ya preparé todas mis cosas y ahora sí estoy totalmente listo para mi
aventura. Nadie ni nada me va a parar.
24 de
febrero de 1992
Hoy a la
tarde llegué a Buzios. Es un lugar hermoso verdaderamente.
La posada
en la que me hospedo da justo al mar. Es una morada muy acogedora, ya que
simplemente son seis habitaciones que dan a un patio principal.
Hasta ahora
los otros huéspedes son muy agradables y buenos conversadores.
Están Alicia
y Marcos, una pareja de unos 30 años que vinieron a pasar su luna de miel acá.
Amadeo y
José que ocupan la habitación contigua y que son dos uruguayos que, como yo,
están viajando por el mundo. Luego están Amalia y Susana, dos mujeres de unos
45 años que después de separarse de sus maridos decidieron celebrarlo yendo de
vacaciones.
También
están Paula y Natalio, los dueños de la posada, que por lo que me contaron
hacen la mejor comida de todo Brasil. Y
por último, está Cristian, mi compañero de habitación. Es mudo y vive acá hace
algunos años. Espero que nos llevemos bien. Creo que sería grandioso tener un
amigo en este país desconocido.
-
Bueno,
creo que se hizo tarde, dijo Florencia.
-
Cada
vez se hace tarde más temprano.
-
Dicen
que cuando uno se divierte el tiempo pasa volando.
-
Y
no se equivocan.
-
Chau,
nos vemos mañana.
-
Chau.
Mientras Florencia se alejaba, el ritmo cardíaco de Francisco volvía a
la normalidad.
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