lunes, 16 de marzo de 2015

Capítulo 4: El encuentro

13 de enero de 1992

Es tan agradable estar en la playa, caminar sobre la arena calentita, sentir los rayos del sol en la cara, oír a los vendedores pasar y a los niños jugar sin parar durante todo el día.
Meterse poco a poco al mar hasta finalmente zambullirse entre las olas y quedarse allí hasta que no quede nadie más.
Sentarse en una sella y mirar el atardecer y es más agradable todavía cuando ese placer se comparte con la persona que uno ama.
Se me parte el alma pensar que este puede llegar a ser el último verano que pase con Sofía.
Pero el viaje que voy a hacer es muy largo y no creo que ella me espere. Me encantaría que cuando vuelva ella me siga amando y poder pedirle casamiento acá mismo, pero no puedo atarla a mí, sería muy egoísta si lo hago. Aparte si le llegara a pasar algo en mi ausencia jamás me lo perdonaría.

14 de enero de 1992

No pide dormir en toda la noche tratando de pensar como decirle a Sofía que desde que tengo 16 años estoy juntando plata para irme a recorrer todo el mundo y que cuando volvamos voy a agarrar mi mochila y no voy a volver hasta dentro de un año.
Varias veces durante el transcurso d
Durante la noche cuando la miraba mientras dormía, lo hermosa que era, consideré no hacer el viaje. Pero si no lo hago no lo voy a hacer nunca.
También consideré preguntarle si quería venir conmigo pero con tan solo 24 años logró conseguir un puesto muy importante en su trabajo y no puedo arruinarle su carrera en su mejor momento.
Si su belleza, su buen humor, su inteligencia y su dinamismo no hubieran aparecido en mi vida dos años atrás , las cosas serían mucho más fáciles, pero claro. No sería tan feliz.

15 de enero de 1992

Sofía no me habló en todo el día, lo único que me dijo fue un “Chau Thiago”. La vi llorar algunas veces pero cada vez que me acercaba se iba.
Yo sé que ahora no lo entiende pero cuando esté muy lejos me lo va a agradecer.
16 de enero de 1992
Hoy regresamos a Buenos Aires. Durante el viaje traté que Sofía entienda que iba a estar mejor sin mí pero nisiquiera me miraba.
Cuando llegamos a su casa, despupes de más de un día de frialdad por parte de ella, ya estaba convencido de que me iría con el recuerdo de una Sofía triste y enojada. Pero de repente estalló y me empezó a gritar que era un egoísta, que solo pensaba en mí. También me dijo que si se lo hubiera dicho ella hubiera hecho lo imposible por acompañarme. Se largó a llorar, yo también, nos abrazamos, nos besamos y cuando nos tranquilizamos pudimos hablar.
Me dijo que ella me iba a esperar todo el tiempo del mundo, que el amor que había florecido en los años que estuvimos juntos no desaparecería de un momento a otro.
Juro que a medida que me hablaba y me miraba sentía que la amaba cada vez más y más y en ese preciso momento decidí que si cuando volvía las cosas no habían cambiado me casaría con ella.

-          Wow, nunca pensé que alguien podía amar tanto a una persona, dijo Florencia
-          ¿Alguna vez te enamoraste? Preguntó Francisco curioso
-          La verdad que no. Igual tampoco soy tan grande como para haberme enamorado de alguien.
-          ¿Qué tiene que ver? Para estar enamorado no se necesita ser grande.
-          Tenés razón, contestó Florencia un poco avergonzada de su respuesta.
-          ¿Seguimos leyendo? Me encanta esta historia
-          La verdad es que ya es tarde y tendría que ir volviendo.
-          Está bien, no importa, seguimos mañana, claro, si querés.
-          Obvio que quiero, me divertí mucho hoy.
-          Yo también, dijo Francisco sonriendo. ¿Si dejamos el diario acá? No creo que le pase nada.
-          Si, por qué no.
-          ¿Querés que te acompañe?
-          No, dejá. Voy sola. Nos vemos mañana
       Ambos adolescentes se despidieron. Definitivamente eran el uno para el otro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario